Archivo por meses: mayo 2018

Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero

Dios ha mostrado el camino de la vida en Jesucristo. Cuando Cristo fue alzado en la cruz, mucho quedaron escandalizados. Los que entendieron, por obra del Espíritu Santo, se dieron cuenta que nuestro Señor nos mostró el camino que lleva a la vida eterna. ¿Cuál es? Aceptar nuestra historia.

Me imagino que hoy tienes muchos motivos para estar triste o cansado de muchas cosas. Escuchas la radio, ves la televisión o lees la prensa y encuentras que muchas noticias son negativas, pesimistas, sin sentido. Ha llegado el momento de cambiar de actitud. Ha llegado el momento de que te creas definitivamente que Jesús es el rey de reyes que nos da su mismo Espíritu para que tengamos vida en abundancia. ¿En qué consiste esa vida? Es que aceptes tu historia. En qué descubras el amor de Dios en tu vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor

El fruto que se espera de un cristiano es el amor. Por el hecho de profesar su Fe en Dios, los cristianos reconocemos que nos ama. Él nos ha amado primero, mostrando dicho amor de manera extraordinaria en al cruz de Cristo. Jesús dio la vida por todos nosotros para que podamos tener su amor en nuestros corazones y vivir para siempre. En esto consiste la resurrección: ser feliceses porque Dios nos ha amado en Cristo.

En el día de hoy, inicio de semana, es importante que reflexionemos en este gran misterio del amor de Dios. El resumen de toda ley y todos los profetas es amar. ¿Tu amas como Dios te ama? ¿Tú has dado la vida por alguien? ¿Has perdonado como Dios te ha perdonado? Responder afirmativamente estas preguntas es la clave de toda felicidad. ¡Ánimo! Dios te da la gracia para que esta llamada al amor se realice en ti.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,9-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

»Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

»No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo

Ayer escuchaba el testimonio de alguien que sufría depresión. Contaba con claridad y sinceridad como su situación le llevaba a la tristeza y al pensar lo difícil que es aceptar la voluntad de Dios, sobre todo cuando se tata de la enfermedad de algún ser querido. La historia de vida muchas veces está matizada con sufrimientos y pruebas. ¿Cuál debe ser la actitud del Cristiano de frente a esta realidad?

En el cristianismo se nos anuncia una buena noticia. Se da el testimonio mas hermosos de todos. Se nos dice qué hay uno que tiene poder de sacarnos de la muerte y llevarnos a la vida. Llevarnos de la oscuridad a la luz, pasarnos de la tristeza a la alegría verdadera que solo se puede experimentar en el encuentro personal y profundo con el amor de Dios.

¿Estás triste? ¡Ánimo! ¡Alégrate! Son pruebas que permite Dios para tu santificación. ¡Él ama! ¡Nunca lo dudes!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».

Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver

El tiempo es de Dios. Su acción se hace presente en todos los siglos de la historia. Nuestro Señor, en un acto de amor supremo, se hizo carne en el espacio y tiempo mediante su hijo Jesucristo. Al hacerse cercano, quiso morir y resucitar para que nosotros podemos morir al pescado y vivir para Él. Esta es la experiencia de la que somos testigos.

Este descender del Señor se hace presente todos los días mediante su Espíritu. Hoy y siempre se presentarán oportunidades para que podamos experimentar su presencia amorosa. ¡Dios nos ama!

Ahora, de la misma forma en que Jesús descendió de la casa del Padre para caminar entre nosotros, así tiene que subir, retornando a la derecha del Padre y desde haya cuidarnos enviando su Espíritu Santo. No podemos ver a Jesús físicamente, pero si experimentamos su preeencia en el Espíritu.

¡Ánimo! No tengamos miedo. Un día volverá y estaremos con Él para siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,16-20): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».

Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa

¿Cuál es la verdad completa? Que Dios nos ama, que Dios te ama. Hemos recibido el anuncio del amor de Dios manifestado en la muerte y resurrección de Jesús. Lo hemos creído profundamente en nuestro corazón. Esto ha sido posible gracias al Espíritu Santo derramado en nuestros corazones.

Los apóstoles estaban muertos de miedo. Habían matado a su maestro y pensaban que lo mismo le iba a pasar a sus seguidores. Se ocultaban en lugares cerrados. Sin embargo, en medio de tanta confusión, apareció Jesús, les dio La Paz y les entregó un don del cielo: el Espíritu Santo. La gracia santificante que los transformó en verdaderos testigos del amor de Dios, llenos de valentía y coraje.

El Señor también hoy envía sobre nosotros su espíritu. Solo necesita un corazón dispuesto a acogerle. Pidamos al Señor que nos dé el Espíritu Santo que habitando en nuestros corazones nunca dudemos del amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».

Ahora me voy al que me envió

El mundo necesita un aliento. Desde que nos levantamos escuchamos y vemos escándalos y malas noticias. Un gran ambiente negativo se esparce en la atmósfera. ¿Quién nos salvará?

Jesús dijo que tenía que irse al Padre. Nos prometió que nos prepararía una mansión. Nos dijo que era necesario que partiera pero que no nos va a dejar solos. Que nos enviaría una ayuda. Ahí está la clave.

El Espíritu Santo es el don que viene del cielo. Es el regalo de nuestro Padre Dios que nunca está lejos. Siempre cercano. Siempre presente. Jesucristo se fue pero volverá. Él se queda entre nosotros mediante su espíritu. ¡Qué alegria saberlo!

Pidamos al Señor su ayuda y asistencia. Cristo nos ama y quiere habitar nuestros corazones mediante su espíritu. ¡Ánimo!

Leer:

Jn 16,5-11: Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?” Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré.

Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado., de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.»

Él dará testimonio de mí

Dios nunca nos deja solos. Podemos sentirnos abandonados en algún momento pero ese sentimiento no corresponde a un cristiano que sabe, por su experiencia, que el Señor está siempre presente en su vida.

Tras la muerte y resurrección de Jesús, se nos envió una ayuda adecuada, un defensor, una asistencia celestial; que fue el Espíritu Santo que funge como nuestro abogado y defensor ante los ataques del demonio. Hoy podemos decir con toda la Iglesia que no estamos solos. Tenemos la ayuda que viene de Dios. La fuerza para enfrentar todos los problemas que tendremos hoy. El Espíritu de Dios nos cuida y vivifica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

Lo que os mando es que os améis los unos a los otros

El primer mandamiento de todos es el amor. Dice la escritura que si no tenemos amor… es como no tener nada. El amor es la base de todo lo que existe y de cualquier relación humana. El mundo no existiría sin amor.

Jesucristo, al darnos como testamento dicho mandato, nos invita a seguir sus pasos. Él nos amó dando la vida por nosotros. En la cruz mostró el verdadero rostro de Dios que consiste en la misericordia y el perdón.

¡Ánimo! Hoy es un día para amar en la dimensión de la Cruz. Hoy es un día para amar como Dios nos ha amado.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre

En Jesucristo podemos contemplar el rostro de Dios Padre. Él nos muestra el amor de Dios que se entrega a todos por igual, no importando sus pecados, nuestros pecados.

Al levantarnos todos los días, necesitamos que alguien nos anime y nos inspire. Muchas veces el día a día nos deja cansados y agobiados. ¡Tantas cosas por hacer! ¡Tantos proyectos que salen bien y otros tantos que salen mal! Vivir es un gran desafío, sobre todo en estos tiempos de tanta prisa y ocupación.

La buena noticia es que tenemos la oportunidad de permanecer en Dios a través de Jesús. Él nos da La Paz y fortaleza para seguir adelante. ¡Ánimo! En el Señor puedes vencer todas esas dificultades que enfrentarás. ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,6-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a Tomás: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante

¡Permanezcamos en su amor! Estar unidos a Cristo es estar en el amor de Dios. ¡Oh cuántas veces estamos lejos de su abrazo amoroso y misericordioso!

Estar en el amor es perdonar, excusar, hablar bien de los demás, se paciencia y comprensivo, nunca considerarse superior al prójimo; en fin, cosas muchas veces distintas a lo que hacemos todos los días. ¿Piensas que te han hecho algo malo? ¡Perdona! ¿Estás hablando mal de tu jefe o de alguien! ¡No lo haga y pide perdón! ¿Te sientes solo y que nadie te quiere? ¡Ora todos los días y hazlo bien! En definitiva, permanecer en el amor de Dios es amar como Cristo ama.

Hoy tenemos una invitación muy seria a través de la Palabra de Dios. Pon en práctica la palabra. De nada sirve leer o escuchar sin hacer. La resurrección es un hecho, no una teoría. Participemos del amor mendicante el reconocimiento profundo que debemos amar como hemos sido amados. Esa es la perfecta felicidad.

Leer:

Jn 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca,

y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;

permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;

el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante;

porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,

pediréis lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»