Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad

La autoridad viene de Dios. Jesús la tenía y ejercía, ¿de qué manera? Hablando de parte de Dios a todos los que querían cambiar de vida y buscaban la verdadera felicidad.

El Señor nos ha mostrado su gracia salvándonos del pecado. Manifiesta su poder restaurando en nosotros su imagen divina. Nos quiere curados de toda maldad. Dios nos ha dado en Jesucristo la victoria en todas nuestras luchas y combates.

Hoy, también necesitamos que Jesús venga en nuestro auxilio. Nuestro salvador quiere actuar en nosotros. Para ellos necesita un corazón dispuesto a hacer su voluntad y un oído atento a sus palabras. ¡Adelante! ¡Hoy es el día de la salvación!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

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