Cuando enfrentamos dificultades, sentimos que el mundo se nos viene encima. Sentimos que la vida pierde sentido. Nos parece que ya no vale la pena vivir. El sufrimiento nos invita a caer en la tentación de pensar que estamos solos, que Dios no nos quiere.
En medio de la tempestad del día a día tenemos la certeza de que Dios nos ama profundamente. Cuando las olas de lammuerte golpean nuestra existencia podemos tener la seguridad que tarde o temprano Dios aparecerá con todo su poder para salvarnos. Esa es la verdad. Esa es nuestra esperanza.
¡Ten confianza! ¡Dios te ama! Nunca te dejará solo. Nunca nos abandonará.
Leer:
Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».