Archivo de la etiqueta: misericordia

Misericordia quiero y no sacrificio

La misericordia de Dios es infinita y es el rasgo de divino que más caracteriza a nuestro Señor. Si queremos saber cuál es la naturaleza de Dios solo debemos pensar en que Él es misericordia.

Hemos pecado y nos hemos alejado de Dios en nuestro orgullo y soberbia.  ¿Qué hace el Señor? Nos responde con misericordia. 

Hoy el Señor nos invita a no mirar la ley y las normas. Nos invita a caminar en la misericordia de Dios. Dejarnos transformar por su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,1-8): En aquel tiempo, Jesús cruzaba por los sembrados un sábado. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».

Con la medida con que midáis se os medirá

¿Qué le harías a los corruptos y delincuentes? ¿Les darías un poco de su propia medicina? Me imagino que mijos estarian de acuerdo con un padre de familia o dueño de negocio que le devuelve a un ladrón los tiros que le propina. Nos gustaría que “gindarán” por donde más le duela a los violadores y perversos, ¿cierto?

A pesar de que estas cosas salen de manera natural de nuestro corazón, el Señor hoy nos invita a no mirar los pecados de los demás. Nos invita ciertamente a mirar primero nuestros pecados.

 Muchas veces nos pasamos el día murmurando o criticando a los demás. A la vecina, al compañero de trabajo, a la pareja en el matrimonio e inclusive a nuestros propios hijos.

El Señor nos invita hoy a mirar la misericordia que Dios ha tenido con nosotros y aplicar esta misma misericordia a los demás. ¡Qué maravilloso sería el mundo si todos hiciéramos lo que nos manda el Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

Hoy estarás conmigo en el Paraíso

Si hay alguien que cambia la perspectiva de la vida y de la muerte es esa persona que está a punto de morir. Cuando se es joven no se piensan esas cosas. De hecho, es en la juventud cuando se asumen muchas ideas locas entorno a este tema como que no existe el cielo y que lo único que tenemos es esta vida. 

Un hombre le dijo a otro en el lecho de muerte: “¿y si no hay nada después de la muerte?” Y el otro le respondió: “¿y si hay algo?”.

Cuando se está a punto de morir se piensan muchas cosas y entre ellas está precisamente esa que acabamos de mencionar: ¿existe el cielo o no? Nos podemos hacer esa pregunta para luego reflexionar si iremos ahí o no.

La buena noticia del cristianismo es que verdaderamente existe el cielo y en Cristo todos tenemos acceso a él. Hermanos y hermanas, vivamos esta vida para prepararnos bien para que cuando nos llegue la muerte Jesús nos encuentra preparados.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 23,33.39-43): Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

La justicia, la misericordia y la fe

Las leyes nos ayudan a organizarnos en sociedad. Ordenan las relaciones humanas y ayudan a construir justicia. Nos ayudan a establecer orden donde podría haber caos. Un buen sistema de justicia es garantía de paz y tranquilidad. ¿Podría haber algún tipo de orden superior?

Jesús establece una nueva realidad. Vino al mundo no para abolir la ley sino para darle cumplimiento. Muchas veces al cumplir la ley podemos cometer una injusticia o mas bien condenar para siempre a una persona que podría cambiar de vida y mejorar. 

Muchas familias que han tenido a algún familiar preso han experimentado esta cruda realidad. Han pasado por la pena de ver el historial de un ser querido manchado para siempre. La justicia humana es imperfecta, no así la divina.

Jesús quiere que practiquemos la misericordia. Quiere que esté siempre el espíritu de la ley por encima de la letra. El espíritu de la ley es el amor.

Hoy te invita a poner en práctica la ley del amor con tu pareja, hijos, familiares, amigos y hasta con los enemigos. El mal se combate con el bien. La injusticia con la justicia. El odio con amor. Hoy es la oportunidad de amar a todos como Dios los ama. Cumplamos esta ley suprema y seremos felices siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».

Vete, y en adelante no peques más

Estamos en la recta final de la cuaresma. Ha sido un tiempo estupendo lleno de bendiciones. El desierto es un tiempo fuerte pero hermoso. La cuaresma es el tiempo donde damos muerte al “hombre viejo” mediante el ayuno, la oración y la limosna. Esperamos resucitar con Jesús en la Pascua. ¿Cómo este misterio se concretiza en nuestras vidas?

Una mujer adultera espera sentencia de muerte. La ley dice que tiene que morir. Le presentan el caso a Jesús y el dice: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

Nosotros somos TODOS pecadores. No hay en nosotros nada bueno o santo. Estamos mintiendo, robando, chismiando, odiando y murmurando constantemente. ¿Qué dice Jesús al respecto? Que el que esté libre de pecado qe tire la primera piedra.

El juicio de Jesús ante los hechos de pecado de los hombres y mujeres es la MISERICORDIA. Él sabe muy bien que estar en pecado es estar muerto… Y quiere que vivamos. Para vivir, para resucitar, es necesaria la misericordia. Resucitar es experimentar el perdón y el amor de Dios. Eso cambia la vida, eso nos hace no querer pecar mas porque vivir en el amor es mil veces mejor que vivir en el odio y la culpa.

¡Ánimo hermanos y hermanas! Hoy es el día de la misericordia. Abre tu corazón al amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,1-11):En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. 


Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.


Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?

La justicia humana es mucho más severa que la divina. Las leyes de cumplen por igual y no tienen posibilidad de perdón. Aunque las sociedades han creado la figura del indulto es algo extraordinario que solo concede el presidente en circunstancias excepcionales. ¿Cómo de vive esta realidad en el cristianismo?

Cuando un prójimo te falta o te hace daño debe retribuir o reparar ese error. El problema está en que la “cadena del mal” se hace interminable. Todos tenemos algo por lo que pedir perdón y nuestra acción cotidiana nos hace, muchas veces sin querer, faltarle a alguien. 

Para poner un ejemplo está el conflicto de los paises. Hay naciones enemistadas por siglos. Han vivido en guerra desde hace generaciones y todos han tenido algo de responsabilidad. Se han bombardeado mutuamente por décadas y de ambos lados se han contado innumerables muertes de víctimas inocentes. Todos estos sucesos crean heridas profundas difíciles de sanar. ¿Cual es la única solución posible? El perdón.

El amor se manifiesta en el perdón. No importa cuanto hagamos, el perdón cristiano implica saldar las deudas de un manera definitiva. Cuando un cristiano perdona o pide perdón lo hace apoyado en la realidad de que ha sido amado por Dios primero. La fuente del perdón cristiano es el Señor Misericordioso que nos ama y perdona siempre.

Definitivamente el mundo y nuestras vidas fueran mejores si pusiéramos en práctica esta palabra diariamente. Tu ayuno de hoy es pedir perdón y perdonar. ¡Ha llegado el momento del amor! ¡Estamos en la era del perdón!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.


»Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. 


»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».

Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo

La medida con que se mide algo es importante. Una balanza alterada puede marcar menos en el medidor para dar menos producto al cliente. También un reloj de tiempo puede darle mas tiempo a un “runner” o corredor para que de la apariencia que ha marcado mejor tiempo que los demás. En definitiva, la medida es símbolo de lo que quiere obtener al usar una regla o norma.

Cuando juzgamos los actos de los demás también tenemos nuestras propias reglas. Cuando vemos un joven que le falta al respeto a su padre o madre pensamos que el error está en ellos que se lo permiten. Cuando lo mismo hace un hijo nuestro creemos que es culpa de nuestro hijo, nunca nuestra. Es decir, dependiendo de las circunstancias hacemos juicio de valor o evaluamos una situación concreta.

La palabra de Dios cuando nos dice “con la medida con que midáis se os medirá” nos quiere llamar la atención sobre algo fundamental. Si nuestra “forma” de evaluar los actos de los demás es exigente, así seremos evaluados. Es una invitación seria a la misericordia. Si no juzgamos, si excusamos, si justificamos a los demás  así hará Dios con nosotros.

Seamos GENEROSOS a la hora de juzgar los actos de nuestro prójimo y tengamos por seguro que así mismo Dios hará con nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,36-38):En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!

Que duras fueron las palabras de Jesús al hablar de fariseos y escribas. Los “Ay” de nuestro Señor dirigidos a los maestros de la ley son terribles. Casi no reconocemos al Jesús misericordioso y amoroso en estos momentos. ¿Por qué fue tan severo?

Lo primero es que debemos saber que entre los discípulos fieles de Jesucristo habían fariseos y escribas. Esto quiere decir que no era un tema en contra de una secta o tipo de gente en particular.

Por otro lado, es importante que se sepa que no fueron los fariseos o escribas los que juzgan, condenan y matan a Jesús. Es el Sumo Sacerdote con un Sanedrín dominado por Él que trama la injusticia más grande que ha ocurrido en toda la historia de la humanidad.

Entonces, ¿cuál es el mensaje que Dios nos quiere dar? Que no seamos hipócritas. Que no vivamos una doble vida.

Es tan fácil para nosotros ir a misa, compartir con la comunidad o grupo de la iglesia, inclusive participar en una novena a San José. Son cosas buenas, queridas por Dios. Pero lo más importante es que estos actos sean reflejo o consecuencias de algo mucho mejor. El amor y sus frutos son lo más importante.

Los signos que llaman a la Fe no son los ritos cumplidos externamente. Lo que hace de nosotros verdaderos cristianos son las obras de amor, justicia y misericordia que podamos hacer.

¿De qué le sirve a la Señora María rezar el Rosario todos los días si no perdona a su marido? ¿De qué te sirve no faltar a una celebración y vives “acabando” con los demás?

El amor es el cumplimiento pleno de la ley. Lo que hace que nuestras obras estén acompañadas de acciones de sincero amor. Dios te puede regalar todo esto gratis. El te ama y quiere corregirte. Por eso te dice la verdad. No seas como los Fariseos. Se como Jesús. Uno que ama y manifiesta ese amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».