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María ha elegido la mejor parte

¿Elegimos la mejor parte de la vida? Puede ser que nos pasemos el tiempo preocupados y afanados por las mismas cosas superfluas e innecesarias de las que se ocupan las personas sin fe. No sea así entre los cristianos.

La vida nos viene de estar siempre en la presencia de Dios. Adorar al Señor y servirle en todo momento es la verdadera misión de toda persona de fe. Ciertamente, estamos en el mundo para hacer, como la levadura en la masa de harina, fermento de todos. Los cristianos son como antorchas vivas que iluminan las tinieblas del mundo. Esto se hace haciendo la voluntad de Dios. Amándole con todo el corazón, el alma y la mente.

La vida cristiana es de acción contemplativa. Vivimos en el mundo pero no somos del mundos. Amamos a todos y con nuestros hechos damos testimonio creíble de Dios. Con el corazón puesto en el Señor, cambiemos el mundo para mejor. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra

El cristiano está llamando a elegir la mejor parte. Lo mejor de esta vida no es el dinero, la fama o el poder. Lo más valioso de esta vida presente no es tener trabajo, afectos humanos y reconocimiento de la sociedad. Lo más importante en la vida es encontrarse con el Señor.

Vivimos en mucho afanes. Estamos siempre con la mente ocupada en los temas mundanos. Casi nunca nos damos la oportunidad de silenciar el ruido mundanal y estar en la presencia silenciosa de nuestro Dios. Él que logra la paz interior, transforma su alma y es capaz de vivir cada día en una alegría maravillosa.

Nunca perdonamos la intimidad con nuestro Señor. Estemos siempre en su presencia. Iluminemos todas las cosas y todas nuestras acciones con la luz de su palabra. Solo así estaremos siempre en el lado bueno de la vida. Así seremos verdaderos cristianos. Amén

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Cada día trae su propio afán. Estamos sometidos a un activismo diario que perturba nuestra tranquilidad interior. Nos parece que el tiempo no nos y la ansiedad es la norma en nuestra vida. ¿Cómo afrontar esta situación desde la fe? Con la oración.

La comunicación asidua y continua con el Señor es fundamental para vivir en plenitud. Necesitamos estar siempre en la presencia de Dios. No quiere decir que dejemos de trabajar o de atender los asuntos de nuestro tiempo. Lo que significa este llamado urgente a la oración es que todo es vanidad y que lo más importante es saber que Dios es el principio y fin de todo lo creado.

Pidamos al Señor la gracia de la oración. Necesitamos vivir en su presencia. Vivir en su gracia es lo más importante. Estemos a sus pies contemplando siempre su amor eterno. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Vivimos afanados y preocupados todos los días. Estamos en un continuo esfuerzo diario por tener más cosas y alcanzar nuestras metas materiales. En medio de tanto ajetreo, existe el peligro de descuidar lo más importante: Dios

Los cristianos somos aquellos que centramos nuestro corazón en el Señor. Estamos siempre en la presencia divina y desde ahí podemos vivir en plenitud. Nada está por encima de la voluntad de Dios. Nadie puede alejarnos el amor del Señor.

No caigamos en la tentación de centrar nuestra vida en las cosas que perecen. Busquemos siempre los bienes divinos. Lo demás vendrá por añadidura. Amén.

Leer:
Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

María ha elegido la mejor parte

La mejor parte siempre es el Señor. Amarle con todo el corazón es el camino de la felicidad. Nuestro Dios nos lo ha dado todo, ¿cómo no tenerle en el centro de nuestra vida?

Las distracciones de la vida nos llevan a tener puesta nuestra atención en muchas cosas sin importancia. Nos pasamos toda la vida buscando en las cosas materiales un suspiro de amor y felicidad. La realidad es que debemos buscar donde realmente está la vida, que es en el Señor.

Seamos como María, elijamos la mejor parte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

María ha elegido la parte buena

¿Cuál es la “parte buena” a la que hace referencia el Señor en el evangelio?

En la escritura hay dos hermanas que tienen dos actitudes distintas a la hora de relacionarse con el mundo y con Jesús. Una de ellas está muy atareada con las del día a día. Se parece a nosotros que estamos en un afán constante. La otra, sin embargo, está atenta a Jesús. El señor aprovech para dar una catequesis. Dice que lo mejor es la oración, es decir, que debemos estar siempre en una oración constante sabiendo que Dios está presente o guía nuestra vida.

Es importante tener una vida de oración. Experimentar una cercanía constante con nuestro Señor. De ahí nos viene la vida. No hay otro camino. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Una sola cosa es necesario. ¿Qué será? Estar a los pies del Señor contemplado su amor y su gloria. Alguno me dirá que esto es una pérdida de tiempo. Me reclamarán que la vida está llena de muchos afanes, compromisos y trabajos. Otros comentaran que nadie puede vivir de hacer “nada”… que con eso no se come. Esto no es lo que ha dicho Jesús.

Haces unas semanas tuve el privilegio de ser llamado por Dios a poner en práctica la palabra de la misión. Fui enviado a una misión de dos en dos a Haití. Sin dinero en el bolsillo, con una Biblia en mano y con la Fe de que Dios cuidaría de mi, caminé kilometros por las todas las calles de Puerto Príncipe. ¿Qué experimenté? Una alegría perfecta que fue fruto de saber que solo una cosas es importante: hacer la voluntad de Dios y vivir de esa voluntad.

Mis hermanos, no hay mayor alegría que la que surge de experimentar todos los días el amor de Dios. Ya sea que estemos trabajando, en casa, haciendo ejercicio o descansando; en todo momento solo invitados a estar en la presencia continua de Dios. Esta es la felicidad perfecta. ¡La alegría del cristiano!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

La vida se complica cada vez más. En la medida que los avances científicos y tecnológicos inundan el planeta, la existencia humana se llena de complicaciones, tareas y activismo crónico. ¿Qué se puede hacer en este sentido?

Jesús nos ofrece el ejemplo de dos personas que quería mucho: Marta y María. Marta es ejemplo del mundo y sus preocupaciones. La mente y el cuerpo del hombre y la mujer del siglo XXI vive ocupado de muchas cosas. Ciertamente son todas muy importantes. Pero hay algo mucho más importante. 

Dice Jesús que hay necesidad de una sola cosa, y esto es el Amor. María ha elegido contemplar el amor de Dios en su vida. Esto no quiere decir que María se fue al convento a pasar su vida en oración. Lo que significa es que ha elegido contemplar el amor de Dios en todos los detalles, grandes o pequeños, que ocurren en su vida a diario. Está continuamente a los pies del Señor, en actitud contemplativa, descubriéndole presente en todo. Dios nos llama a hacer lo mismo que María. Una sola cosa es necesaria y es contemplar el Amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Los seres humanos siempre estamos en necesidad. Necesitamos del aire para vivir. Sin el agua morimos en pocos días. Si nos faltara el alimento, dicen los expertos, que en un mes estaríamos muertos. En fin, vivir es prácticamente un milagro. ¿Cuál de todas las cosas que usamos diariamente sería la más importante?

Jesús nos propone un camino. Este camino conduce al encuentro personal y profundo con Dios. No es que podamos vivir sin la presencia de Dios en nuestras vidas porque Él siempre está con nosotros. Más bien, es que nosotros necesitamos contemplar a Dios en toda nuestra vida, en cada rincón de nuestra existencia y en cada momento de nuestra vida.

Dos hermanas nos muestran esta realidad misteriosa de nuestra existencia. Por un lado Marta y del otro María. Ambas son íntimas de Jesús pero hay una que eligió lo mejor: vivir día a día en la presencia del Señor.

¡Ánimo! Hoy es una gran oportunidad de sentir a Dios presente en todo lo que hacemos. Déjate amar de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Marta, Marta, te preocupas y te agitas

Muchas cosas en el día a día nos preocupan y agobian. El trabajo, los problemas familiares, los estudios y tantas situaciones hacen que enfrentar los desafíos diarios sea en algunas ocasiones difícil. ¿Qué dice Jesús respecto a eso?

El Señor nos dice que hay dos formas de enfrentar la vida. Por un lado, puedes estar enfocado en esas cosas diarias. Te consume la inmediatez de la vida y no te das cuenta de los detalles importantes que perdemos por estar atento a tantas cosas.

Son embargo, existe una manera superior de vivir. Puedes estar contemplando las maravillas de Dios en todo. Las amistad, tus padres, tus hijos, el sol que amanece y hasta los problemas se convierten en bendición cuando sabemos descubrir en ellos la presencia y voluntad de Dios. 

Contemplar el amor de Dios es vivir de una forma plena y maravillosa. Hazlo hoy y experimentarás la diferencia. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».