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¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Si somos sinceros con nosotros mismos tenemos que reconocer que amamos muy poco o mejor dicho, amamos a nuestra manera o de forma muy precaria.

El amor de Dios supera todo tipo de amor humano. Las personas aman siempre y cuando el objeto o sujeto de nuestro amor nos edifique o construya. Amamos a nuestra pareja, hijos, amigos, padres y demás personas siempre y cuando sean buenos con nosotros y nos correspondan el amor que le tenemos. La gran paradoja es que nadie puede amarnos en plenitud o de manera perfecta. Esto solo puede hacerlo Dios.

Es por eso que el centro o piedra angular de nuestra felicidad es amar a Dios con todos lo que tengamos y sabien que Él nos ama, dar a los demás de ese amor que Dios nos da. Esa es la perfecta felicidad. Lo demás es vanidad de vanidades.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos». 
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí

Jesús, en algunas ocasiones habló muy con cierta dureza a los fariseos y escribas. ¿Por qué hacía esto? Porque quería llamar la atención sobre lo que realmente importa: el cumplimiento del espíritu de la ley.

En nuestra cultura occidental es constumbre el apego a los procedimientos y normas. Nos enfocamos en procesos que a veces no toman en cuenta la dimensión humana, es decir, olvidan que las leyes y reglamentos se elaboran para servir mejor a la persona humana y a la sociedad en general.

Nuestro Señor Jesucristo siempre pone acento o atención en lo que es realmente importante. Es el espíritu de la ley, basada en el amor, lo más importante de una normativa. Por amor hacemos todo. Por amor se establecen las constumbres y se refuerzan los comportamientos. Es el amor la ley de leyes. Si amamos, cumplimos la ley entera. ¿Estás dispuesto a cumplir esta ley de amor? ¡Ánimo! Dios nos ayudará siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,1-13): En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-. 
Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro “Korbán” -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas».

Amar a Dios con todo el corazón

Si tuviéramos la oportunidad de saber cuál es la clave de nuestra felicidad haríamos lo que fuera para descubrirla. Nos pasamos la vida buscando la realización plena en esta existencia y es por eso que leemos, hablamos, investigamos y preguntamos constantemente sobre como alcanzarla. En tiempos de Jesús los seres humanos tenían la misma preocupación.

Cuando hacemos ejercicio o algún deporte necesitamos siempre de un entrenador o guía que nos indique como podemos alcanzar nuestra meta. Bajar de peso o tonificar los músculos de manera óptima requiere de ayuda de un buen “coach” o “personal trainer” que nos planifique las rutinas que debemos ejecutar y nos de seguimiento en el cumplimiento de nuestras metas.

Jesús es el mejor de los “entrenadores”. Reconocer en Él la mejor forma de llegar a la felicidad plena es el primer paso de nuestra salvación. Es por eso que maestros, sabios y personas de todo tipo le hacían múltiples preguntas. Un día alguien le hizo las más importante de todas: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” 

Jesús responden con la clave fundamental de nuestra felicidad: Amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos.

Hermano y hermana, ¿quieres ser feliz? ¿Quieres tener vida dentro de ti? ¿Quieres alcanzar la realización plena en esta vida? Jesús ya te ha dado la respuesta. Si amas a Dios y a tu prójimo serás feliz. Pon esta palabra en práctica hoy y todos los días de tu vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28b-34): En aquel tiempo, uno de los maestros de la Ley se acercó a Jesús y le hizo esta pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos». 


Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Vivimos en mundo lleno de leyes, reglamentos y normas. Las naciones tienes sus constituciones desde las cuales emanan cuerpos legislativos que regulan la vida en los país. Sin ese conjunto de instrumentos legales sería muy difícil la vida en sociedad.

Israel era una nación que también cumplía con esta realidad. En su caso, las leyes adquirían carácter divino. Eran el mismo Dios y su enviado Moisés los autores fundamentales de la ley y sus mandatos.

En su afán de regular la vida, los fariseos y demás grupos, añadieron leyes, mandamientos y normas que hacían casi imposible su cumplimiento sobretodo para las personas más pobres y marginadas. Para que se considerara que una persona era justa según la ley mosaica había que cumplir con más de 600 preceptos.

Por todo esto, tiene mucho sentido el “gancho” que los fariseos, expertos en la ley, le “tiran” a Jesús. Él, como siempre, da una respuesta genial.

Amar a Dios y al prójimo son el centro del mensaje divino, el camino de la felicidad y las palabras de vida dadas a Moisés, que hoy quieren hacerse realidad en nuestras vidas.

Nuestro corazón, mente y fuerzas deben centrarse en el Señor más que las cosas pasajeras de este mundo. Amarle a Él y en este amor, amar a nuestro esposo o esposa, hijo o hija, padre o madre, amigo o amiga, incluyendo hasta nuestros enemigos es la perfecta felicidad. Esto sólo podemos hacerlo por gracia de Dios. ¡Ánimo! Dios nos ha dado esta ley fundamental cumplida ya en Jesucristo. En Él se puede, por pura gracia, cumplir en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».