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Hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Estamos siempre metidos en muchos afanes. La cantidad de cosas que tenemos pendientes en un día muchas veces sobrepasan nuestras posibilidades de cumplirlas. La vida es un solo “corre corre”.

Los seres humanos necesitamos priorizar nuestro tiempo. Es importante saber que es lo más importante en el día para dedicarle a eso la mayor de las atenciones. ¿Cómo podemos definir esta importante decisión?

Marta y María nos invitan hoy a poner toda nuestra vida en el Señor. ¿Cuál es la “mejor parte” que eligió María? Poner toda nuestra vida en manos de Dios. La palabra y la oración son caminos que conducen a la Vida. Sólo una cosa es necesaria: amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas y al prójimo como a nosotros mismo.

Queridos hermanos y hermanas. Seamos fieles a la llamada de Dios. El quiere lo mejor para nosotros. Dejemos nuestro enfoque en las preocupaciones de este mundo. Dios provee y dará a cada uno lo oportuno. Tú en cambio pon todo tu corazón en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel

Ayer celebramos la fiesta de la “Exaltación de la santa Cruz”. Un día muy especial para toda la iglesia. La palabra que la iglesia propone hoy para todos sus fieles tiene relación con dicha celebración litúrgica. ¿Por qué?

Jesús hizo posible la salvación de todo el género humano a través de su muerte en la cruz y posterior resurrección. El madero santo fue instrumento, por decirlo de alguna manera, de redención para todos los hombres y mujeres de todas las generaciones.

La cruz, en las escrituras, es símbolo de todo lo que nos destruye, nos mata o va en contra de nuestros esquemas o personalidad. Así como en Jesús fue un “trono de gloria” sobre el que reinó, así somos invitados todos los cristianos a ver en nuestras cruces de la vida instrumentos de santificación. ¿Hoy puedes decir que tu cruz es buena o “gloriosa”?

Una enfermedad, la muerte de un ser querido, alguna deformación física, una persona que nos hace sufrir, ente otras muchas cosas, pueden ser escándalo o causa de pérdida de Fe para muchos, pero para otros pueden ser los medios que Dios utiliza para salvarnos, acercarnos a Él o llevarnos a vivir la vida de una forma más plena.

Los momentos en que he tenido mayor paz y cercanía con Dios son precisamente aquellos en los que la cruz, al igual que la virgen María, me “atravesó el alma”.

Mis queridos hermanos y hermanas. Hoy bendigan a Dios por la cruz o cruces que nos ha regalado. ¡Dios es bueno! Su amor se manifiesta de formas misteriosas pero al final siempre nos libera de la muerte y ¡nos resucita!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Nacimiento de la virgen María

Todos tenemos una ascendencia. En nuestro país es muy frecuente buscar de quién es hijo o descendiente una persona. Es muy común la expresión “fulano hijo de fulana” o “esa persona es de la familia tal”. Esta preocupación por saber a que familia pertenece una persona viene de pensar que esto puede determinar su conducta, inteligencia o nivel de honestidad. ¿Cómo se refleja eso en la vida de Jesús?

María es la madre de Jesús. Es hija de la humanidad. Su naturaleza es puramente humana pero es especial. Ella desciende de un linaje creyente. Es una “anawin” o pobre de Dios. Pertenece a un pueblo orante. De esta estirpe nació Jesús.

Jesús no es un hombre de abolengo. No tiene apellido de gran familia rica. Es simplemente hijo de María, esposa de José. Su naturaleza divina es contenida en la fragilidad de su carne. Es imagen nuestra y un símbolo de esperanza para todos nosotros pobres de espíritu. Si Dios lo ha hecho con María, también lo puede hacer con nosotros.

Abramos nuestro corazón a Dios. Seamos hijos del altísimo, descendientes del mismo Padre de Jesús, Dios creador de todo lo que existe. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,1-16.18-23): Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: “Dios con nosotros”.

¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

Dicen los expertos en comportamiento humano que los seres humanos somos seres miméticos. Esto quiere decir que imitamos con frecuencia el comportamiento de los demás. Por eso es que los seguidores de un líder se parecen a ellos en su forma de hablar y hasta de gesticular. Tenemos la tendencia a “mimetizar” el comportamiento de los que ejercen influencia o poder sobre nosotros.

En las escrituras hay figuras bíblicas que encarnan de manera admirable rasgos específicos del comportamiento de Jesús. Desde Adán hasta Juan el Bautista tenemos hombres y mujeres que con su ejemplo nos inspiran y nos refieren a Jesús. Los santos y santas, canonizados oficialmente o no, también son personas dignas de emular. ¿Cuál sería el personaje más importante de todos ellos?

Sin duda, la persona que encarna de forma más plena la imagen de un cristiano es María, la madre de Jesús. Ella es imagen de la Iglesia y de todo cristiano, porque en ella se dan los comportamientos y acciones que deberíamos todos imitar, reproducir y seguir.

En el día de hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, somos invitados por ella a la alegría, al gozo, a la felicidad.

María, madre de Jesús y madre nuestra, proclama con alegría las maravillas de Dios. Es ella, más que cualquier criatura que haya existido sobre la tierra, la que experimenta más plenamente el amor de Dios. Ella siendo hija de Dios fue elegida para ser la vía a través de la cual Dios decidió encarnar a su hijo aquí en la tierra. Los cristianos somos llamados, como María, ha “dar a luz” al hijo de Dios en esta generación, ser otro “Cristo” aquí en la tierra.

Nosotros somos llamados ha imitar a María. Hoy es el día propicio para cantar a todo pulmón el “Magnificat”. Hoy es el día para estar alegres en María, porque grandes cosas ha hecho el Señor en nosotros, ¿lo reconoces? ¿Has visto el amor de Dios en tu vida? Pues en el ejemplo de María podemos descubrirlo con mayor profundidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas

La vida está llena de afanes y agitación. Todos los días nos toca “echar pa’lante” en medio de exigencias y desafíos. Así es la vida.

Los niños a la escuela y sacar buenas notas, los jóvenes a la universidad, los adultos al trabajo y los más viejos lidiar con sus enfermedades y achaques. A todos nos toca algo de esta agitada vida.

Esto es parte de “trabajar con el sudor de tu frente” de que habla la escritura. Realidad querida por Dios y deseada por todos los que no queremos tener a un “vago” al lado que tengamos que mantener y soportar. Parece ser el caso de Marta.

Jesús no quiere hablar mal de la actitud diligente y servicial de Marta. El punto de la escritura no es ese. Lo que se pretende es hacer más relevante la posición asumida por María. Ella ha elegido la mejor parte, la más necesaria: “escuchar la palabra de Dios”.

En el lenguaje bíblico, “escuchar” no sólo significa oír. Esta palabra es mucho más profunda. Quiere decir “poner en práctica lo oído”. También hace referencia a la contemplación de las maravillas de Dios presentes en la creación, la historia humana y en nuestra vida particular. Esa contemplación sólo es posible bajo la luz de su palabra. El que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica es “su madre, hermano y hermana”.

En medio de los afanes de hoy y de esta vida siempre agitada, encontremos momentos donde podamos hacer la experiencia de María: escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica. Si estás leyendo este mensaje, ya has comenzado con buen pie. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».