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Se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta

Vivimos en un mundo donde todos quieren tener una buena imagen ante lo demás. Todos se esfuerzan por construir un buen nombre o prestigio. Queremos ser reconocidos y amados por todos. Las persona que se equivocan, tienen mala fama son considerados “ciudadanos se segunda”. ¿Qué ha hecho Jesús con respecto a esto?

La verdad es que todos somos pecadores. Todos hemos recibido las consecuencias del pecado. Hemos faltado y nos han faltado. Nos hemos equivocado muchas veces. ¿Qué a hecho el Señor? Nos ha amado y perdonado.

La alegría de Dios es que, tu y yo pobres pecadores, alcancemos la salvación. Dios quiere que experimentemos en nuestra carne la vida y alegría que viene de Él. ¡Ánimo! Tenemos la gracia y el don más grande. Dios mismo nos ama y sale a buscarnos cuando nos perdemos. Él mismo nos cuida y perdona.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 15,1-10): En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». 
Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.
»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Paz a esta casa

Es impresionante la cantidad de expertos en marketing y ventas que hay en el mundo. Los hay de todos los calibres y tipos. Un amplio catálogo de personas que dicen ser una cosa y son otra. Te ofrecen el cielo aquí en la tierra con tal de sacarte dinero o aprovecharse de ti.

Jesús, para llevar su mensaje a todos los rincones de la tierra, siempre se hizo ayudar de discípulos. Los escogía con mucha seriedad y les indicaba en detalle cómo debían realizar su misión.

Lo más importante de todo era que el mensaje de encarnaba en el portador del mismo. Esa es la gran diferencia con los seudo “profetas” o vendedores de cielos terrenales que existen en nuestros días.

Los misiones o mensajeros iban sin nada, en humildad y precariedad. Llevaban consigo un mensaje de paz y sabían que con sus acciones debían demostrar que son personas de paz. Es el ejemplo que el Papa Francisco acaba de dar en su visita a Cuba y Estados Unidos de América. Lleva un mensaje de paz sin acusar ni juzgar. Si imponer o maltratar. Con humildad pide perdón y se coloca a si mismo en el último lugar. ¿Tú haces lo mismo?

Hoy Simo enviados al mundo como ovejas en medio de lobos. Mostremos a los hombre y mujeres de este tiempo la naturaleza de oveja que cuando el lobo salvaje vea nuestras acciones, creerá en Dios y será feliz.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’. 
»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».