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Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar

Jesús pasó su vida pública anunciando el Reino de los Cielos. Su obra en la tierra consistía en abrirle caminos de esperanza y salvación a todos los hombres y mujeres. Una buena noticia se esparcía por toda la tierra.

Esta obra no la hizo Jesús sin ayuda. Él se escogió a discípulos y luego les enviaba a hacer lo mismo que él hacía. Les daba poder para curar como signo de que el mensaje de salvación era verdadero. ¡Qué maravilloso es que el mismo Señor nos haga copartícipes de su obra misionera!

Hoy es importante que estemos dispuestos a colaborar con el Señor en la obra de salvación. Estar dispuestos a consagrarnos y ponernos al servicio de Dios.

 ¡Si! Podemos curar en el poder del Señor ha tanta gente que nos rodea y no conoce el poder curativo del amor de Dios. 

¡Si! Podemos hoy ser profetas enviados por el Señor ahora anunciar su mensaje de salvación.

¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

La piscina que sana

A mi hijo le encanta una piscina. Pasa horas y horas nadando y jugando al punto que pensamos que le van a salir de escamas. Siempre es buenos, sobre todo en países tropicales, darse un buen chapuzón en la piscina más cercana.

En el antiguo Israel existían piscinas emblemáticas. Su función no era entretener. Las mismas se dedicaban a ritos de purificación y a algunas se le atribuían la facultad de sanar.

Muchos enfermos esperaban junto a la piscina para sanar. En ese momento de espera larga descubren algo impresionantes y nuevo. El poder de curar no estaba en la piscina. El amor de Dios en persona se les aparece y les da lo que tanto han esperado. Jesús les cura y les salva. Esa es la experiencia central de la vida de aquellos que ciegos, sordos y cojos aguardaban su propia sanación.

Se ha inaugurado una nueva era. Una nueva etapa en la vida de todos nosotros empieza con la experiencia de sanación interior. ¿De qué estás enfermo hoy? ¿Cuál es tu impedimento hoy que te hace imposible amar, perdonar o servir? 

La buena noticia es que Jesús tiene poder de curar todas tus dolencias. Seca tus lagrimas y anímate. ¡Ya viene Jesús a salvarte!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. 


Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

La clave de la curación

Los hijos son lo mas valioso para los padres. Un hijo es una extensión de ti mismo, la esperanza de futuro y la oportunidad de realizar lo que no pudimos en nuestra vida. Los hijos son regalo de Dios, don precioso de lo alto y lo mas cercano a nosotros que existe en el mundo.

En la escritura hay un hombre que tiene su hijo enfermo. El hombre es un poderoso. Tiene dinero y poder. Nada de eso le sirve para sanar a su hijo. Está a punto de morir. ¿Quién podrá salvar a su hijo?

Jesús aparece aquí como salvador y sanador. Salva a un niño pero sana el corazón de un nombre incrédulo. El milagro físico está al servicio del gran milagro que es el milagro moral o interior.

Hermanos y hermanas. Este tiempo de cuaresma es para sanar. Es para que en nosotros se den milagros y prodigios que susciten la Fe. Somos invitados a creer que Jesús tiene poder para curarnos. El quiere resucitarnos. Nuestro Señor nos dará la vida eterna en esta Pascua.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54):En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.


Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».


Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré

El sentido de tocar es uno de los cinco con que percibimos y conocemos el mundo que nos rodea. Necesitamos de todos los sentidos para experimentar el mundo que nos rodea y los mismos nos ayudan a crecer y desarrollarnos sanamente.

Me imagino que Jesús, como hombre público y conocido, fue tocado por miles de personas. En su acción evangelizadora tuvo la oportunidad de tocar muchas personas pero la verdad es que no todos le tocaron realmente. ¿Qué significa tocar a Jesús?

Cuando la mujer enferma o la niña “tocan” a Jesús, significa que hacen experiencia de Dios en su vida. No se encuentran con el Jesús histórico más bien hacen experiencia del Jesús que tiene poder de sanar todas sus dolencias y curar todos sus males.

Hermanos y hermanas, esa es la clave del encuentro con Jesús. Hacer experiencia del Señor es estar abierto a su poder que cambia la vida en todas sus dimensiones. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.