No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento

Dice San Pablo que la ley nos ha servido para darnos cuenta de que somos pecadores y que no podemos cumplir fielmente los mandatos de Dios. Si somos humildes y reconocemos nuestras debilidades nos daremos cuenta que todos los días cometemos pecados y nos separamos de la voluntad de Dios. ¿Quién podrá ayudarnos?

Dios ha enviado a su hijo Jesucristo para que en su gracia podamos hacer lo que humanamente no podemos. La ley del Señor se resume en el amor. Pero este amor es uno que da la vida por todos incluyendo a los enemigos. ¿Tú amas a los enemigos? ¿Te dejas abofetear la mejilla derecha y presentas la otra? Seamos sinceros y reconozcamos que es imposible para nosotros.

La buena nueva es que en Jesús se ha cumplido plenamente la ley de Dios. Él es aquel que ha subido a la cruz y ha dado la vida por todos incluyendo por aquellos que lo crucificaban. Para poder amar como Dios, necesitamos tener el espíritu de Cristo en nuestros corazones. La única manera de amar verdaderamente a nuestro prójimo es si nos apoyamos en Jesús. ¿Estás dispuesto a amar así? Ánimo, pídele a Dios esa gracia que él te lo concederá.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

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