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El que pierda su vida por mí, la encontrará

El seguimiento a un líder siempre supone muchos desafíos. Darle tu compromiso, pasión y dedicación a una causa implica desprendimiento, renuncia, trabajo y en algunas circunstancias… Sufrimiento.

¿Cuál es la propuesta de Jesús?

Este listado de condiciones y requisitos dan miedo. Tenemos a un Jesús diciendo que sí le sigues… Tendrás que amar a Dios más que tus otros “amores”, vas a sufrir decepción, te van a traicionar y vivirás enfrentamientos de todo tipo. ¿Cómo puede una persona con sentido común seguir a una persona con esta propuesta? Porque el que lo sigue… Tendrá VIDA!

La clave de la propuesta de Jesús no está en las renuncias, aceptaciones y exigencias. Eso, mis queridos hermanos y hermanas, siempre lo tendremos, con y sin Jesús. Lo que nuestro Señor nos propone es vivir todo eso desde su experiencia, desde su Fe. Eso es vivir en plenitud! Aceptar la cruz, renunciando a este mundo (tendremos todos al final que renunciar a él..) viviendo en el Amor!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,34–11,1): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Con sólo tocar su manto, me salvaré

Padecer algún tipo de enfermedad es parte de la vida. El ser humano enfrenta a lo largo de su vida el peligro de un virus hasta algún padecimiento crónico. Todos tenemos miedo de la enfermedad, de padecer algún mal.

Hoy tenemos dos ejemplos que hacen referencia a la misma realidad: la muerte. En primer lugar, una mujer que pierde sangre, que pierde “vida”. Y en segundo lugar, una muchacha a la cual sus familiares ya lloran con desesperación.

En ambos casos, ante la presencia de Jesús, las cosas cambian de forma radical. Al “tocar” a Jesús se detiene el “flujo de sangre”. En el poder de Jesús la muchacha “muerta”, recupera la vida.

Aquí tenemos una fuerte invitación a la Fe. Tanto el magistrado como la mujer enferma tienen la seguridad de que “tocando” a Jesús pueden obtener lo que quiere: VIDA!

Sanar y resucitar son dos palabras que tienen el mismo significado. ¡En Jesús se nos da el poder vivir! ¿Te lo crees? ¿Tienes la actitud del magistrado y de la mujer enferma? ¡Ten Fe! En Él, tu “muerte” será transformada en VIDA!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?

Muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de profesar públicamente, con palabras o con obras, nuestra Fe.

Es curioso, un tanto extraño, que unos poseídos reconozcan en Jesús su condición de Hijo de Dios. Dice la escritura: “todo aquel que confiese con su boca que Jesús es Señor, se salvará”.

Esto podemos entenderlo desde la exégesis cristiana. Estos que profesan la fe pero que le dicen a Jesús “¿que tenemos nosotros contigo Señor?” son imagen del hijo pródigo. De aquel que vivía en la “casa del Padre” pero que quiso salir de ella y hacer con su vida lo que pensaba era mejor. En otras palabras, le da la espalda a Dios, abandona la casa del Padre para ir a las cuevas donde habitan los “demonios”. Deja la luz para ir a las tinieblas.

Lo endemoniados estaban furiosos. Eran hombres o mujeres viviendo en un estado de desesperación. La furia significa ira o violencia contra algo o alguien. Este estado mental es característico de las personas que no aceptan su vida y por tanto no aceptan a los demás. “Nadie era capaz de pasar por aquel camino” significa que estaban solos. Vivían en la soledad, sin amar y sin poder ser amados. ¿Alguna vez has estado en esta situación? ¿Hoy te sientes así? ¿Quién o qué en tu vida te hace estar furioso, con ira o violencia?

La buena noticia es que Jesús es el que destruye o exorciza estos “demonios”. Nuestro Señor saca de tu corazón la furia, irá y violencia. Te hace manso y humilde. Te saca del tormento y te introduce en la paz.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Maestro, te seguiré adondequiera que vayas

Todos los años, una buena cantidad de personas (no es mi caso) tienen el privilegio de planificar sus vacaciones.

En este proceso de determinar que hacer y a donde ir, preguntamos a la familia y buscamos asesoría. Casi siempre, todos y todas prefieren ir a sitios divertidos, entretenidos, exóticos y diferentes. Lugar donde “botar el golpe”, salir de la rutina, escapar de la “realité”… como dice un estimado hermano de mi comunidad.

La realidad (realité) es que nuestra vida está “marcada” por acontecimientos y hechos que muchas veces no son de nuestro agrado. Crecer, trabajar; en definitiva, vivir! es un proceso de crecimiento que se realiza en base a la experiencia constante de penas y alegrías, fracasos y logros, heridas y curación.

Cuando Jesús nos dice que “no tiene donde reclinar la cabeza” nos habla precisamente de ese aspecto de la vida que la mayoría no quiere aceptar, vivir o experimentar.

¿Seguir a Jesús? ¿Dónde va Jesús? Pues a la CRUZ! Donde definitivamente reclinó su cabeza… Eso no lo digo en sentido negativo… Es que mis queridos… Esa es la “realité”…

La vida es reír y llorar. Preferimos reír siempre, pero para crecer, también debemos aprender a “llorar”, aceptando el sufrimiento de cada día como una bendición que nos hace más fuertes, nos hace valorar lo que tenemos, nos hace amar a Dios como le ama Jesús! Dispuesto a hacer la voluntad de Dios siempre! Porque el sabe que la cruz no le mata! Más bien, le preparó para la resurrección.

Podemos irnos de vacaciones este verano para escapar de la “realité”… pero jamás podemos escapar de la realidad de la vida. Seguir a Jesús es aceptar nuestra historia como bendita! Es descubrir su amor en todos los hechos de la vida. Bendita realidad! Bendita “realité”!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».