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Rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron

En el poder de Jesús los mudos hablan, los ciegos ven y los leprosos quedan limpios. No son trucos de magia. Es la gracia de Dios que actúa en nosotros siempre que estemos dispuestos a acoger al Señor en nuestro corazones.

La señal que muestra la acción divina es la comunión en el amor. La peor enfermedad es el odio y divino, malestar que solo puede curar Dios. Reconciliar a los que están en división es lo más grande que se puede experimentar en cualquier relación humana.

No rechacemos el amor de Dios. Acotamos su palabra. Pongamos en práctica las enseñanzas de Jesús. Amemos a todos, especialmente a nuestros enemigos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,14-23): En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama».

¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!

La sola palabra de Jesús tiene poder. Al escuchar su voz los espíritus inmundos salían de los cuerpos de las personas poseídas. Su palabra tiene la fuerza de curarlo todo, de transformarlo todo. ¿Has escuchado alguna vez la voz de Dios?

Todos los días, créeme, Dios se manifiesta a los que ha elegido. El problema es que muchas de esas veces estamos como “mirando para otro lado”. Nuestra mente y corazón están centrados en otras cosas: dinero, fama, placer.

Hoy tenemos la invitación divina a centrarnos en el Señor. Aprendamos a descubrir todos los días la presencia maravillosa de nuestro Dios en cada aspecto de nuestra vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,21-28): Llegó Jesús a Cafarnaum y el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.

Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.