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Los pusieron a sus pies y Él los curó

El mensaje del Señor es siempre positivo. Cuando Jesús habitó este planeta tierra dejó una larga lista de obras de misericordia y amor. A las personas las trataba con dulzura y compasión. Ese fue su legado y continua haciéndolo desde siempre.

La mejor forma de llegar al corazón de una persona, institución o nación es amando. Es siempre mejor bendecir que maldecir, hablar bien que mal, curar que enfermar. Sentir compasión por aquellos pobres de la vida es la mejor manera de mostrar el espíritu cristiano.

La lucha por los inocentes es la más grande de todas las luchas. Los últimos de la tierra son hoy niños y niñas que no han visto la luz de día porque siguen en el vientre de su madre y hoy hay nuevos “Herodes” que quieren matarles. Jesús nunca lo hubiera permitido. No lo permitas tú.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,29-37): En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?». Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

No he encontrado en nadie una fe tan grande

¿Qué es la Fe? Ayer estaba con mi familia en el interior “dando un pésame” como decimos los dominicanos y tuvimos la grata experiencia de escuchar el testimonio de un familiar que había hecho un encuentro personal con Jesús a través de un “Seminario de Vida en el Espíritu”. Su experiencia de Dios era viva, alegre y “resucitadora”. Una verdadera explosión de presencia divina en su familia y vida. Eso es la Fe.

La Fe adulta o simplemente, la Fe cristiana es la experiencia de Dios que se traduce en una vida llena de hechos y testimonio vivo. ¿Cuántos de nosotros podemos dar razón de nuestra Fe? ¿Cuántos podemos contar nuestra experiencia de un Dios Vivo que ha actuado, actúa y actuará siempre en nuestra vida?

En el evangelio hay un centurión que pide un favor a Jesús. Él, seguro de lo que pide, está seguro de que Jesús puede ayudarle. Salvar a hijo de la muerte es lo mas importante y el sabe que solo el Señor lo puede hacer. Tiene Fe no solamente porque cree. Tiene Fe porque sabe, por experiencia, que Jesús tiene poder de salvarlo y seguro que la hará. Mis queridos hermanos y hermanas, eso es la Fe.

Celebremos hoy nuestra Fe. Recordemos todos los bellos momentos donde ha actuado Jesús con potencia en nuestras vidas. El salva y quiere salvar. Seamos testigos de las maravillas de nuestro Padre Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,5-11): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaún, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

Todo pasa. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. La juventud, riqueza y salud son realidades perecederas. Terminan en esta vida. Todos un día vamos a morir, ¿cómo piensas vivir tu vida? El cristianismo da la respuesta.

La gran realidad de la vida es que un día moriremos. Aceptar esa gran verdad y vivir en consecuencia es lo mas inteligente y sabio que podemos hacer. ¿Si hoy tienes un accidente? ¿Si te dan un diagnóstico de salud desfavorable? ¿Si alguien atenta contra tu vida? Son cosas posibles. ¿Que vas hacer con tus temas pendientes?

Uno de los grandes errores es vivir como si nunca fuéramos a morir. Por eso mantenemos rencores y odios, hacemos riquezas sin control ético o ponemos en primer lugar disfrutar sin limitaciones el día a día. Esto es un gran ERROR.

Hacer de nuestra vida un largo tiempo preparativo para el encuentro con el Señor es lo mas SABIO que podemos hacer. Cumplimos con dos objetivos: vivir en plenitud de felicidad y tener el corazón puesto en la patria definitiva.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Os echarán mano y os perseguirán

Ser cristiano en este tiempo es asumir grandes riesgos. El estilo de vida de un hombre o mujer de Fe es, paradójicamente, escandaloso para muchos. Está llegando el momento en vivir según los principios evangélicos supondrá estar dispuestos a sufrir el martirio.

La sociedad ha cambiado. Lo que antes era bueno ahora es malo y viceversa. En la Iglesia luchamos por la vida y en el mundo se defiende el “derecho” de una madre de “matar” a su hijo. La asamblea cristiana valora la familia tal cual ha sido siempre y ahora resulta que eso es ser “medieval” y “atrasado”. Lo que está de moda es ser “open mind” y reconocer que la homosexualidad es algo normal. Nadie entiende o quiere entender la postura de la Iglesia cuando dice que Dios ama al pecador pero no al pecado. Repetimos, ser cristianos HOY implica ir contra corriente. Por eso el evangelio de hoy se hace actual.

La buena noticia es que el Señor nos promete que no estamos SOLOS. Debemos tener el ánimo firme. Todo un Dios nos cuida, protege e inspira. ¡Seamos valientes! Estamos en tiempos de martirio. Bendito sea el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Mi casa será casa de oración

¿Por qué buscaban matar a Jesús? Parecería que era una cuestión doctrinal o una diferencias meramente teológicas. Tiene algo de “eso” pero no tanto.

Jesús rompe esquemas. Va contra corriente. Es un líder revolucionario. Alguien que con sus palabras y obras denuncia lo que no va bien e invita a enmendar la vida.

El templo es símbolo de poder. Es el centro político y religioso de Israel. Representa el “stablishment” judío. Precisamente ahí es donde Jesús predica el amor al enemigo, la adoración solamente a Dios y el anuncio de que el reino de Dios es para todos! no sólo para unos pocos privilegiados.

La buena noticia es que Jesús se interesa por la oración. A Él no le importa lo externo. Lo material debe ser simplemente un medio para alcanzar un vida interior mucho más cercana a Dios.

En este día Dios quiere convertir tu vida en “casa de oración”. Quiere que crezcamos interiormente. Que seamos felices por dentro para proyectar por fuera la bondad de Dios. Quiere que nuestros “bandidos interiores” sean eliminados. Seamos HOY casa de Oración de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza

Una multitud de hombres y mujeres han recibido una llamada de parte de Dios a ser cristianos. En los últimos 2 mil años de historia de la humanidad muchos han sido escogidos por Dios para seguirle en la persona de Cristo. ¿En qué consiste este seguimiento?

Todos tenemos proyectos personales. Hemos desarrollado en el transcurso de nuestra vida relaciones afectivas sobre las cuales basamos nuestra vida social. Nuestros compromisos familiares, laborales y afectivos son múltiples y determinan nuestra existencia. ¿Acaso todo esto es malo?

Dios nos llama a vivir la vida en un radicalismo evangélica. Esto no quiere decir que no le demos importancia a nuestros temas. Lo que sí quiere decir es que el gran tema, si realmente hemos sido llamados por Dios, es seguirle a Él y vivir la vida como otro Cristo aquí en la tierra.

El Señor nos llama a servir donde Dios nos ha puesto poniendo esta misión por encima de las demás cosas de la vida. Sólo así podemos amar a Dios y al prójimo en una dimensión nueva y profunda. Sólo así podemos ser verdaderamente LIBRES. Sigamos a Jesús y Él nos dará la verdadera felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,57-62): En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

El Cristo de Dios

¿Qué significa creer que Jesús es el Cristo de Dios? Repetimos tanto que Jesús es Señor, Cristo y demás títulos, que puede ser que no nos demos cuenta de la profundidad de dichas formas de referirnos a nuestro Salvador.

Cuando proclamamos y confesamos que Jesús es el Cristo de Dios, estamos reconociendo que Él es Señor de todos y que es el camino que nos lleva a la vida. ¿Y cuál es este camino que lleva a la vida? El camino de la cruz.

Jesucristo nos salva mediante el sufrimiento y muriendo por todos nosotros. Algunos pensarán, “pero esto suena un tanto masoquista”. ¡Para nada! Jesús transforma el sufrimiento de algo aparentemente malo en algo bueno. El sufrimiento, en la fe de nuestro Señor, es redentor y santificador.

Acoger el amor de Dios en nuestros corazones es lo mejor que nos puede pasar y este amor se manifiesta de una forma admirable cuando descubrimos que Jesús ha dado la vida por nosotros cuando hemos sido malvado, pecadores y malos con Él. Este amor, hasta el extremo, nos puede transformar y hacernos verdaderos cristianos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?

En esta generación nos maravillamos ante muchas cosas. Los avances tecnológicos y científicos nos hacen pensar en las grandes posibilidades que tenemos de seguir descubriendo las maravillas de este planeta y el universo. ¿Existe algo que pueda superar todo esto?

Que los cojos anden, que los leprosos queden limpios, más aún, que los muertos resuciten, parecen ser hechos asombrosos que pueden asombrar hasta al más incrédulo de los mortales. Símbolo de toda esa incredulidad y perversidad es Herodes. Su interés por estas cosas no viene de su deseo de conocer a Dios. Parte más bien de una curiosidad mal sana de novedades.

El gran hecho asombroso, que los “Herodes” de este tiempo son incapaces de ver, es que en el Señor todos podemos encontrar salvación. Que Él, en su inmensa misericordia, cambia el corazón de las personas. El milagro MORAL, es el hecho más asombroso de todos los tiempos. Herodes no busca a Jesús para convertirse, el quiere “entretenerse” en su perversidad.

Mis queridos hermanos. ¡No seamos Herodes! Busquemos al Señor no porque pueda cambiar “milagrosamente” los hechos que no aceptamos de nuestra vida. Encontremos en Jesús el camino de salvación y aceptación de la voluntad de Dios. Él puede cambiar nuestras vidas, hacernos el gran MILAGRO de nuestra conversión.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.

¡No llores!

En la palabra de Dios hay muchos relatos sorprendentes. Los milagros están al orden del día. Uno de los que más llama la atención son los hechos de la resurrección. Que un muerto resucite es el hecho más grandes que puede pasar. ¿Todavía hoy podemos ser testigos de ese milagro?

La muerte física es algo natural pero a su vez muy temida por todos nosotros. El fin de nuestra existencia aquí en la tierra es algo que determina nuestra conducta y nos deja en estado de “shock”. Pero lo importante no es este hecho inevitable para todos nosotros. Somos invitados por el Señor a ver en este hecho el símbolo de algo más importante: la muerte del ser.

En momentos específicos de nuestra vida hemos vivido como muertos. Cuando hemos estado en un sufrimiento fuerte, cuando hemos sido víctimas de una difamación o calumnia, cuando hemos tenido que enfrentar problemas serios en la familia o en el matrimonio; en fin, en diversas situaciones existenciales hemos experimentado la muerte interior y nos hemos sentido como “muertos en vida”.

La buena noticia del evangelio de hoy es que tenemos la posibilidad de vivir. Jesús tiene poder de resucitarte! De resucitarnos. ¿Te sientes como muerto? ¿Estás triste por alguna situación en tu vida hoy? ¡Alégrate! Dios está contigo siempre. En Jesús tenemos la garantía de la resurrección.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará

El evangelio del día de hoy es más que oportuno. Podemos hacerle la pregunta al Señor: ¿es justo o no pagar el impuesto a las compras por Internet menores de 200 dólares? Jesús, como siempre, es genial en sus respuestas.

El didracma era una moneda de plata que usaban los judíos para pagar el impuesto anual del templo. En todas las épocas y generaciones siempre ha sido pesado y poco agradable pagar impuestos. La mayor parte de ellos son “impuestos” al pueblo. Nunca son queridos o deseados.

Como es lógico, este es un tema a tratar con los líderes del momento. Jesús es uno al que se le puede preguntar sobre medidas que pensamos son injustas. Su opinión es importante.

¡Oh sorpresa! A Jesús le interesa aprovechar la oportunidad para dar un mensaje mucho más importante que los impuestos. El centro de nuestra vida no está en las dinámicas propias de este mundo. Dios provee para nuestras necesidades. Los hijos de Dios no tienen que preocuparse. El nos dará a su tiempo lo que necesitamos.

¿Qué es lo necesita el hombre y la mujer de nuestro tiempo? Vivir la experiencia Pascual. Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su muerte y resurrección se escandalizan y entristecen. ¿Por qué? Porqué no quieren morir. Queremos pasar a la resurrección sin experimentar la muerte.

No aceptamos las cosas que nos hacen “morir”. Pagar impuestos, comprar los útiles escolares de los niños, enfrentar la precariedad de la vida, son siempre temas difíciles de aceptar.

Jesús nos dice que él “paga por tí y por mí”. Que Él ha entrado en la muerte para resucitar y darnos la posibilidad de vivir esta misma experiencia.

No te preocupes más por los impuestos. Tenemos un Padre millonario que se encargará de nuestras cuentas y sobretodo, de la más importante de todas ellas: la de nuestros pecados. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 17,22-27): En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho.

Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: «¿No paga vuestro Maestro el didracma?». Dice él: «Sí». Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: «¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?». Al contestar él: «De los extraños», Jesús le dijo: «Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti».