Archivo por meses: junio 2018

Brille así vuestra luz delante de los hombres

Los cristianos estamos llamados a ser sal y luz del mundo. Ésta llamada no tiene nada que ver con nuestra capacidad de hacer el bien. Tiene relación con el poder de Dios que puede y quiere habitar en nosotros. La luz del Cristiano es en el fondo la luz de Cristo.

Una vez me hicieron una metáfora preciosa. Me dijeron que los cristianos somos como la luna y Cristo es el sol. La luna no brilla con luz propia. El Sol si. Es por eso que nosotros, cuando hacemos la voluntad de Dios, somos simple reflejo de las maravillas de Dios.

¡Ánimo! Seamos buenos espejos del amor de Dios. Nuestro reconocimiento sincero y humilde de la precariedad en que vivimos nos hace mejores discípulos de Cristo. El mundo necesita que demos testimonio sincero y profundo de su amor. Dejemos que Dios haga esa obra en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

Bienaventurados los pobres de espíritu

Bienvenaventurados signfica feliz aquel.
Es decir, que aquellos que tengan ciertas condiciones o vivan de cierta manera son felices como Dios quiere. ¿Quienes son los dichosos o bienaventurados según Dios?

Los que reconocen humildemente su necesidad de Dios, los que asumen la cruz de cada día con apertura y con la seguridad de que en ella pueden encontrar la santidad, los que siente necesidad del amor de Dios todos los días; en fin, todos aquellos que con un espíritu pobre gritan a todo pulmón por el amor de Dios.

Mostrar el amor de Dios con nuestras vidas es el camino de la bienaventuranza. Es el camino que conduce a la vida eterna. Es el Amor al enemigo manifestado en Cristo Jesús.

¡Ánimo! Somos dichosos en el Amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12): En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».

Mirarán al que traspasaron

Con una lanza traspasaron el costado de Cristo. De su corazón salió sangre y agu, símbolo de la eucaristía y del bautismo. Su corazón es el centro de toda vida cristiana. La vida de los sacramentos comienza y termina en el corazón amoroso de Cristo.

En el corazón de Jesús, de su amor, se originan todas las gracias y dones. Su amor lo llena todo, lo invade todo, lo sana todo. ¿Qué necesitas hoy? Experimentar su amor. ¡Cristo te ama! ¡Nunca lo dudes!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 19,31-37): En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él.

Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Muchos eran los mandamientos a los que se sometía el pueblo de Israel. Ciertamente, algunos eran inventos de hombres. Es por eso que los expertos en la ley vivían indicando cuál podía ser el más importante. Cumplir la ley significaba estar en salvación. Era vital para aquellos que querían salvarse.

Jesucristo aclaró esta duda de muchas maneras. Siempre dijo que la mejor forma de cumplir todas las leyes y mandamientos era AMAR. Si desde lo profundo de nuestro corazón amamos a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos, seremos felices y por tanto, verdaderos hijos de Dios. El amor es la clave. El amor de Dios. Abre tu corazón. Siéntelo y recíbelo en tu corazón. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28-34): En aquel tiempo, se llegó uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que estos».

Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

No es un Dios de muertos, sino de vivos

Muchos de los que han sido llamados por Dios al cristianismo, estaban en situaciones de sufrimiento y muerte. Aquellos que tenían una vida sin sentido, experimentaban la muerte existencial. Sentían que la vida no era para plena y feliz. Se sentían muertos.

Jesucristo viene a cambiar radicalmente la vida de aquellos que se encuentran muertos interiormente. Le viene a dar vida a los que sufren, se sienten solos, están enfermos, o simplemente piensan que debe haber una mejor forma de vivir.

¡Ánimo! ¿Te sientes muerto? Dios es un Dios de vivos. Él te resucitará.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,18-27): En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».

Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».

Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios

¿Cuál es tu preocupación? ¿Qué te inquieta en el día de hoy? Si queremos saber dónde está nuestro corazón, pregúntate dónde está tu atención de día a día. Si estás preocupado por el dinero, que ganas poco, que de dónde vas a sacar dinero para page tus deudas; entonces tu preocupaciones son las cosas de este mundo.

¡Atentos! No es que sea algo antinatural eso. Lo que dice el evangelio es que debemos moderar dichas preocupaciones. Piensa en que todo pasará. Piensa que lo más importaste es Dios. Trabaja, gana y paga. Pídele al Señor esa gracia. Y que tu preocupación mayor de cada día sea hacer la voluntad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,13-17): En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».

Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.

La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido

El Señor espera de nosotros que demos fruto. ¿Qué significa eso? Que aceptemos a su hijo Jesucristo por lo que debemos amar a los demás.

En nuestra vida, Dios envía muchos mensajeros y profetas. Son personas sencillas, de diferentes realidades, que nos acompañan en este caminar vital y nos hacen presente a Dios. En muchos casos nuestro Padre Dios utiliza a nuestros prójimos para darnos un mensaje de parte de Él. Una corrección, una orientación o consejo de un amigo o de un familiar son medios a través de lo que Dios se hace presente.

Acepta los enviados de Dios a u Vida. No rechaces su palabra. Dios nos ama y quiere que demos frutos de vida eterna que tienen como base el amor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,1-12): En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.

»Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.

»¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’».

Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.

Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes

Los cristianos estamos llamados a dar frutos en todo tiempo. Nuestra conducta debe estar guiada siempre por las inspiraciones del Espíritu Santo. No podemos ser escándalo.

Jesús, en la higuera y en el templo, se percata que cuando va a buscar frutos lo que encuentra es una conducta fuera de la ley de Dios. Las personas se han aprovechado de lo bueno para hacer lo malo.

Hoy pidamos al Señor que nos conceda dar frutos de vida eterna. No maltratemos, no ofendamos, no desear los bienes de los demás. Amemos a nuestro prójimo y seamos felices. Esa es la voluntad de Dios. Ese es el fruto que quiere que demos siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 11,11-25): En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!». Y sus discípulos oían esto.

Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!». Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.

Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca». Jesús les respondió: «Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas».