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¿Qué debemos hacer?

En algunos momentos de nuestra vida nos sentimos desorientados y sin saber por dónde encaminar nuestra vida. Es por eso que está tan de moda la corriente de autoayuda y asistencias espirituales. Hoy más que nunca las personas necesitan guía y ayuda.

Cuando las personas le hacían la pregunta a Juan el Bautista  la respuesta era oportuna y acertada. Él, como buen profeta, indica cómo debemos preparar el corazón para el Señor. 

En definitiva, la mejor forma de hacer buen adviento o esperar la venida del Señor hoy y en los últimos días es hacer el bien. Si amamos a todos y todas y a Dios como a nosotros mismos estamos haciendo lo mejor para vivir bien en este mundo.

¡Ánimo! El Señor ayuda y te invita a la alegría en este tiempo. Bendiciones,

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 3,10-18): En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada». 
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado

Ser cristianos en este tiempo nos lleva al riesgo. El estar en comunión con lo que la Iglesia ha dicho con respecto a la vida, el matrimonio o familia supone muchas veces que debemos dar testimonio hasta el martirio. Hoy vivimos una etapa muy parecida a la de Juan el Bautista.

Este hombre justo y santo denunciaba lo que él entendía no venia de Dios. El hecho de que un gobernante dejará su mujer y se casara con la mujer de su hermano era algo que iba en contra de la revelación de Dios. Juan no es un moralista. Él es un hombre sabio que tiene la luz divina para ayudar al ser humano de su época a entrar en el camino de felicidad que ofrece Dios.

¿Qué pasó con Juan El Bautista? Que lo asesinaron. ¿Por qué? Por ser profeta. La mayor intolerancia, por ejemplo, de nuestro tiempo es querer imponer un modelo de familia que muy pocos aceptan y va en contra del orden natural. No es un asunto de lo que está bien o mal. Es que Dios, con su inmenso amor, nos quiere mostrar la mejor forma de vivir esta vida y en esta época se rechaza dicha oferta divina.

Hermanos y hermanas, hoy más que nunca el Señor nos llama a ser otro “Juan El Bautista” para poder anunciar al mundo el plan divino de Dios que siempre es amar al ser humano en todas sus dimensiones. ¿Estás dispuesto a ir a Jerusalén a ser matado como lo fue Cristo? ¡Ánimo! El Señor nos ayudará

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,14-29): En aquel tiempo, se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas». Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado». Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

En medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí

Juan el Bautista fue un hombre muy importante. Tanto así que muchos le siguieron y veneraron como un verdadero profeta. Un hombre de Dios en palabras y obras. ¿Puede él ser mas importante que Jesús?

Ciertamente el evangelio nos pone muchos personajes para que podamos inspirarnos en ellos e imitarles. Juan es uno de los más grandes porque, siendo familia de Jesús, tuvo el encargo de prepararle el camino. ¿Te sientes reflejado en esta trascendental misión?

Todos estamos llamados a ser “otros” Juan Bautista. Tenemos el encargo de parte de Dios a preparar el camino a Jesús con nuestras palabras y acciones. Por eso es importante que perdonemos, excusemos, sirvamos, prediquemos, en fin, amemos a todos los hombres y mujeres de este tiempo. Eso hizo Juan el Bautista, eso tenemos que hacer nosotros. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

El que tenga oídos, que oiga

Dios nos ha dado mucho, mas bien TODO. El don de la vida es el resumen, si se quiere, de todas las maravillas de la creación. De todo lo que el Señor nos ha dado, lo más trascendental, es el anuncio del amor de Dios.

Todos hemos tenido una persona que siendo instrumento de Dios nos habló por primera vez de Dios. Nuestra madre o padre, un catequista o sacerdote, el amigo o amiga, en su momento se convirtieron en verdaderos “Juan el Bautista”.

La verdad es que lo importante no es quien nos ha dado el mensaje de Dios. Lo que sí importa es recibir a Dios. Descubrir que no hay nada mas importante en el mundo que acoger al Señor en nuestro corazón.

¡Animo! Bendigamos a Dios por los “Juan el Bautista” que nos ha regalado. Instrumentos de Dios a través de los cuales nos llegó el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».

Era hombre justo y santo

En el mundo hay historias tristes o trágicas. Hemos conocido relatos de tragedias y de hecho, algunas son protagonizadas por nosotros mismos. Estamos constantemente expuestos al desaliento, la frustración y la muerte.

En las escrituras hay un hombre que parece acabar su vida de forma trágica. Este hombre en Juan El Bautista. Hombre justo y bueno que fue decapitado por requerimiento de una joven hija de una señora esposa del rey Herodes, por causa de su denuncia, de su lucha, de su voz profética. ¿Vale la pena morir así?

¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de morir por nuestros principios y creencias? ¿Quién padecería cárcel por el sólo hecho de ejercer su carisma profético y denunciar lo que no es “bueno”?

Dios nos invita a no mirar el martirio como una tragedia. Nos llama a ser testigo en el mundo de la verdad. Denunciar, sobretodo con nuestras obras, las cosas que deben ser corregidas, las que no están mal.

¡Juan El Bautista fue un valiente! Un hombre que muere por sus valores y principios. Uno que entrega la vida, dando testimonio de Dios. ¡Seamos como Él! No tengas miedo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Se ha de llamar Juan!

Todos los seres humanos buscan un sentido en sus vidas. Al momento de nacer, hemos sido “equipados” con un conjunto de talentos y dones que debemos descubrir, desarrollar y aplicar en nuestra vida diaria.

Algunos han nacido para el baile, otros para música; hay muchos que son líderes , otros buenos administradores; tenemos personas que nos deleitan con su escritos y otros más nos dejan maravillados con sus esculturas. En definitiva, creemos que hemos nacido para algo, para una misión concreta.

Dios ha elegido a Juan el Bautista para una misión que es común a todos los llamados a ser cristianos: Preparar el camino del Señor!.

Ser cristianos en este tiempo es haber sido elegidos para la misión más importantes de todas! Hacer presente con nuestros pensamientos, palabras y obras, las maravillas del Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.