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Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel

El mundo necesita conocer el amor de Dios. Todos vamos a un ritmo de vida que nos impide vivir. Esto quiere decir, que estamos tan afanados que nos llenamos de preocupaciones y angustias que constantemente nos invitan al desánimo y al astío. ¿Cómo sería la existencia sin encontrar el sentido de todo?

Cuando Jesús envía a sus apóstoles les encarga anunciar el reino de Dios. Les da una misión, por tanto, un propósito en la vida. Les invita a dar gratis lo que gratis han recibido y esto es el Amor de Dios. Un corazón que ha experimentado el amor, puede dar amor.

¡Ánimo! Necesitamos de evangelizadores. Y también nosotros somos llamados a evangelizar, a estar disponibles. Dios nos elige y nos ayuda.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?

Jesús comunicaba la buena noticia con parábolas diversas. Intentaba purificar la intención de aquello que le escuchaban. Los que tenia buena disposición, escuchaban y ponían en práctica su palabra.

Su lenguaje sencillo, cercano y lleno de símbolos ayudaban a todos a entender misterios y realidades espirituales. El mundo necesita una palabra de aliento y amor. Solo el Señor Jesucristo puede darla.

Hoy es un día para renovar la esperanza. Es posible que sintamos que nada cambia y que permanecemos iguales en todo. No nos dejemos engañar. La semilla de palabra está sembrada y creciendo en los corazones de todos aquellos que Dios ha destinado para que sean sus hijos. ¡Ten paciencia! ¡Permanece en el Señor! El tiempo de la cosecha vendrá y se hará una realidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

¿A qué es semejante el Reino de Dios?

Existe el peligro de caer en el error de pensar que el Reino de Dios aquí en la tierra son instituciones y religiones. Miramos los templos, las organizaciones cristianas y sus representantes y decimos que esa es la Iglesia. Jesús lo aclaró bien temprano.

El ha dicho que el Reino de los Cielos es semejante algo pequeño que se hace grande cuando cumple su misión. ¿Cuál es la misión de una semilla? Morir en la tierra para que un árbol pueda surgir y crecer y producir muchos frutos y semillas. Esto es la Iglesia. ¿Eres Iglesia?

Ser Iglesia, Reino de Dios en la tierra, es ser sal, luz y fermento de la tierra. Dar signos de vida eterna. Es amar a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado, dando la vida por nuestro prójimo y muriendo incluyendo a nuestro enemigos. Esto es hacer presente el Reino de los Cielos aquí en la tierra. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

¿Habéis entendido todo esto?

Jesús intentaba, mediante el uso constante de parábolas, llegar al corazón de los hombres y mujeres de su tiempo. Esto también permitía invitar a la definición, en el sentido que si alguien le escuchaba con buena intención y sincero deseo de conversión, entendía perfectamente todo lo que decía. En cambio, si alguno le escuchaba con doblez o desde perspectivas antiguas y caducas, no podía entender nada.

El Señor quiere que entremos en el Reino de los Cielos, es decir, que vivamos en las cosas de Dios y disfrutemos de su amor. El Reino de Dios es para aquellos que se ajustan a la voluntad de Dios y se dejan amar por Él. Vivir en su Reino es la perfecta alegría y felicidad. En cambio, si alguno quiere vivir en el mundo, su vida será un llanto y amargura constante. Dios da sentido a nuestra vida y por eso podemos ver el amor de Dios en nuestra vida.

Hoy es un día oportuno para entrar en su voluntad. Hoy es un día para que podamos renunciar a nuestros odios, orgullos y apegos y digamos sí al Señor. Acogamos a diario a Dios en nuestro corazón. Este es el ejercicio espiritual que nos produce los mejores beneficios de nuestra vida: paz y amor pleno.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,47-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

¿Qué estaba oculto desde la creación? ¿Cuál es la maravilla que no conocimos desde nuestro nacimiento? ¿Qué nos estamos perdiendo si no abrimos nuestro corazón a Dios? Pues la vida eterna que en el Reino de Dios podemos disfrutar.

La buena noticia es que Dios mete en nuestra harina, en nuestra tierra, en nuestra vida una levadura, una semilla un gozo en el Espíritu que puede transformar toda nuestra vida.

El reino de los cielos se puede experimentar desde aquí. Cuando hemos participado en la muerte y resurrección del Señor estamos haciendo una Pascua con Él al punto que ya tenemos la experiencia o mejor dicho, primicias del cielo aquí en la tierra. ¡Ánimo! Dios te ama y quieres que tengas vida y vida en abundancia.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios

Los padres tenemos muchos consuelos y momentos de alegría con nuestros hijos. También tenemos momentos de dolor y sufrimiento. En sentido general, los hijos son la responsabilidad de los padres y ellos le deben obediencia y respeto.

Las escrituras toman esta figura y hablan de un padre que tiene dos hijos. A uno le dice que haga algo y no lo hace. Lo mismo sucede con otro pero este si hace lo que el padre dice. ¿Qué significa esto?

Pues que lo más importante es hacer lo que dice nuestro padre Dios nos dice. Es decir, poner en práctica la palabra de Dios. De nada nos sirve que digamos que seamos hijos de Dios si no hacemos lo que dice y ponemos en práctica su palabra.

La salvación nos viene de hacer la voluntad de Dios. Por eso, en el día de hoy, estamos llamados a ser hijos obedientes que ponen en práctica sus consejos. Seamos hijos obedientes de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

Si leemos los libros de historias nos podemos dar cuenta qué hay un número considerable de profetas y nigromantes que anuncian el fin del mundo en un momento determinado. Desde Nostradamus hasta Rasputín, ha sido figuras enigmáticas que atraen la atención y curiosidad de la gente. ¿Por qué? Porque todos los seres humanos, ante la incertidumbre de lo que no es, del futuro y la inseguridad, necesitan que alguien el diga si lo que viene será bueno o malo. Es algo propio de la naturaleza humana querer saber con certeza si el futuro es promisorio o no.

En el caso de las escrituras sagradas, podemos encontrar que Jesús hace especial énfasis en la parte positiva de este futuro. Nos asegura de diversas maneras y formas de que el Amor y misericordia de Dios siempre permanecerán. Este es el centro del mensaje escatológico de Jesús.

Por tanto, ¡ánimo! No tengas miedo. El Señor nos asegura que nunca nos dejará solos. Tengamos Fe en Él y la potencia de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

El Reino de Dios ya está entre vosotros

Cuando una persona del siglo XXI lee las escrituras, hay pasajes que le parecen confusos o difíciles de entender. Entre ellos se encuentra uno que causa siempre admiración, intriga y expectación. El mismo es cuando se dice que “el Reino de Dios ha llegado yá”.

Dios, en su inmensa misericordia envió a Jesús a la tierra a salvarnos. ¿De qué nos salva el Señor? Si no tenemos claro (iluminado) en que peligro nos encontramos que haga que necesitemos salvación, nunca entenderemos este anuncio y nunca tendrá un sentido profundo para nosotros.

El anuncio de esta buena noticia, de que el Reino de Dios está con nosotros y Jesús viene a salvarnos, tendrá sentido e importancia en nuestra vida en la medida en la que podamos conocernos y descubrir que tan necesitados de salvación estamos.

¿Estás triste? ¿Te sientes que falta algo en tu vida? ¿Tienes algún problema? ¿Estás experimentado en tu vida algún sufrimiento o situación difícil? Pues hoy este anuncio es para ti. Dios ha dado respuesta en Jesús a todos tus problemas y situaciones. El viene a salvarte y dar sentido a tu vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,20-25): En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros». 
Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».

¿A qué es semejante el Reino de Dios?

Es de conocimiento universal que Jesús anunciaba incesantemente el Reino de Dios. Su mensaje de salvación se esparcía por todos los pueblos, aldeas y lugares que visitaba o enviaba a sus discípulos como testigos de esa verdad. ¿En qué consiste dicha buena noticia? ¿Cuál es el centro fundamental del mensaje de salvación?

Nuestro Señor vino a la tierra humilde, pequeño y semejante a nosotros (menos en el pecado). Esto quiere decir que lo que Dios inicia en nosotros siempre empieza sin la apariencia de lo que es. En la medida que Jesús fue manifestándose, grandes señales y prodigios se hicieron presente. Es decir, lo que comenzó en un pesebre se convirtió en la salvación del mundo entero.

Así es el proyecto de Dios en nuestra vida. Pensamos que nunca cambiaremos o que las cosas que nos pasan superan nuestras fuerzas. Nos parece que somos incapaces de cumplir la ley de Dios. Hoy el Señor te dice ¡ánimo!. Lo que hoy parece una semilla insignificante, Dios lo convertirá en árbol grande y frondoso.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo

La realidad de nuestra vida nos indica que en el mundo encontramos de todo. La realidad es que todos somos pecadores y que lo que nos diferencia es que algunos quieren convertirse a Dios y otros no. Estamos en el mundo todos pero no todos quieren acercarse a Dios.

¿Qué es lo bueno de este mundo? Es aquel que quiere vivir según la voluntad de Dios. ¿Qué es lo malo de este mundo? Es aquel que rechaza a Dios con sus obras y no quiere cambiar para mejor su vida. 

Somos todos invitados a que en el Reino de Dios seamos como los buenos que quieren vivir según el designio de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,47-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.