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Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo

El tiempo de Cuaresma es momento oportuno para conversión. Por eso la iglesia invita a prácticas piadosas que nos permitan preparar nuestro corazón al tiempo de Pascua. Todo lo que nos pueda ayudar para estar más cercanos a Dios y ser felices es bueno y santo.

Sin embargo, estas prácticas cuaresmales como el ayuno, oración y limosna no son un fin en sí mismo. Todo lo que hagamos debe tener un fin muy claro: el amor.

La mejor forma de preparar el corazón es practicando obras de misericordia. La mayor obra que un cristiano puede hacer es dar de comer al hambriento, de beber al sediento y vestir al desnudo.

Hoy somos invitados a amar a toda nuestros prójimos y sobre todo a nuestros enemigos.

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’. 
»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!

Para ser feliz en la vida hay que querer serlo. Parece curiosa esta afirmación pero no deja de tener sentido. Dios quiere la dicha y la felicidad para todos y todas, más sin embargo, como una cosa curiosa, muchas personas se niegan al tipo de dicha que les ofrece Dios.

La clave está en la importancia que le damos a las cosas de Dios. El Reino de los cielos y ser invitados al banquete del Señor debe ser valorado por todos. Si se te invita a una fiesta y para ti no tiene trascendencia dicha invitación no vas a ir.

Eso quiere decir que si no le damos importancia a Dios no responderemos a su llamada. Muchas veces, en el día a día, Dios nos llama a participar en su reino mediante las buenas obras que podamos hacer y dar los signos que quiere que demos. Seamos dichosos porque nuestro Dios lo quiere. Participa en el banquete de Dios en el amor de la familia, el trabajo, los vecinos, y todos tus ambientes.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ?Venid, que ya está todo preparado?. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ?He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses?. Y otro dijo: ?He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses?. Otro dijo: ?Me he casado, y por eso no puedo ir?.
»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ?Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos?. Dijo el siervo: ?Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio?. Dijo el señor al siervo: ?Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa?. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

¿A qué es semejante el Reino de Dios?

Jesús anunciaba una sola cosa: ¡el reino de los cielos ha llegado ya! Esta es una buena noticia que se hace concreta en nuestra vida, ¿de qué manera? En los detalles pequeños.

Pedir perdón a tu amigo, hacer el bien a algún necesitado, ayudar en su trabajo a un compañero de trabajo, en fin, hacer día s día obras de misericordia que hagan presente a Dios.

El reino de Dios tiene esa sencillez y simpleza que cautiva y atrae. Dios nos llama a que con nuestras obras se haga presente el amor de Dios. Hagamos hoy honor al nombre que aspiramos tener: cristianos. 

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

Abriré en parábolas mi boca

Los evangelios están llenos de parábolas de Jesús. El Señor tenía un lenguaje muy particular para comunicar los misterios del Reino de Dios en lenguaje sencillo, cercano y entendible. 

Una de las maravillas del anuncio de la buena noticia es su universalidad. Todos estamos llamados a acoger en nuestro corazón el Reino de los Cielos que no se expresa en la gloria humana sino que lo hace mediante lo sencillo y lo humilde.

El Reino de Dios es descubrir la grandeza de Dios en las pequeñeces de cada día. Un abrazo de un amigo, un pobre que te pide dinero, un atardecer especialmente hermoso, una dificultad vivida con fortaleza; en fin, el Reino de huesito Señor se hace presente en nosotros en las cosas sencillas.

La palabra de Dios tiene esa potencia y produce ese milagro. Hoy puedes ser feliz si aprendes el hermoso lenguaje de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca

La elección de Dios es un misterio. Dios escoge a aquien quiere, cuando quiere y como quiere. Intentar razonar esta realidad es una perdida de tiempo.

Debemos hacer conciencia, aquellos que nos sentimos elegidos por Dios, que nuestro proyecto de vida depende totalmente de la elección divina. Nuestra vida profesional, familiar y afectiva está en función de lo que Dios quiere con nosotros.

Hemos sido elegidos para una misión muy concreta: anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Es cierto que este envío a proclamar la buena noticia puede concretarse de diversas maneras. Ha llegado el momento en que descubras de que manera Dios quiere que seas portador de su mensaje.

Eres discípulo de Cristo y como tal tienes la importante encomienda de predicar en tus ambientes las maravillas que Dios ha hecho. ¡Ánimo! ¡El está contigo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Vedlo aquí o allá

Es común encontrar en las calles letreros que hacen referencia al Juicio Final o día inminente de la 2da Venida del Señor. Muchos predicadores de nuestro tiempo anuncian que en esta generación se dará tan esperado acontecimiento. Las escrituras dicen que nadie puede saber “ni el día ni la hora”. ¿Cuál es la actitud que debemos tener los cristianos?

Los discípulos de Cristo llamados a ser hijos de Dios estamos invitados a vivir todos los días en el “El Reino de Dios”. Ya estamos viviendo el tiempo de Jesús. Hemos sido salvados por el Señor y podemos vivir hoy los frutos de su amor. ¡

¡HOY es el día del amor de Dios! Hoy es el día en que estamos invitados a perdonar, excusar, entender y amar a todos nuestros prójimos incluyendo a los enemigos. Dejemos la tristeza y depresión. Miremos a nuestro alrededor y descubramos la presencia de Dios en todas las cosas.

¡Ánimo! Dios nos ama y quiere. Ya el está con nosotros. En lo profundo de huestes corazón habita y quiere habitar mucho más.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,20-25): En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».

Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».

El Reino de Dios está cerca de vosotros

Lo mismo de ayer. La misión que tiene todo cristiano es hacer presente aquí en la tierra el mensaje del Reino de Dios. ¿Cómo se hace eso?

Jesús, al momento de enviar a sus discípulos de dos en dos, les envía fundamentalmente en la precariedad. Muestran con sus gestos, acciones y forma de vida lo que predican.

Como testimonio puedo decirles lo siguiente. Hace 14 años también fui enviado en una experiencia de misión que pone en práctica la palabra de hoy. Me tocó llevar de parroquia en parroquia la buena noticia del reino en la diócesis de Boston, en Estados Unidos. Fue una experiencia radical que marcó mi vida para siempre. Íbamos de dos en dos sin dinero, caminando sólo con las escrituras y durmiendo donde nos acogían, si esto último pasaba. Dormimos en parques, pasamos días sin comer, caminamos muchos kilómetros, pero lo más importante fue la inmensa alegría que esto produjo en nuestros corazones.

Entre otras cosas, lo que más me ayudó en mi Fe fue constatar en carne propia el poder de la precariedad. Nosotros éramos el mensaje. Nos veían sacerdotes y laicos y todos reconocían que si dos personas eran capaces de dejarlo todo e ir sin dinero por las calles de Boston confiando plenamente en la providencia de Dios, era porque el Reino de Dios ha llegado ya. Las personas sólo hacen eso cuando hay algo superior a todo lo que este mundo puede ofrecer.

Hermanos y hermanas. ¡El Reino de Dios ha llegado! Vive la vida con alegría. La muerte ha sido destruida en la Cruz de Jesús y nos da acceso a una vida nueva que no conoce el ocaso.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».