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Señor, si quieres, puedes limpiarme

Jesús cura las enfermedades. Libera a los cautivos. Da la oportunidad de una nueva vida para todos. ¿Quieres participar de el milagro del Señor? Déjate tocar.

Fíjate que Jesús sanaba “tocando” a las personas. No le daba repugnancia la lepra ni cualquier otra enfermedad que padecieran las personas que le buscaban para sanar. Jesús le daba algo más. Le curaba de lo físico pero también transformaba su vida radicalmente.

El mismo mostraba con su ejemplo el camino de la salvación. No se complacía en la fama que adquiría por tantos signos prodigiosos que realizaba. Todo lo contrario. Se apartaba a lugares solitarios a vivir de lo que realmente importa: la relación íntima con Dios a través de la oración.

También nosotros podemos experimentar el encuentro personal con Jesús que todo lo sana y transforma. Solo basta que lo queramos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,12-16): Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Él extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad

Hablaba con autoridad. De la boca de Jesús salían palabras de vida eterna que tenían el poder de exorcizar demonios, sanar enfermos y resucitar muertos. Pero lo más importante de todo era que Jesús tiene y tenía poder de cambiar el corazón de las personas.

Rápidamente se hizo famoso Jesús. Ciertamente porque le proveía de cosas concretas a las personas pero su mensaje iba más allá. Nuestro Jesús anunciaba que el amor de Dios había llegado al corazón de todos y todas. Ese es el centro del mensaje de salvación.

Hoy es un día para reconocer en Jesús su autoridad. Abrir nuestro corazón para que su palabra transforme nuestra vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.