Archivo por meses: octubre 2018

Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?

A ti, que estás leyendo este escrito, te pregunto: ¿alguna vez te has molestado con alguien o has sido violento? Me imagino, si respiras y comes, que tu respuesta será si. La verdad es que todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado algún nivel ira o violencia.

Normalmente esto sucede cuando algo o alguien no es como quisiéramos que fuera. Nos molestamos con todo lo que va en contra de nuestros esquemas. Nos resistimos a asumir la vida como es.

Es por eso que Jesús nos invita a ser siervos, humildes o pequeños. La misión del cristiano es ir a morir en el monte de Jerusalén, es decir, dar la vida por los demás. ¡Ánimo! Quien ama acepta todo y ama a todos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,51-56): Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor

Es una tendencia en el ser humano buscar siempre los primeros puestos. Hay personas que son capaces de hacer lo que sea con tal de alcanzar la meta de ser el primero. Se busca dinero y poder para alcanzar esa primacía sobre los demás. ¿Qué dice Jesús?

En el cristianismo encontramos una invitación formal para combatir esa tendencia. Es decir, somos invitados a buscar lugares de servicio más que de poder. El último lugar, ser pequeños o servidores, es el espacio donde los cristianos pueden mostrar la verdadera naturaleza de Dios.

Busquemos ser servidores en todo: en el matrimonio, en la familia, el trabajo y demás lugares donde Dkos nos ha llamado a mostrar su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».

Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».