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Quien pierda su vida por mí, ése la salvará

La cuaresma inicia siempre con una invitación firme a conversión. Se nos invita a reafirmar en este tiempo litúrgico un aspecto importante de la vida cristiana que es el hecho de que en este mundo no debemos poner nuestras seguridades. La cuaresma es imagen del desierto. Desierto es un sitio inhóspito donde lo fundamental de la vida adquiere su mayor importancia.

Todos los seres humanos buscamos ser felices y entendemos que para lograr esto debemos realizar en nuestra vida acciones y actividades que nos lo puedan asegurar: ganar dinero, tener buen trabajo, constituir una familia perfecta, entre otras cosas. Sin embargo, dejamos de lado lo mas importante que es el amor de Dios y al prójimo.

Para salvar la vida debemos “perder” las cosas que hemos dado mas importancia que a Dios. Salvar la vida es amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas; y al prójimo como a nosotros mismos. Haciendo esto, todo lo demás nos vendrá por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,22-25): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día». Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?».

Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador

¿Quién es hoy el símbolo de la corrupción y amor desordenado al dinero? Al hacernos esta pregunta nos vienen nombres a la cabeza. Ahora puedes sustituir ese nombre por el de Zaqueo.

Toda palabra de Dios es buena para instruir, amonestar y llamar a conversión. Lo maravilloso de las escrituras es que pueden cumplirse hoy en nuestras vidas. Que nos dicen “algo” a nuestro corazón. Iluminan nuestra existencia en la tierra.

Cuando en las escrituras escuchamos nombres propios inmediatamente pensamos que esa figura bíblica está pasando por situaciones iguales a las que vivimos hoy y por tanto nos ayudan a salir de nuestras crisis y a iluminar nuestra vida.

Por tanto, Zaqueo, como figura bíblica y palabra de Dios de cumple hoy en nuestra vida, ¿en qué se parece Zaqueo a ti? ¿Tiene algo que “decirte” la experiencia de Zaqueo a tu vida? Pues esta es la clave del evangelio de hoy.

Zaqueo es símbolo del corrupto, del perverso, que hombre capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Si al pensar en este personaje buscamos en nuestra mente algún individuo de hoy que se le parezca podemos fácilmente saber el nivel de maldad de este caballero. ¡Oh sorpresa! Es a este precisamente que Jesús visita, perdona y ama. Es es un encuentro que cambió totalmente la vida de Zaqueo. ¿Has tenidos alguna experiencia similar?

Somos hombres y mujeres pecadores que necesitamos hacer la experiencia de Zaqueo. Necesitamos hoy sentirnos perdonados y amados por Dios. Jesús es el amor encarnado que nos dice hoy: “Zaqueo baja pronto que HOY conviene que entre en tu casa”. Cambia el nombre de Zaqueo por el tuyo y te darás cuente el inmenso AMOR que Dios te tiene. Abre las puertas de tu corazón a este amor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Mujer, quedas libre de tu enfermedad

Hacer el bien en todo tiempo es siempre bueno. Eso es lo que se asume normalmente. De todas maneras, hay personas que no viven según este criterio.

Muchos hemos vivido el cristianismo de una forma externa. Reducimos la práctica cristiana a cumplir unas leyes y normas. Pensamos que con ir a misa y hacer dos o tres oraciones cumplimos fielmente con lo que Dios quiere de nosotros. Nada más lejos de la verdad.

Este domingo, orando en familia, le preguntaba a mi hijo: “¿cómo se ama a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas?” El me dijo: “participando en la misa, portándose bien”. Le dije que todo eso era muy bueno, pero es mucho mejor amar al prójimo que cumplir estás normas y leyes.

Podemos ser buenas personas y ser malos cristianos. El hombre de Fe ama como Dios ha amado. Perdonando, excusando, hablando bien de todos… Ese es el cumplimiento de “la ley entera”. Amarle con todo el ser es amar al prójimo como Jesús nos ama. ¿Estás dispuesto? ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

A quien se le dio mucho, se le reclamará mucho

Todos hemos recibido mucho. El don de la vida y todo lo que ello implica es demostración concreta del gran amor de Dios que se nos ha entregado en abundancia. ¿Cómo debemos responder a estas maravillas de nuestro Señor?

Hay un salmo de la escritura que dice: “levantaré la copa de la bendición”. Esto quiere decir que el Señor, que nos da tanto, espera de nosotros acción de gracias y amor para Él y para todos nuestros prójimos. Esta es la clave de “a quién se le dio mucho, se le exigirá mucho”.

Se nos ha dado MUCHO amor. Dios espera que demos mucho amor. De nos ha dado MUCHO perdón. El Señor espera que perdonemos mucho. Está es la medida con que nos medirán: el Amor.

Te hago una propuesta. Busquemos una persona a la que tengamos que pedir perdón y pongamos en práctica esta palabra. Amemos mucho a los demás, de la misma forma en que Dios nos ha amado en Jesús hasta el extremo de dar la vida por nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

¿Quién de ellos le amará más?

Desde siempre para el ser humano ha sido difícil conocerse a sí mismo. Las filosofías, ideologías y religiones intentan dar respuesta a esta problemática mediante diferentes métodos. El principio de felicidad depende de que podamos conocernos y vivir plenamente.

Diógenes, filósofo antiguo, recorría las ciudades en pleno día con lámpara en mano haciendo la siguiente afirmación: “busco un hombre”. Este acto simbólico significa que buscaba una persona que viviera en plenitud y tomara la vida en serio, en peso.

En el cristianismo hay una respuesta. Lo primero es reconocer que TODOS somos pecadores. La experiencia de la vida es que todos buscamos la felicidad y que muchas veces esta búsqueda no llega a su objetivo o no se logra fácilmente. Somos seres que vivimos buscando constantemente ser felices pero nos encontramos dificultades y situaciones que nos impiden esta meta existencial. Queremos vivir pero muchas veces es la muerte que sale a nuestro encuentro.

El que tiene mucho dinero quiere más. El que tiene esposa de 40 años quiere una de 20. El que tiene muchos hijos se lamenta de este hecho y el que no tiene… también. La vida nos da lo que en algunas ocasiones nos hace infeliz.

Jesús ilumina nuestra realidad. Lo primero es que todos somos pecadores. En el contexto de las escrituras significa que todos experimentamos la muerte del ser o somos infelices y estamos necesitados de amor. En otra palabras, todos necesitamos de perdón y sentido en nuestra vida. Descubrir esto es la BASE de todo el cristianismo.

Los fariseos juzgan a los demás pero no se dan cuenta que también ellos necesitan perdón. Al que mucho se le perdona mucho se le ama. El que conoce cuanto se le ha perdonado, quedará por siempre profundamente enamorado de la persona que le perdonó.

Queridos hermanos y hermanas. Hoy es el día de RECORDAR, hacer memoria y meditar el inmenso amor que Dios nos ha tenido perdonando nuestros pecados. Contemplemos su amor y desde este reconocimiento pleno de su gracia, amemos a los demás.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,36-50): En aquel tiempo, un fariseo rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de Jesús, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.

Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora». Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte». Él dijo: «Di, maestro». «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?». Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Él le dijo: «Has juzgado bien», y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra».

Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados». Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?». Pero Él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!

Que duras fueron las palabras de Jesús al hablar de fariseos y escribas. Los “Ay” de nuestro Señor dirigidos a los maestros de la ley son terribles. Casi no reconocemos al Jesús misericordioso y amoroso en estos momentos. ¿Por qué fue tan severo?

Lo primero es que debemos saber que entre los discípulos fieles de Jesucristo habían fariseos y escribas. Esto quiere decir que no era un tema en contra de una secta o tipo de gente en particular.

Por otro lado, es importante que se sepa que no fueron los fariseos o escribas los que juzgan, condenan y matan a Jesús. Es el Sumo Sacerdote con un Sanedrín dominado por Él que trama la injusticia más grande que ha ocurrido en toda la historia de la humanidad.

Entonces, ¿cuál es el mensaje que Dios nos quiere dar? Que no seamos hipócritas. Que no vivamos una doble vida.

Es tan fácil para nosotros ir a misa, compartir con la comunidad o grupo de la iglesia, inclusive participar en una novena a San José. Son cosas buenas, queridas por Dios. Pero lo más importante es que estos actos sean reflejo o consecuencias de algo mucho mejor. El amor y sus frutos son lo más importante.

Los signos que llaman a la Fe no son los ritos cumplidos externamente. Lo que hace de nosotros verdaderos cristianos son las obras de amor, justicia y misericordia que podamos hacer.

¿De qué le sirve a la Señora María rezar el Rosario todos los días si no perdona a su marido? ¿De qué te sirve no faltar a una celebración y vives “acabando” con los demás?

El amor es el cumplimiento pleno de la ley. Lo que hace que nuestras obras estén acompañadas de acciones de sincero amor. Dios te puede regalar todo esto gratis. El te ama y quiere corregirte. Por eso te dice la verdad. No seas como los Fariseos. Se como Jesús. Uno que ama y manifiesta ese amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,23-26): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña y codicia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!».

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

Vivimos en mundo lleno de leyes, reglamentos y normas. Las naciones tienes sus constituciones desde las cuales emanan cuerpos legislativos que regulan la vida en los país. Sin ese conjunto de instrumentos legales sería muy difícil la vida en sociedad.

Israel era una nación que también cumplía con esta realidad. En su caso, las leyes adquirían carácter divino. Eran el mismo Dios y su enviado Moisés los autores fundamentales de la ley y sus mandatos.

En su afán de regular la vida, los fariseos y demás grupos, añadieron leyes, mandamientos y normas que hacían casi imposible su cumplimiento sobretodo para las personas más pobres y marginadas. Para que se considerara que una persona era justa según la ley mosaica había que cumplir con más de 600 preceptos.

Por todo esto, tiene mucho sentido el “gancho” que los fariseos, expertos en la ley, le “tiran” a Jesús. Él, como siempre, da una respuesta genial.

Amar a Dios y al prójimo son el centro del mensaje divino, el camino de la felicidad y las palabras de vida dadas a Moisés, que hoy quieren hacerse realidad en nuestras vidas.

Nuestro corazón, mente y fuerzas deben centrarse en el Señor más que las cosas pasajeras de este mundo. Amarle a Él y en este amor, amar a nuestro esposo o esposa, hijo o hija, padre o madre, amigo o amiga, incluyendo hasta nuestros enemigos es la perfecta felicidad. Esto sólo podemos hacerlo por gracia de Dios. ¡Ánimo! Dios nos ha dado esta ley fundamental cumplida ya en Jesucristo. En Él se puede, por pura gracia, cumplir en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?

Las deudas son terribles. Todos tenemos mayores o menores. Muchas veces no tenemos el dinero necesario para comprar una casa, apartamento, o vehículo. Inclusive nos hacen falta los medios materiales básicos para sobrevivir. Estas necesidades las cubrimos endeudándonos. Todos lo hemos hecho. ¿Acaso hay alguien que no deba algo?

Yo he sido testigo en mi familia de lo terrible de una deuda. ¡El dinero no tiene corazón! El que debe tiene que pagar y al que le deben espera ese pago. Si esta lógica no se da somos capaces de cualquier cosa. Llevamos a juicio, peleamos con todos, amenazamos y somos capaces hasta de matar con tal de que nos den “nuestros chelitos”. El que debe ¡tiene que pagar!

El sistema financiero se basa en que este tipo de compromiso funcione. Nuestra sociedad necesita que los acuerdos de deuda y pago funcionen. Todos necesitamos coger prestado y los que prestan, que se les pague.

La clave para entender este evangelio no está en que no se paguen las deudas. Jesús utiliza este tema, tan sensitivo para todos, para dar un mensaje mucho más importante. La verdadera GRAN deuda no es económica, es espiritual.

Cuando faltamos ha alguien, engañamos a un prójimo o insultamos a un amigo, es como si contrajéramos una deuda con él. Generamos un “pasivo espiritual”. La falta contra alguien debe resarcirse, cubrirse, eliminarse o pagarse. Esto se hace con el ¡PERDÓN!

Perdonar es el acto en que, cuando alguien nos falta o cuando no nos paga con lo que nos corresponde que es el amor, le condonamos esa deuda. Todos debemos amar y ser amados. Le “debemos” amor a los demás así como Dios nos ama a todos y todas. Cuando pecamos contra alguien, es decir, le faltamos en la caridad, es como sí contrajéramos una deuda con él. Cuando el nos perdona, es como si dijéramos “no me debes esa falta, no me has amado pero yo no te voy a cobrar ese amor, todo lo contrario, yo te voy amar de GRATIS”.

Tu me amas y yo te amo. Cuando esta lógica del amor se rompe alguien queda “enganchado”… No recibe lo que merece recibir… Es como una deuda pendiente.

La buena noticia es que en Jesús todas nuestras deudas contraídas unos con otros son saldadas. Dios nos ama gratuitamente. En este amor podemos amar a los demás de la misma forma. Esa es la razón de los números tan diferentes y exagerados. Amenos como Él nos ama. Eso sería nuestra bendición.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,21—19,1): En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: «Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré». Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: «Paga lo que debes». Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: «Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré». Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?». Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo

Cuando uno quiere que un niño entienda mejor algo complicado utiliza una de las formas más efectivas para ello: el cuento. A los niños les encantan las historias entretenidas y fantásticas. Comprende muy bien las cosas que les son explicadas de una forma sencilla y cercana, usando figuras y elementos de su entorno. Lo mismo ha hecho Jesús con nosotros.

Decir que una semilla súper pequeña crece y se convierte en un árbol gigante es un relato muy gráfico y comunica de una manera muy efectiva lo que se quiere decir. Hablar que una mujer de los tiempos de Jesús le ponga levadura a tres medidas de harina es también una exageración. Estas son “parábolas” que comunican mejor el mensaje a un público como nosotros que somos como niños que nos es difícil entender un concepto tan complicado como el “reino de los Cielos”

Lo central del mensaje está en la dimensiones. El Reino de los Cielos es tan grande e importante que nada ni nadie lo puede superar. Estar en el reino de Dios es tan trascendental que un hombre puede vender todo lo que tiene con tal de estar y permanecer en él. ¿Qué es en definitiva el reino de los Cielos?

La clave está en sus consecuencias, en el efecto que causa en nosotros. En el reino de nuestro Señor se vive en paz, alegría, gozo y amor. Entrar en el reino de Dios es vivir en el perdón, compasión y misericordia. Cuando una persona o familia vive en el reino celeste se perdona, justifica y ama.

¿Cómo son los reinos de este mundo? Están llenos de discordia e idolatría. Vivimos en un mundo donde las personas buscan su propio interés y donde no hay mayor tesoro que el tener.

Tener a Dios como rey en nuestros corazones es lo más grande que le puede pasar a una persona. Podemos vivir de una forma totalmente nueva. Vivir una vida en fiesta y alegría.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,31-35): En aquel tiempo, Jesús propuso todavía otra parábola a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo». Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese el oráculo del profeta: ‘Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.

Misericordia quiero y no sacrificio

A todos nos enseñan desde muy temprana edad que es importante portarse bien. Nuestros padres insistían en este tema diciendo: “Los niños que se portan bien van al cielo”. ¿En qué consiste eso de “portarse bien”?

Existe en la sociedad un conjunto de reglas que debemos seguir. Esto no es malo, de hecho, es necesario. Sin las normas de comportamiento no podríamos vivir en una sociedad civilizada.

Es necesario cumplir con las leyes pero lo más importante es poner en práctica el espíritu de la Ley. Las normas no sirven para definir quién es bueno o malo. Los reglamentos, procedimientos y leyes, sirven para garantizar mejores condiciones de vida procurando la armonía de todos los seres humanos.

Jesús siempre ha querido llevarnos al fondo de la cuestión. Lo importante no es cumplir ciertas normas, lo realmente vital es cumplir el espíritu de dichas reglas. La escritura nos dijo: “Amar es cumplir la ley entera”. Ama y has lo que quieras. Más importante que cumplir es vivir, más importante que los “sacrificios y ofrendas” es el Amor. Al momento de hacer algo pregúntate, ¿con esto estoy amando a Dios o a mi prójimo?. Si la respuesta es sí, has cumplido la ley en plenitud. Lo demás es… “paja de coco”.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,1-8): En aquel tiempo, Jesús cruzaba por los sembrados un sábado. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado». Pero Él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».