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¿Quieres curarte?

¡Imagínate! Si a un enfermo se le pregunta si quiere ser curado lo más natural es que diga un rotundo SÍ! La enfermedad nos postra en cama, nos impide caminar, ser persona plenamente, en definitiva, no limita como persona. ¿Cuál es la enseñanza de Jesús en la escritura? Que para ser curado, lo primero es reconocerse enfermo. Para experimentar sanación debemos gritarle al Señor con la fuerza que solo tiene alguien que se reconoce necesitado de Dios.

¿Estás enfermo? Si dices que no… nunca serás curado. Pero si dices que si… ¡bendito sea Dios! Llegará tu Señor y te salvará. ¡Ánimo! Que el Señor que tiene poder de curar el cuerpo también tiene el poder de sanar nuestra alma herida por el pecado. Dios nos ama y con su amor cura toda dolencia y sufrimiento. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

y le siguió una gran muchedumbre de Galilea

La muchedumbre seguía a Jesús. ¿Qué buscaban en Él? Muchos eran curados de sus dolencias. La multitud veía que el Señor daba y cumplía su palabra. ¿Por qué realizaba estos milagros?

Ciertamente, así como muchos son curados de sus dolencias físicas, otros no lo son. Es decir, que en ese misterio divino, hay algunas personas en las que se permite la enfermedad para un fin que solo Dios sabe. Esto ilumina un aspecto importante de la misión de Jesús aquí en la tierra.

Los milagros físicos de Jesús tienen el fin de mostrar su naturaleza. Nosotros estamos llamados a tener un encuentro con Dios que sana nuestros corazones a través de Jesús. Y en ese encuentro, descubrir el amor inmenso que Dios nos tiene y que todo lo que permite en nuestra vida es para nuestro bien, aunque sea alguna enfermedad.

Bendigamos a Dios siempre. En todo momento, podemos elevar los ojos al cielo y saber, con toda certeza, que Él nos ama. Créetelo, ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.

¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?

Los seres humanos acostumbramos a llenarnos de leyes y normas. Buscamos seguridad en una serie de reglas que hemos construido. ¿Para que sirve una regulación? Debería estar al servicio del bien, no del mal. Debería construir libertad, no destruirla.

En nuestra vida de Fe también tenemos esta tendencia. Nos parece que cumplir con preceptos es más importante que amar. Hacemos oraciones y ayunos y nos olvidamos de pedirle perdón a nuestro prójimo o reconciliarnos con quien nos hemoss peleado.

Hagamos nuestra la palabra del Señor que dice: “misericordia quiero, que no sacrificio”. Que Dios nos conceda vivir en el amor y el perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.

Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo

El Señor viene a nuestra vida aún sin merecernoslo. La verdad que si fuera por nuestros pecados, deberíamos estar en otro lugar menos en la Iglesia. A pesar de eso, Dios nos ama, perdona y nos invita a cambiar de vida.

Los verdaderos hijos de Dios son aquellos que reconocen en Jesús al Mesías y salvador. Escuchan la voz de Dios y ponen en práctica su palabra. Ser humilde significa estar convencidos del poder de Dios en nuestra vida y que no somos dignos que recibir tantas gracias y fines de parte de Él.

Seamos agradecidos del Señor. Él nos ama y cura todas nuestras heridas y sana todas nuestras dolencias. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,5-11): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».

Paz a esta casa

El Señor Jesús pasó su tiempo aquí en la tierra anunciando el Reino de los Cielos. Esta misión no la realizó solo. De hecho, siempre supo elegir unos colaboradores, discípulos, apóstoles; que le ayudaron a llevar paz a los seres humanos de todos los lugares y tiempos.

Dios nos invita a formar parte de esta misión. Si somos realmente cristianos estamos llamados a ser sal, luz y fermento de la tierra. Es decir, estamos llamando a misionar, desde donde estemos y desde la forma que Dios quiera. ¡Ánimo! Sembremos al mundo de La Paz que primero hemos recibido. Dad gratis lo que gratis hemos recibido.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

Les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades

En nuestros tiempos, donde el cristianismo representa el 18% de la población mundial, todo el mundo reconoce en Jesús autoridad y poder. Es decir, que la mayoría sabe que Jesucristo existió y que fue una figura de trascendencia global. Dicen hasta los musulmanes y judios que fue un gran profeta y un maestro rabino extraordinario. Si todo se hubiera quedado en Él, no pudiéramos vivir lo que experimentamos hoy.

En la Iglesia hemos tenido la gracia de seguir beneficiándonos de ese poder y autoridad venida de Dios a través de Jesús. ¿Cómo ha sido eso? Gracias a que el Señor le concedió los mismos privilegios a sus apóstoles. Hoy el Señor sigue salvando a través de sus enviados y elegidos. La Iglesia siempre ha tenido en más de 20 siglos hombres y mujeres que han bendecido y amado a las personas de su tiempo mediante la acción salvífica del Señor.

Pidamos a Dios que nos siga concediendo profetas que con la autoridad que les confiere nuestro Dios nos ayuden a encontrarnos con el inmenso amor de nuestro Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

Gratis lo recibisteis; dadlo gratis

Ayer, en la celebración de palabra que tenemos mis hermanos de comunidad todas las semanas, escuché un hermoso testimonio. Uno de mis hermanos dijo que experimentó una “alegría perfecta” cuando estaba en una misión de dos en dos en Haití. Dicha misión consistía en cumplir radicalmente el evangelio cuando Jesús envió a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios de pueblo en pueblo, sin alforja ni dinero, solo con la fuerza del Espíritu Santo que realiza señales y prodigios a través de los enviados a la misión.

Es precisamente esa experiencia uno de los puntos claves del evangelio. Todos aquellos que luego de experimentar en sus vidas La Paz y el amor de Dios se constituyen a si mismos en testigos para el mundo de que la “alegría perfecta” es posible. Sin ningún tipo de seguridad humana, se puede recorrer los caminos y pueblos que Dios indique, sabiendo que Él será Padre y cuidará de nosotros.

Cuando estamos en misión evangelizadora, entramos en una casa y decimos “La Paz”, estamos comunicando lo que ya Dios nos dio antes en la misión: alegría perfecta.

¡Ánimo! Para vivir esta experiencia solo debemos estar dispuestos. ¿Lo estás? Si tú respuesta es sí, ven y verás como se vive plenamente en la seguridad de que Dios nos ama y nos da Paz.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca

En el mundo se nos enseña, por diferentes medios, que para triunfar en la vida debemos ocupar puestos importantes, ganar mucho dinero y tener salud para disfrutarlo. Se nos ofrece un modelo de felicidad terrenal y temporal. ¿Nuestro Dios nos invita a algo mejor?

Los llamados al cristianismo por Dios somos bautizados en agua y en Espíritu para nuestra salvación. La primera buena noticia es que Dios, creador de todo el universo, se hace cercano y presente en nuestra vida mediante su hijo Jesucristo. En Jesús nuestra vida cambia y se transforma para alegría nuestra y de todos los que nos rodean. Pero esta salvación no es solo para nosotros.

El “puesto” o lugar que Dios quiere que todos los cristianos ocupemos es el de ser sal, luz y fermento de la tierra. Somos invitados a dar testimonio valiente de nuestra Fe. Si, el Señor nos da el poder de expulsar los demonios de tantos amigos, parientes y personas que necesitan de nuestro testimonio de vida para sanar y recuperarse de tanta angustia que existe el mundo. ¿Estás dispuesto? ¡Ánimo! El Señor va contigo y solo necesita tu disponibilidad. Todo lo demás, lo pone Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Ve, tu fe te ha salvado

Jesús sanaba muchos enfermos. Para demostrar que el Reino de Dios había llegado, mostraba con señales y prodigios, las maravillas del Señor. ¿Está fuerza solo salía de Jesús? ¿Es más importante el milagro físico en la misión de Jesús?

Es verdad que el Señor siente compasión por el que sufre. Tiene misericordia de todos aquellos que padecen algún mal. Los cura como un signo de amor y de misericordia. Pero lo que más quiere el Señor es que tengamos Fe. Que el milagro físico suscite en nosotros la Fe porque con ella vamos experimentar algo mucho más importante: la salvación eterna. 

En el día de hoy podemos estar pidiendo a Dios milagros. Le podemos estar pidiendo que cambie a alguien en nuestra vida o que cure algún enfermo. Eso es bueno pero recuerda que lo más grande que podemos pedir es la Fe. Es tener un encuentro profundo con Jesús. Es experimentarle día a día incluyendo los momentos de sufrimiento y prueba.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Jesús se fue al monte a orar

El Señor hizo mucho milagros. Realizó innumerables señales y prodigios. En muchas ocasiones obraba por medio de sus apóstoles o discípulos más cercanos. Los eligió para que lo acompañara en su misión. ¿De donde le ha venido toda esta fuerza?

Si hay un hábito o costumbre, si se puede decir así, que el Señor tenía era orar. Jesús estaba en constante oración. En momentos importantes se retiraba a un lugar solitario para orar a solas con Dios. Esa era su costumbre, necesidad y secreto. De ahí le venía la fuerza en los momentos claves de su vida. Oró al elegir los apóstoles, lo hizo también al momento de sanar a muchos y también desde la cruz.

Dios quiere que tengamos este mismo espíritu. ¿Cómo podemos enfrentar las situaciones y problemas de día a día? Mediante la oración. Esta es el arma y el oficio propio de un cristiano. Por favor, oremos sin cesar para que así podamos tener al mismo Cristo dentro de nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. 
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.