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Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

En algunas ocasiones nos quedamos sentados y llorando. Contemplamos a nuestro alrededor las dificultades y problemas. Nos centramos en el “vaso medio vacío” y nos entra una tristeza enorme.

Es por eso que Jesús se nos quiere aparecer hoy resucitado, vencedor de la muerte. Nuestro Señor no quiere que nos quedemos en la tragedia. Nuestro Dios permite las pruebas para que podamos crecer espiritualmente, fortalecer nuestro ser interior y descubrir la única verdad: sólo Dios basta.

Hoy necesitamos tener un corazón abierto a Dios. Tener una mirada espiritual que nos permita ver al resucitado en los espacios en que nos encontremos. Lo fundamental de un cristiano es la experiencia de encuentro personal y profundo con el resucitado. Vivamos día a día de esa experiencia. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,1-2.11-18): El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».

Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos

Nosotros también somos o seremos como Lázaro: Hombres y mujeres resucitados por Jesús. Ese es el centro de nuestra Fe. Creemos en un Dios que saca de la muerte y nos lleva a la vida. Es un Dios de vivos y no de muertos. ¿Te lo crees?

En este tiempo, hay muchos que están cansados, agobiados, ansiosos y desesperados. Miran el futuro y se aterran. Piensan que todo va ir de mal en peor. ¡No dudes del amor de Dios!

El Señor, que nos ama profundamente, jamás dejará que sus hijos se queden en la muerte. Su amor nos resucita, nos da vida, nos devuelve a la luz y esperanza de un futuro siempre mejor. ¡Nunca dudes del amor de Dios! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,1-11): Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa.

Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».

Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan

La vida terrenal es un espacio de tiempo en donde estamos llamados a poner nuestra seguridad solo en Dios. El Señor envía muchos mensajes de conversión mediante acontecimientos y profetas para que podamos cambiar de vida y desapegarnos de la idolatría del dinero y los bienes materiales.

El principal mensaje que se nos da es la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Podemos experimentar la victoria de Jesucristo sobre nuestras muertes. ¿Qué pasaría si ni siquiera en eso creemos?

Hoy es un buen día para evitar que nos pase como al rico enviado al infierno. Acotamos a Cristo en nuestro corazón y podamos su ayuda para que nuestro corazón esté puesto en Dios y su proyecto de salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

Vio y creyó

En el evangelio hay un pasaje interesante. San Juan dice que corrió al sepulcro un discípulo a quien Jesús quería. ¿Acaso el Señor no quería a todos por igual? Me parece que esa frase nos muestra la relación que todos estamos llamados a tener con Jesucristo.

Juan sentía en su corazón el amor inmenso de su Señor. Había caminado, comido y vivido con Él tantas cosas. Era testigo del amor de Dios. Se le había manifestado la misericordia divina y por eso creía que era “querido” por Jesús. Ese el sentimiento más grande y puro que se pueda experimentar sobre la tierra.

En este tiempo de manifestación gloriosa del Señor Jesús a través de su nacimiento estamos llamados a reconocer su amor. Jesús nació para morir en la Cruz y luego resucitar para que nosotros seamos testigos de su amor. Esto es el centro de nuestra Fe. Cree que Dios te ama. ¡Nunca lo dudes!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

El llanto es propio de naturaleza humana. Desde el momento mismo de nacer tenemos que demostrar salud mediante un grito o llanto. En particular, en los momentos difíciles de la vida o pérdida de alguien o algo querido, lo que se nos presenta son las lágrimas que simboliza la tristeza que experimentamos en esos acontecimientos de muerte existencial o interior.

María Magdalena era alguien a quien Jesús amó mucho. Le salvó de siete pecados capitales o graves. Le liberó de la tristeza y del rechazo social. En definitiva, le salvó de la muerte. Es natural que llore. Piensa que ha muerto su salvador. Corre al sepulcro, pero que alegría! Oh admirable sorpresa! No está muerto, HA RESUCITADO!!!

Eso es lo que Dios quiere que experimentemos. Donde se nos aparece CRISTO RESUCITADO no ha llanto, ni luto. Ten fe! El se aparecerá y te dará la oportunidad de experimentar la victoria sobre la muerte que experimentas hoy. Él te ama y quiere que tengas vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,11-18): En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.