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¿Habéis entendido todo esto?

Leer las escrituras puede en algún momento resultar confuso y ambiguo. Hay en ella un lenguaje especial. Jesús habla en parábolas pero también se utilizan figuras literarias propias de su tiempo. Hace falta entenderlas en su contexto y con la asistencia del Espíritu Santo.

Cuando se habla del Reino de los Cielos se le quiere comparar a realidades que son comunes a las personas sencillas de la antigua Palestina. Lanzar las redes y la figura del escriba son ejemplos concretos de realidades que se daban en la Galilea y Judea de los tiempos del Señor.

En el tiempo de Jesús la palabra “escriba” designaba a una clase de hombre a quien se le había instruido en la Ley. Se dedicaba al estudio sistemático y la explicación de la Ley. Pertenecía al grupo de los maestros de la Ley o los versados en ella.

Cuando un hombre como este reconocía a Jesús como Mesías y Señor era como llevar esa Ley que había estudiado y en la que creía a su máxima expresión. Era “sacar de sus arcas lo nuevo y lo viejo”. ¡Una verdadera bendición! ¿Qué es esto nuevo? Reconocer que el AMOR de Dios era Jesús hecho hombre, muriendo y resucitando por él. Reconocer que el “Shemá Israel”, el mandamiento de la Ley, se realiza plenamente en Jesucristo.

Ser de los “peces buenos” es precisamente eso. Una persona que reconoce el amor de Dios en su vida diaria, que responde a los acontecimientos de su vida con ese mismo amor, es de los “peces buenos”. Ser justo es reconocer que amar es cumplir la ley entera y estar dispuesto a que se cumpla en su vida.

¡El Reino de los Cielos ha llegado ya! No más lutos ni llantos ni pesares. ¡Resucitó!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,47-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

El Reino de los Cielos es semejante

En nuestro hablar cotidiano solemos utilizar frases de exageración para enfatizar alguna cuestión. “Más viejo que Matusalén”, “Fulano tiene un ego del tamaño de una Catedral”, “Me di tremenda jartura”, son sólo algunos ejemplos de frases populares que utilizamos para significar que algo que nos pasó, hicimos o poseemos es verdaderamente grande o importante.

¿Quién en su sentido común vende todo lo que tiene para comprar un campo donde ha encontrado un tesoro y para colmo lo esconde? ¿Qué comerciante vende lo que tiene para comprar un único producto? Lo lógico sería incrementar tus posesiones, no vender todo para quedarte con una sola cosa. Parecen cosas sin sentido pero comunican algo muy profundo.

Dar todo lo que se tiene por algo significa que eso es tan importante que vale la pena darlo todo por ello.

Jesús siempre nos invita a darlo todo. La misma invitación le hace a los apóstoles, a sus discípulos, al que quiera seguirle, al joven rico; en fin, a todo aquel que quiera tener VIDA que deje (venda) su vida anterior y empiece nuevamente. El apego a nuestra vida pasada, nuestros bienes materiales y afectivos, nos mantiene esclavizados. No nos permite vivir en plenitud y libertad.

¡Esta es la buena noticia de hoy! Hemos encontrado el tesoro más grande que se puede tener, hemos hallado la perla más cara que se pueda encontrar, y eso mis queridos hermanos es el AMOR de Dios! No hay en este mundo algo que pueda superarlo. Vivir en plena libertad es vender HOY todo lo que nos esclaviza y acogernos a lo único que puede darnos vida y felicidad. Descubre el amor de Dios siempre presente en tu vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,44-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

Cuando uno quiere que un niño entienda mejor algo complicado utiliza una de las formas más efectivas para ello: el cuento. A los niños les encantan las historias entretenidas y fantásticas. Comprende muy bien las cosas que les son explicadas de una forma sencilla y cercana, usando figuras y elementos de su entorno. Lo mismo ha hecho Jesús con nosotros.

Decir que una semilla súper pequeña crece y se convierte en un árbol gigante es un relato muy gráfico y comunica de una manera muy efectiva lo que se quiere decir. Hablar que una mujer de los tiempos de Jesús le ponga levadura a tres medidas de harina es también una exageración. Estas son “parábolas” que comunican mejor el mensaje a un público como nosotros que somos como niños que nos es difícil entender un concepto tan complicado como el “reino de los Cielos”

Lo central del mensaje está en la dimensiones. El Reino de los Cielos es tan grande e importante que nada ni nadie lo puede superar. Estar en el reino de Dios es tan trascendental que un hombre puede vender todo lo que tiene con tal de estar y permanecer en él. ¿Qué es en definitiva el reino de los Cielos?

La clave está en sus consecuencias, en el efecto que causa en nosotros. En el reino de nuestro Señor se vive en paz, alegría, gozo y amor. Entrar en el reino de Dios es vivir en el perdón, compasión y misericordia. Cuando una persona o familia vive en el reino celeste se perdona, justifica y ama.

¿Cómo son los reinos de este mundo? Están llenos de discordia e idolatría. Vivimos en un mundo donde las personas buscan su propio interés y donde no hay mayor tesoro que el tener.

Tener a Dios como rey en nuestros corazones es lo más grande que le puede pasar a una persona. Podemos vivir de una forma totalmente nueva. Vivir una vida en fiesta y alegría.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.