Archivo de la etiqueta: tocar

Con sólo tocar su manto, me salvaré

Tocar a Jesús es la clave para sanar y liberarnos de nuestros pecados. Tocar al Señor es la acción de entrar en su presencia con humildad y pedir perdón por todos nuestros pecados. Tocar a Cristo es abrimos a su amor. ¿Alguna vez has tocado al Mesías y Salvador?

Tenemos muchas maneras de tocar el manto de Jesús. Lo podemos hacer a través de su palabra, los sacramentos, la oración y el amor manifestado en los hermanos. Al tocar (experimentar) el amor de Dios en nuestra vida toda enfermedad es curada.

Toquemos a Dios todos los días. Vamos a tocarle con Fe para poder experimentar el amor que lo transforma todo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

La paz con vosotros

En este tiempo se nos aparece el Señor. Nos invita a que le toquemos. Si, en tiempos de coronavirus, Jesús nos dice “toca mis manos y mis pies”. Esto se puede lograr en la oración, en el silencio, en la intimidad profunda con Cristo.

¡Ánimo! Él nos da La Paz. Tocarle da paz. Amarle nos ilumina y nos hace pasar de la muerte a la vida. Somos sus discípulos y por eso, a nosotros, de manera privilegiada, se nos aparece el Señor. Toquemos en espíritu a nuestro Salvador. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 24,35-48): En aquel tiempo, los discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían conocido a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.

Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas».

Le pedían que les dejara tocar la orla de su manto

Jesús tiene poder para sanarnos. Solo tenemos que tocarle con fe. ¿Y donde podemos hacerlo? En su palabra de Dios que se manifiesta en los acontecimientos de cada día.

También hay un lugar donde podemos encontrar la presencia maravillosa de Dios y tocarle con fe, ese lugar es la comunidad cristiana. La iglesia es la presencia aquí en la tierra de Jesucristo resucitado que ha vencido la muerte. ¿Quieres tocar a Cristo? Tócale en la iglesia a través de tus hermanos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,53-56): En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos hubieron terminado la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que les dejara tocar la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

Dichosos los que no han visto y han creído

Todos nosotros somos Tomás. No hemos visto físicamente a Jesús. Nunca hemos tocado al maestro que decimos seguir. Jamás hemos abrazado y saludado son Señor de manera física. En un mundo donde el método científico domina nuestra mentalidad y nos invita a confirmar con evidencias empíricas nuestras creencias, ¿es posible creer sin ver en los misterios de la salvación?

La realidad es que creemos porque hemos visto. En algún momento, dentro de la llamada que Dios nos ha hecho, hemos “experimentado” al Señor en nuestras vidas. Hemos creído porque el Señor se nos ha aparecido resucitado a través de la predicación, la palabra, los sacramentos y la oración. Esos son los medios a través de los cuales podemos “tocar” al Señor, nuestro salvador.

Hoy estamos nuevamente invitados a tocar y experimentar la presencia sanadora de Jesús. Hoy viene a darnos La Paz. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,24-29): Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

Y cuantos la tocaron quedaban salvados

Dios nos ha dado los cinco sentidos para percibir el mundo y así desarrollar al máximo nuestra inteligencia y demás talentos. Sin ellos sería difícil alcanzar al máximo nuestro potencial. Uno de ellos es fundamental: tocar.

Con el tacto podemos manipular objetos, crear cosas nuevas y hacer productiva nuestra vida. Tocamos lo que consideramos es importante. De hecho, cuando alguien está ciego, cuando toca la cara de aquel con habla, puede hacerse una mejor idea del aspecto de la persona con quien dialoga.

A Jesús muchos quería tocarle, ¿Por qué? Pues porque en ese estar cerca tenían la esperanza de participar de su gloria, de su capacidad sanadora, de su salvación. Ahora nos haríamos la siguiente pregunta, si ya Jesús no está físicamente entre nosotros, ¿cómo podríamos tocarle? Pues mediante sus presencias.

Jesús está presente en los sacramentos, especialmente el de la Eucaristía. También en la Iglesia, a través de sus ministerios y carismas. También en los más necesitados, los pobres de la tierra y en especial en lo profundo de nuestro corazón. Así es, podemos tocarle, a través de la oración, en el corazón de alguien que quiere amarle y hacer su voluntad.

Pidamos a Dios la capacidad de tocar a Jesús en sus presencias diarias. Podemos participar de su poder si sabemos encontrarle. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,53-56): En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos hubieron terminado la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que les dejara tocar la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

Con sólo tocar su manto, me salvaré

Los seres humanos, desde muy temprana edad, aprende del mundo que les rodea a través de los sentidos. Ver, oler y tocar son algunos de los sentidos que más se emplean para adquirir los conocimientos que necesitan para sobrevivir. Tocar es uno de los más importantes.

Jesús, hijo único de Dios, pasó por este munudo haciendo mucho bien. Siempre se daba su “baño de pueblo”. Acostumbraba a estar rodeado de gente durante todo el día sin descuidar la soledad con su Padre Dios.

Las personas al tocarle sentían su fuerza sanadora. Su sola presencia hacia que los demonios huyeran. ¿Has estado en la presencia del Señor?

Hoy en un buen día para que pidas a Dios el Don de estar en su presencia. Tocarle a través de los sacramentos, los profetas de tu vida, la oración y sobre todo en el amor de los hermanos y hermanas. 

¡Ánimo! Hoy puedes tocar y sanar a Jesús a través de esta palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento. 
Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Cuantos la tocaron quedaban salvados

Uno de los grandes mensajes del evangelio es que todo aquel que se siente afligido o enfermo puede encontrar salud en el Señor. Un elemento importante de la obra de Jesús aquí en la tierra era curar todas las dolencias y enfermedades. El anuncio del Reino de Dios siempre va acompañado de señales y prodigios.

Uno de las enseñanzas fundamentales del cristianismo es afrontar la vida tal cual es. Una de las grandes verdades de la existencia humana es reconocer que sufrimos. Nuestra vida está marcada por el sufrimiento y la enfermedad y esta realidad nos hace vivir en una justa dimensión.

El Señor con su obra nos dice hoy que podemos tocar “la orla de su manto” que significa que al leer la palabra de Dios podemos sentir al mismo Jesús y en este encuentro ser sanado de todas nuestras dolencias. El trae sentido a nuestra vida y nos lleva a la alegría de la salvación. ¡Toquemos a Jesús! Solo Él puede curar nuestras enfermedades físicas y espirituales.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,53-56): En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos hubieron terminado la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que Él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que les dejara tocar la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.