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En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios

Los padres tenemos muchos consuelos y momentos de alegría con nuestros hijos. También tenemos momentos de dolor y sufrimiento. En sentido general, los hijos son la responsabilidad de los padres y ellos le deben obediencia y respeto.

Las escrituras toman esta figura y hablan de un padre que tiene dos hijos. A uno le dice que haga algo y no lo hace. Lo mismo sucede con otro pero este si hace lo que el padre dice. ¿Qué significa esto?

Pues que lo más importante es hacer lo que dice nuestro padre Dios nos dice. Es decir, poner en práctica la palabra de Dios. De nada nos sirve que digamos que seamos hijos de Dios si no hacemos lo que dice y ponemos en práctica su palabra.

La salvación nos viene de hacer la voluntad de Dios. Por eso, en el día de hoy, estamos llamados a ser hijos obedientes que ponen en práctica sus consejos. Seamos hijos obedientes de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial

¿Qué cosa distingue a los cristianos? ¿Qué los hace únicos o diferentes a todas las demás religiones, filosofías e ideologías? La llamada o vocación a un amor radical. 

Jesús en la cruz mostró el camino que estamos invitados a recorrer. Es el camino del amor en la dimensión de la cruz.

¿Alguien te ha hecho daño? ¿Alguna persona le ha hecho algún mal a un ser querido? ¿Te han calumniado, envidiado, herido física o afectivamente? Hoy el Señor te dice que te ama profundamente aunque seas un pecador y te invita a hacer lo mismo. Ama a tus enemigos, a todo aquel que te ha hecho un mal. ¡Sólo así puedes ser hijo o hija de Dios!

¿Quieres ser verdaderamente feliz? Estas invitado a asumir la filiación divina. ¿Cómo se hace eso? Amando a los enemigos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo

La presencia de Jesús resucitado entre nosotros se siente mendiante su acción salvadora. Los discípulos estuvieron tristes porque sentía que su Señor partía y ya no iban a disfrutar de su presencia cercana. Jesús los invita a no estar tristes.

Ciertamente hay momentos en los que sentimos que nuestro Señor se nos va. Pensamos que Él nos ha dejado solos. En momentos de prueba, enfermedad, desgracia o tribulación.

Es por eso que las escrituras nos hablan de que jamás el Señor nos dejará solos. Su ascensión al cielo no es un adiós. Nunca nos dejará solos. Siempre estará con nosotros “hasta el fin del mundo”.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,16-20): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».

Mis ovejas escuchan mi voz

Escuchar, en el sentido bíblico, no es lo mismo que oír. Cuando alguien escucha la predicación de un profeta, catequista o presbítero y no pone en práctica lo que dice es como alguien que oye pero no escucha. Por eso es tan potente la imagen escogida por Jesús a la hora de explicar esto.

Cuando un pastor llama a su rebaño todos los animales entienden el mandato. Es como ocurre con alguna mascota. Reconocen la voz de su amo y se ponen en marcha.

Escucha la voz del pastor es seguirle, ponerse en camino, hacer lo que él nos dice.

Hoy tenemos la oportunidad de experimentar la vida eterna al poner en práctica la palabra de nuestro Señor. ¡Ánimo! Con la ayuda del Espíritu Santo podemos hacerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 10,22-30): Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

Serán todos enseñados por Dios

En mucha ocasiones queremos saber el porqué de las cosas. Vivimos cuestionando y reflexionando. Tenemos dentro un germen de lógica y razón. Es por eso que algunas veces caemos en crisis existencial.

Los acontecimientos de hoy deben ser explicados, o mejor dicho, iluminados por aquel que puede. Y ese es nuestro Dios y Padre.

No seamos necios queriendo entender el porqué Dios permite ciertas cosas. Comamos todos los días el “pan bajado del cielo”. Alimentate todos los días de la voluntad de Dios. El nos ensaña el camino del Maná. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,44-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

Señor, enséñanos a orar

Si hay algo propio de un cristiano es la oración. Un hombre o mujer en busca de Dios lo primero que tiene que hacer es orar incesantemente. La oración es la vía o camino que pueda conducirnos a un encuentro personal y profundo con Dios.

Jesús se pasaba el día en oración. Cumplía con lo que le fue trasmitido de pequeño y además pasaba largas horas orando a solas. Sus discípulos al verlo querían hacer lo mismo. Su ejemplo les inspiraba. Sabían muy bien que si su maestro lo hacía era bueno.

La oración no es repetir como papagayos unas fórmulas sin pensar en lo que decimos. La oración es encuentro de comunión con Dios donde estamos afirmando nuestra disposición de hacer la voluntad de Él.

El que hace oración es lo suficientemente humilde como para reconocer que está necesitado del que todo lo puede. Reconoce en Dios a su Padre que le cuida y proteje. Está dispuesto a hacer la voluntad de Dios.

¡Hoy en día de oración! ¡Ánimo! Solo así seremos felices.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,1-4): Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

Al orar, no charléis mucho

Se podría decir que la oración es la práctica espiritual más común a todas las religiones y espiritualidades del mundo. Todos los humanos que buscan de Dios, si lo hacen en serio, deben intentar por todos los medios de hacer verdadera oración.

La oración no es decir un montón de palabras vacías de significado. No es repetir sin conciencia una serie de palabras a las que no prestamos atención. Hacer verdadera oración es un acto de Fe que uno hace con Dios para entregarle nuestra vida y que Él haga siempre su voluntad.

Los frutos de la verdadera oración son paz, serenidad, tranquilidad, equilibrio emocional y sobretodo felicidad. Dios se encuentra con nosotros cuando en la oración nos “vaciamos” de nosotros y nos quedamos a solas con Dios. 

Hoy intenta orar de esa manera. Al cerrar tus ojos piensa en Dios como un padre que te cuidará hoy y siempre. La oración es siempre un encuentro de amor con el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. 
»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

El amor con que tú me has amado esté en ellos

Dios nos ha creado para el amor. Si en nuestras familias, trabajos u organizaciones reina el amor entonces no hay posibilidad alguna de división, odio o rencor. La comunión se da solamente si ponemos nuestras acciones y palabras bajo el poder del Amor.

Dios es Amor y el habita en los corazones de aquellos que están dispuesto a amar como el nos ha amado. ¿Cómo nos ama Dios? De una forma totalmente distinta a como amamos o nos aman.

En el mundo todo es por interés. Las personas se acercan a ti buscando algo. Una solución o apoyo. Una dádiva o favor. El amor del mundo es interesado, limitado. Esto no es necesariamente malo. Un niño ama a su Padre cuando le trata bien pero si en algún momento le toca correjirle pues se ponen en dudas estas cosas. Es natural alejarnos de aquellos que no entendemos o pensamos que más nos hacen daño.

Hoy es un buen día para abrir nuestro corazón a esta forma de Amor. La clave de la armonía en tu familia, matrimonio, o trabajo es que ames de esta manera. Dios nos dará este amor en la forma de su Espíritu.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,20-26): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 

»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo

Estamos en la semana que finaliza el tiempo Pascual. Tendremos dentro de poco una de las fiestas más lindas del cristianismo: Pentecostes. Jesús, antes de ascender al cielo, habla a los apóstoles en un tono de despedida. No quiere que estén tristes. Les promete algo.

Jesús vuelve a la casa del Dios Padre pero no deja a sus ovejas solas. Les dice que les dejará una ayuda adecuada y esta es el Espíriru Santo.

También hoy podemos contar siempre con esa ayuda. ¿Te sientes perdido y no sabes que hacer con tu vida o con una situación particular que tengas? ¿Tienes alguna situación especial o quisieras entender mejor algo que te supera? Invoca el Espíritu Santo y el te ayudará.

Jesús nos ha amado tanto que nos ha dejado la mayor de las gracias. Un don del cielo que nos hace hijos de Dios. La naturaleza del Padre puede habitar en nuestro corazones. ¡Pide el Espíritu Santo! El puede ayudarte.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 
»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros

El centro del mensaje de Jesús es el amor. Dios envía a Jesús a la tierra para hacer presente el amor en su máxima expresión. Dice San Juan: “y los amó hasta el extremo” haciendo ver el modo en que ha amado Dios en Jesús a toda la humanidad.

Permanecer en el amor de Dios significa hacer presente constante en nuestra vida diaria este amor. ¿Cómo podemos maltratar, odiar o rechazar si Jesús nos ha amado, curado y aceptado? 

Hoy es un buen día para permanecer en el amor. Pide perdón y ama a todos tus prójimos. Dios Padre nos ha amado muchísimo. No hay forma alguna de negar eso. Seamos reflejos de ese amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,9-11):En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».