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Ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir

A Dios se le da todo. Él es dueño de todo lo que existe incluyendo nuestras vidas. Nuestro Señor es un padre que provee y nunca nos dejará solos, ¿te lo crees?

El problema es que tenemos poca fe. Nos apoyamos constantemente en nuestras fuerzas sin darnos cuenta que Dios es el que lo permite todo. Él es fuente y origen de todo lo que existe y acontece.

Seamos generosos en los bienes. En definitiva, no son nuestras las cosas materiales. Son de Dios y nosotros unos simples administradores. ¡Ánimo!

Leer:

(Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Todos los días estamos invitados a escuchar la voz de Dios. La palabra nos invita a convertirnos de corazón. Necesitamos ser humildes y dejarnos transformar por el amor de nuestro Señor.

Dios envía profetas que nos anuncian su palabra. Son personas que aparecen en nuestra vida y nos presentan las maravillas que el Señor quiere hacer en nuestra vida.

No seamos soberbios y orgullosos. Reconozcamos humildemente que Él nos ama y que permanecer en Él es con mucho lo mejor.

Leer:

Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Os digo que a todo el que tiene, se le dará

Ha todo el que tiene se le dará. Ha todo el que quiere tener un encuentro personal y profundo con Jesús lo tendrá. Si tienes rectitud de intención y haces siempre la voluntad de Dios, recibirás las gracias suficientes para transformar tu vida.

El Señor nos manda a multiplicar las gracias y dones que nos da. Su don más importante es el amor manifestado en Jesucristo nuestro Señor. Necesitamos experimentar su gracia santificante para luego manifestarla al mundo entero.

¡Ánimo! Cristo nos ama ciertamente. Ha dado su vida por nosotros. No despreciemos nunca su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,11-28): En aquel tiempo, Jesús estaba cerca de Jerusalén y añadió una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ése reine sobre nosotros’.

»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu mina, Señor, ha producido cinco minas’. Dijo a éste: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. Dícele: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.

»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas’. Dijéronle: ‘Señor, tiene ya diez minas’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».

Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdidoLa

Jesucristo ha venido a salvar lo que estaba perdido. No es un líder de un grupo de gente buena y selecta. Es el hijo de Dios, enviado por su Padre, a salvar a toda la humanidad mediante su muerte y resurrección.

Nuestro Señor era cercano de publicamos, prostitutas y pecadores. Les amaba profundamente. Su amor transforma el corazón de todos aquellos que le conocen. Dios se ha mostrado en Jesús de una forma admirable. Él es el rostro amoroso de Dios Padre misericordioso.

Renovemos hoy la experiencia del amor de Dios. Nunca dudemos que nuestro Señor es cercano y perdona todas nuestras culpas. Renunciemos a las obras del hombre viejo y dejemos que Jesucristo transforme nuestras vidas. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste

Miles de personas en el mundo creen que Jesús llegará en esta generación. Podemos encontrar letreros, libros y mensaje por internet que insisten en que ya, ahora si, volverá Jesús y nos llevará definitivamente con Él. ¿Será verdad?

Ciertamente, las escrituras hablan del retorno de Jesús en su segunda venida. Existe en los pasajes del Nuevo Testamento un sentimiento escatológico, de espera, de expectación de que volverá nuestro Señor. Nos lo ha prometido. Pero, ¿puede saber alguien cuando o donde? No, nadie sabe ni el día ni la hora.

Entonces, ¿que debemos hacer? Estar siempre preparados. Velar y orar constantemente. Saber que Dios se nos aparece todos los días y que de manera definitiva lo hará el día de nuestra muerte. Esa es la actitud escatológica del cristiano. Estar siempre preparados para la venida de Jesús a nuestros corazones. ¡Ánimo!

Leer:

Lc 17,26-37): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.

»Aquel día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada». Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?». Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres».

Vedlo aquí o allá

Nuestro Señor se hace presente todos los días de nuestra vida. Ciertamente vendrá al final de los tiempos pero viene también a nuestra existencia mediante personas, acontecimientos y situaciones.

Hoy es el día del Señor. Hoy dirá aquí estoy. Nos hablará con los hechos que permite. Nos invitará a la humildad. Nos sentir su amor. Nos cuidará del peligro. Proveerá para nosotros.

Jesús ha prometido que retornará glorioso. También ha dicho que estará con nosotros todos los días. No dudes nunca de su presencia salvadora. ¡Él nos ama! ¡Ánimo!

Leer:

Lc 17,20-25): En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».

Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».

¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!

Todos hemos padecido diversas enfermedades espirituales y físicas. Nos enfermamos constantemente de odio, rencor, pereza, gula, lujuria, soberbia y toda clase de males que afectan el alma y espíritu. ¿Quién nos podrá curar? Jesús.

El Señor nos ha dado muchas gracias. Nos ha hecho estar en su iglesia. Nos ha liberado de muchas esclavitudes. Nos ha amado ciertamente. Su amor ha transformado nuestras vidas. Nos ha hecho pasar de las tinieblas a la luz, ¿cómo no agradecer al Señor todo el bien que nos ha hecho?

Es de buen cristiano ser agradecido. Dios nos ha dado mucho, tengamos al menos la virtud de responder a esa inmensa misericordia de nuestro Señor cambiando de vida y abriéndonos a la vida eterna que nos ofrece. ¡Ánimo!

Leer:

Lc 17,11-19: Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer

Todos tenemos una misión en esta vida. Desde la fe cristiana debemos creer que a cada uno de nosotros el Señor nos ha encargado una misión. No existe un cristiano que esté en el mundo sobrando. Nuestra vida tiene sentido en función de la realización en nosotros de ese proyecto de salvación que Dios tiene con cada uno de nosotros.

El Señor nos ha encomendado amar a todos los que nos rodean, poner al servicio de los demás nuestros bienes y talentos; y trabajar en los proyectos que Dios nos encargue. Al cumplir con nuestro deber no podemos sentir que hemos hecho algo extraordinario. Lo que hemos hecho, con la gracia de Dios, es poner en práctica la palabra del Señor. Es lo que se espera de nosotros. Ni mas ni menos.

No nos creamos superiores a los demás o gente muy buena. Las buenas obras realizadas por Dios a través de nosotros son gracias venidas del cielo. Seamos humildes. Es Dios que actúa en nosotros. Somos siempre siervos inútiles. ¡Ánimo!

Leer:

Lc 17,7-10: En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».

Dame cuenta de tu administración

¿Cuáles son los bienes que Dios nos ha dado a administrar? Prácticamente todo lo que tenemos. Somos simples administradores de todos los bienes materiales y espirituales que podamos tener. Todo nos lo da el Señor.

Se nos pedirá cuenta. Si hemos recibido mucho el Señor nos requerirá un informe de detallado de las cosas que hemos hecho con sus gracias. No es un asunto de tener millones, carros o fincas. Es que por ser cristianos sabemos que Jesús nos ha dado su Espíritu Santo y como consecuencia muchas gracias especiales que realizar.

¡Ánimo! Jesús es nuestro maestro. El nos enseña el camino de la vida. Nos ayuda a ser buenos administradores. Apoyemos nuestra vida en su fuerza y gracia. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 16,1-8): En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: ‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando’. Se dijo a sí mismo el administrador: ‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas’.

»Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’. Respondió: ‘Cien medidas de aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’. Contestó: ‘Cien cargas de trigo’. Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.

»El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz».

Éste acoge a los pecadores y come con ellos

¡Qué alegría! Jesús ha venido a salvar a los pecadores. Así es. Nuestro Señor nos ama no porque hemos sido buenos. Nos ama porque somos unos grandes pecadores. Es importante que lo reconozcamos.

El Espíritu Santo nos da la gracia de conocernos. Nos hace ver nuestra debilidad constante. Nuestra incapacidad de amar como Dios ama. Nuestras flaquezas diarias. Vivimos murmurando, adorando ídolos, considerándonos mejores que los demás; en fin, en una constante necesidad de auxilio espiritual.

La buena noticia es que Dios nos salva de nuestros pecados. Nos libra de toda clase de esclavitudes. Nos hace personas nuevas capaces de apoyarnos en la gracia de Jesús. Seamos fuertes en el Señor. Dejemos que Él nos ame. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 15,1-10): En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos».

Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».