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Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies

Las personas están como ovejas sin pastor. Andan buscando felicidad donde no se puede encontrar. Están perdidas en el ruido de la publicidad y el marketing que les dice que para estar realizado en esta vida se debe tener dinero, fama y poder. ¡Qué mentira tan grande!

Jesús vino a la tierra a salvarnos de todas las esclavitudes existenciales. Nos liberó de los apegos desordenados y nos introduzco en una nueva realidad de libertad y amor. Nuestro Señor es, en sí mismo, el sentido pleno de nuestra existencia.

Amemos a Dios con todo nuestro corazón, mente y fuerzas. Amemos a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado. Dejemos atrás nuestra naturaleza pecadora y recibamos el Espíritu Santo en nuestros corazones para que podamos vivir como verdaderos hijos de Dios. Seamos discípulos de Cristo para que anunciemos a todas sus ovejas que Él, como pastor de almas, les conducirá a la vida eterna. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies

¿Estás dispuesto a ser obrero de Dios? El Señor nos invita a la evangelización en todas sus formas. En el cristianismo no hay “desempleados”. Todos estamos llamados a trabajar en la mies del Señor.

La evangelización se hace con palabras y acciones. Realmente podemos catequizar y anunciar el Kerygma pero debemos acompañar la predicación con obras de vida eterna. El mismo Jesús cuando anunciaba el Reino de los Cielos demostraba que su palabra era verdadera perdonando y sanando a todos.

De nosotros, los cristianos, se espera una disponibilidad misionera. El encuentro personal y profundo con el amor de Dios nos hace testigos de su acción en nuestra vida. ¿Estás dispuesto a compartir tu experiencia con todos? Si lo haces así, serás feliz. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies

El mundo necesita evangelizadores que puedan anunciar con coherencia la buena noticia el amor de Dios. Son muchas las personas que sufren, su vida no tiene sentido o simplemente viven de una manera light sin profundidad espiritual. A todos les hace falta una cosa: el amor de Dios. ¿Estás dispuesto a anunciárselo?

El gran dilema es que la mies es mucha, es decir, son muchas las personas que tendríamos que evangeliar y pocas las dispuestas a eso. Por eso el llamado es urgente! Dejemos nuestras comodidades. Hagamos la voluntad de Dios. Evangelizamos a tiempo y a destiempo. ¡Es un deber supremo de los cristianos! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-9): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’».

Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos

Ya hemos escrito mucho sobre el envío a la misión. Todos los cristianos, sin excepción, por nuestra condición de bautizados estamos enviado al mundo para dar testimonio verdadero y valiente del amor de Dios. Hemos experimentado el mayor regalo que cualquier ser humano podría tener: el encuentro personal con Jesús resucitado.

Dios nos ha llamado para ser testigos suyos en medio de esta generación. ¿Tú te lo crees? El testimonio no debe ser solo de palabra. También puede ser de obras. De hecho, lo que más llama a las personas a creer en Dios es ver cumplido el evangelio en la vida de una persona. La buena noticia produce una conversión en las personas que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. ¿Tu eres de esas personas?

¡Ánimo! La mies es mucha y los obreros pocos. Roguemos a Dios que nos de siempre la disponibilidad de ir a todas partes anunciando su Reino.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-9): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’».

La mies es mucha, y los obreros pocos

La misión exige mucho del misionero. Aquel que es enviado por Jesús se enfrenta a grandes dificultades y situaciones de precariedad. La evangelización siempre se realiza en medio de grandes retos y obstáculos. Entonces, ¿Por qué debe ser así?

Dios ha querido mostrar su poder y amor por medio de enviados frágiles y precarios. Somos enviados mostrando la fragilidad de la vida humana: sin dinero, sin pretensiones, sin gratificaciones humanas. Muchas veces somos rechazados, otras somos acogidos. Pero en definitiva se realiza la misión y muchos escuchan el anuncio de su amor.

El mundo necesita de obremos que puedan contribuir en la obra más maravillosa que se puede hacer: dar vida a las personas que hoy se siente en la muerte. El anuncio del amor de Dios abre la oportunidad de resucitar. El mundo necesita de hombres y mujeres dispuestos a dejarlo todo por anunciar el reino de los Cielos. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

La mies es mucha y los obreros pocos

Son muchos los trabajos en la Iglesia. La cantidad de servicios y ministerios es innumerable. El más importante de todos es la evangelización. La “viña” necesita obreros que la trabajen. Ese mundo necesita de misioneros que siembren la palabra de Dios y su amor en los corazones de cada hombre y mujer que habita este planeta, ¿con quien cuenta el Señor?

Cuenta contigo y conmigo. Si… somos débiles y pecadores pero Él se deja ayudar de personas precarias como nosotros para manifestar su amor. Sooo necesita una cosa de nosotros: nuestra disponibilidad. ¿Estás dispuesto? Si decimos que si vamos a experimentar la mayor de las felicidades. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre

Muchos libros se han escrito sobre el cristianismo y en qué consiste ser cristiano. Teólogos, místicos, estudiosos de las religiones y diversas personalidades han intentado definir lo que caracteriza en una persona que dice profesar su fe en Cristo.

Una de las actitudes fundamentales de la vida de un cristiano es la de estar siempre en vela. ¿Qué quiere decir esto? Es siempre esperar, en cualquier momento y lugar, la manifestación o visita del Señor.

Realmente la gran visita, diríamos así, que el Señor nos realiza es la del día de nuestra muerte física. Más sin embargo, todos los días podemos experimentar su presencia en diversos acontecimientos que suceden en nuestra vida o a nuestro alrededor. Dios se hace presente todos los días, ¿tenemos el corazón preparado para estos momentos de cercanía y amor?

La oración, en todas sus formas, nos ayuda a mantenernos en actitud vigilante, porque ciertamente, no sabemos el día y la hora en que el amor de nuestra vida nos visitará y hará “morada entre nosotros”.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

La mies es mucha, y los obreros pocos

Las religiones han sido criticadas por los ateos y agnósticos por su labor proselitista. En algunas naciones ya han iniciado legislaciones para limitar los procesos de captación de adeptos sobre la idea o argumento de que se deben respetar los derechos de todos. Nos parece que estos argumentos carecen de sentido.

Limitar la labora evangelizadora de la Iglesia es como decir que el gobierno debe limitar su servicio de salud o educación porque debemos respetar el derecho de las personas de elegir estar enfermo o quedarse sin educación.

El Señor tiene la voluntad de sanar a todos y dar la vida eterna a todos los que acojan el mensaje de salvación. Nos llama a algunos a que trabajemos con Él en esta importante misión de llevar vía y felicidad a todos los hombres y mujeres del mundo. Esto, ciertamente, no puede ser limitado.

Dios nos ama y nos llama a una misión. Ser enviados al mundo como testigos del amor de Dios y su acción en nuestras vidas. No tengamos miedo a nada y nadie. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’. 
»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies

La semana pasada, en la Parroquia Jesús Maestro, se vivió una experiencia maravillosa. Un grupo de jóvenes de la Post-Confirmación vivieron una experiencia extraordinaria. Se fueron a un lugar apartado al encuentro con el Señor. Un equipo de catequistas maravillosos llevaron hacia adelante tan hermosa experiencia.

Los jóvenes de hoy (y siempre) han sido víctimas fáciles de los vicios y malas costumbres. Es en la juventud donde se forman los grandes líderes revolucionarios pero también donde mucho se pierden en vicios y malas compañías. Hace falta una ayuda para ellos. ¡La mies es mucha y los obreros pocos!

Es hermoso constatar las maravillas que Dios realiza a través de matrimonios y hermanos que dan de su tiempo gratuitamente para ayudar a que los jóvenes, hijos e hijas de nuestras comunidades, tengan un encuentro sincero con el amor de Dios y con ellos mismos. 

¡Benditos sean los obreros que han trabajado en estas obras! Como verdaderos instrumentos de Dios se encargan de vencer al demonio y llevar almas al cielo. 

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios». 
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».