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Señor, enséñanos a orar

La oración es fundamental para la vida espiritual. No puede existe un cristiano verdadero si no hace oración diaria y continua. El mismo Jesús pone ejemplo al estar siempre en oración. ¿Cómo debemos orar?

La oración se debe hacer desde el reconocimiento de que estamos necesitados de Dios, con mucha Fe, con humildad, insistentemente, importunamente, ayudada por el ayuno y la limosna, pidiendo el Espíritu Santo y siempre con la intención de hacer la voluntad de Dios.

Él que ora pone su confianza y corazón solo en Dios porque sabe que Él es su Padre. Sin oración nunca encontremos la paz y la vida que nos ofrece Dios. ¡Ánimo! Pidamos a Dios el don de la oración.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,1-4): Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo

La oración es establecer una comunicación de intimidad con nuestro Dios. Es central en la vida cristiana. Nos hace vivir en cercanía con nuestro Dios. Nos hace reconocerle con Padre.

Orar no es un acto devocional. Es una necesidad! Sin la oración no hay Fe, sin la oración no hay vida.

Jesús oraba constantemente. Nosotros estamos invitados a seguirle. ¿Dispuesto? Pues a continuación la forma ideal de hacerlo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

¡Creo, ayuda a mi poca fe!

Jesucristo pasó por esta tierra exorcizando demonios y sanando de muchas dolencias. A pesar de estas manifestaciones del poder de Dios, mucho seguían sin entender. Dudaban de Jesús. Lo buscaban solamente por intereses personales.

El Señor quería mostrar el poder de Dios para llamar a la Fe a todos y todas. Quería darles vida eterna y las curaciones eran símbolo de esta victoria de Jesús sobre los poderes del mal. Los milagros tiene como objetivo suscitar el cambio profundo de mentalidad. Transformar los corazones de las personas. Llevarles a la Fe.

¿Qué necesitas hoy? Pídeselo al Señor, pero recuerda que solo una es la más importante: el Espíritu que nos permite hacer su voluntad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 9,14-29): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y, al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?». Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido».

Él les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!». Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!». Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!».

Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él». Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración».

Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará

Hoy es miércoles de ceniza. La iglesia nos llama a recordar que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Nos invita a reflexionar sobre la precariedad de la vida. Nos dice que no nos apeguemos a nada en este mundo porque todo pasa, y solo el amor de Dios es eterno.

Nuestra inclinación, por el pecado que habita en nosotros, es hacernos ídolos de todo. Los afectos desordenados, el dinero, el éxito y la fama son ejemplos de las cosas a las que le pedimos la vida. ¡Qué buena es la cuaresma para ayudarnos a entender la verdad!

La verdad es que debemos poner nuestra confianza solo en Dios. Todo pasa, solo Dios basta. Si nos creemos ésta palabra y la ponemos en práctica seremos verdaderamente felices. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Mi casa será casa de oración

Jesús fue ciertamente un líder. Enseñaba de forma constante en el templo. Las personas le escuchaban con agrado. Hablaba con autoridad y demostraba su misión con señales y prodigios. Pero esto amenazaba el poder de los que gobernaban el templo y todo el pueblo. Veían en Jesús una grave amenaza.

Una de los cosas que Jesús denunció con fuerza fue la instrumentalización de la práctica religiosa para beneficio propio. La casa de Dios no es un negocio. Es casa de oración.

Es por eso que también nosotros no podemos caer en el engaño de actuar como si la relación con Dios se basa en una comercio. El Señor nos ama y nos da sus gracias de forma gratuita. ¿Cómo lo hace? Mediante la oración. Nuestra vida debe ser una continua oración al Señor donde podamos adorarle en verdad y total libertad. El amor de Dios no se compra o se exige. Se experimenta a través de la oración del humilde que abre su corazón al Señor.

Hermanos, oramos al Señor. ¡Él te ama!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

¡Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!

La oración es poderosa. El mismo Jesús oró incesantemente y enseñó a sus discípulos que hicieran lo mismo. Si algo es propio de un cristiano es orar. ¿Por qué?

La oración es comunicación e intimidad con Dios. Nos permite acercarnos, en la humildad y sencillez, a Dios Padre en la seguridad que seremos escuchados. Es en la oración donde más se manifiesta el rostro paterno de Dios.

Hoy es un buen día para reafirmarnos en la oración. Si queremos ser santos y felices debemos orar siempre, en la humildad y Fe, seguros de que Dios nos escucha y nos ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,7-12): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas».

Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso

Dios crea a todos los que habitamos este planeta tierra con una misión o encargo. Nadie está fuera del plan de Dios. Para nuestro Dios Padre todos somos su obra creadora y estamos llamados a vivir la vida con sentido y plenitud.

Nuestro Señor Jesús no actuó solo. Como fruto de la oración, pudo elegir al equipo íntimo que le acompañó y ayudó en su misión aquí en la tierra. Ellos son imagen nuestra. Nosotros, al igual que ellos, estamos llamados a una misión importante: expulsar dominios en su nombre. ¿Esto que significa?

Jesús nos da de su espíritu para que podamos ser reflejos del amor de Dios. Existen muchos demonios en este mundo que fomentan el odio, resentimiento, división, y amargura. Estos demonios son expulsados de nuestro corazón en el poder de Jesús.

Hoy nos llama el Señor y nos invita a seguirle y bendecirle. Estemos hoy dispuestos a realizar en nuestra vida el Amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,13-19): En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.

La fiebre la dejó y ella se puso a servirles

El inicio de la vida pública de Jesús, y por tanto su misión, estuvo acompañado de señales, prodigios y milagros de todo tipo. Era tanto el revuelo ocasionado por estos fenómenos que de muchos pueblos iban a verle para ser curados por Él. ¿Cuál es el propósito de tales signos? Convertir el corazón.

Es emblemática la curación de la suegra de Pedro. Su fiebre, su enfermedad, le impedía fundamentalmente servir. Es decir, en su cuerpo se manifestaba una enfermedad del alma. Era incapaz de dar amor mediante el servicio a los demás. Por eso debemos, quizás, preguntarnos hoy: ¿padecemos de algún tipo de “fiebre”? ¿Qué hay en nosotros que nos impide amar, perdonar, servir, y bendecir?

Para curar todas las enfermedades ha sido enviado Jesús, especialmente las del alma. Todos envejecemos y morimos. Lo que nos mantendrá vivos en el Señor es hacer su voluntad y entrar en la bendición de su amor. ¡Ánimo! Todas tus dolencias serán sanadas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, Jesús, saliendo de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. 
Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. 
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

No temas

La vida está llena de peligros, frustraciones y sufrimientos. Es verdad que también hay alegrías y bendiciones, más sin embargo, existen momentos en los que nos viene la duda y la decepción. Las escrituras están llenas de personajes que encarnan dicha realidad. Uno de ellos es Zacarías.
Zacarías era un hombre de Dios a quien se le aparece en Angel del Señor y le anuncia algo humanamente imposible: que tendría un hijo que sería precursor del mesías esperado. Esto es algo que sobresalta a cualquiera. Este hombre, que lo había probado todo para ser feliz y tener razones de alegría, nunca lo había podido lograr. Resulta, que la final de sus días, contra toda esperanza, Dios le concedió lo que tanto anhelaba y así lo convirtió en instrumento de salvación para todos y todas.

Hermanos y hermanas. Hoy es el día en que nuestro Dios quiere hacer lo mismo con nosotros. Nunca dudes de esto. Siempre tengamos abierto nuestro corazón a la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. 
Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». 
Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo». 
El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

Señor, enséñanos a orar

El que esnseña a orar en el Señor. Es Él quien pone el espíritu y las palabras correctas en nuestra alma, espíritu y mente. En la oración encontramos a Dios y le hacemos partícipes de nuestra realidad. Es en la oración donde hacemos verdadera comunión con Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,1-4): Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».