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Comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos

Jesús ha convocado a sus discípulos para enviarlos en misión. De esa forma le hace partícipe de su propia misión. Les envía en la precariedad física pero con la fuerza de su espíritu. ¿Alguna vez has hecho esa experiencia?

He tenido la bendición de hacer la misma experiencia de los apóstoles y ha sido una de las más importantes de mi vida. Puedo dar el testimonio de que nada es comparable con la fuerza del evangelio llevado por medio de hombres y mujeres débiles.

El mundo necesita de nuestra disponibilidad para la misión. No podemos quedarnos callados y sentados. ¡Ay de nosotros si no anunciamos el evangelio! El tiempo de la misión es ahora. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,7-13): En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

La multitud, al oírle, quedaba maravillada

Lo que provenía de Jesús era pura fuerza divina. Las personas de su pueblo natal no podía entender como aquel niño que jugaba en sus calles podía ser ahora el mesías y Salvador de Israel y del mundo entero. ¿Qué pasaba en el corazón de aquel pueblo incrédulo?

Nuestro problema suéñele ha sido mirar las cosas desde la razón. No sabemos descubrir el lado trascendente de las cosas. Tenemos una mirada corta, oscura y pequeña. ¡Cuantas cosas buenas nos perdemos por causa de nuestra incredulidad!

En el día de hoy se nos invita a descubrir la presencia de Dios en todo. Así mismo como lo lees: ¡en todo! El cristiano es aquel que tiene una mirada de Fe que puede descubrir la sabiduría divina inclusive en la cruz, el sufrimiento y la vida en sentido general. Tener esta actitud frente a la vida es clave para nuestra felicidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Sentado, vestido y en su sano juicio

Jesús se presenta frente a los endemoniados y los libera a todos. Los espíritus maligno huyen con temor ante el poder de Dios. La fuerza de su espíritu lo transforma todo, lo cura todo, lo libera todo. ¿Has sido testigo de esa fuerza divina?

Los que han estado en pecado o en muerte del ser puede encontrar en Jesús a su salvador. El Señor transforma a todos. Le hace estar sanos, vestidos y en su sano juicio que significa que les cura sus enfermedades, les da una nueva naturaleza y les convierte en testigos de su amor.

El Cristiano es aquel que puede gritar con alegría las maravillas de Dios. Seamos agradecidos. Dios nos ha dado mucho, ¿qué piensas hacer como respuesta a su amor? ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,1-20): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes». Es que Él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.

Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos». Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.

Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con Él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti». Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.

Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas

Las parábolas eran la forma sencilla y hermosa que utilizaba Jesús para enseñar y comunicar las maravillas de Dios. El Señor utilizaba un lenguaje cercano para hablar a los pequeños y humildes. Sus palabras, llenas de sabiduría, siempre producían frutos en aquellos que le escuchaban con rectitud de intención.

Su anuncio del Reino de los Cielos se hacía presente, justamente, mediante una presencia sencilla pero potente. Nuestro Señor inauguraba con su presencia en la tierra una nueva etapa. Dios se ha hecho cercano a través de Jesucristo.

Escuchemos la voz de Dios que hoy y siempre quiere hablarnos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Quien tenga oídos para oír, que oiga

Los oídos son para escuchar, ¿cierto? Sin embargo, hay algunos que no escuchan nada. En el lenguaje bíblico, la palabra escuchar no significa simplemente oír los sonidos. Es más que eso. Escuchar significa poner en práctica lo que se escucha. Es que aquello que entra por los oídos, baja al corazón y se convierte en acción.

Los cristianos debemos ser personas de acción. Nuestro obrar debe ser según los esquemas de Dios. Nuestros frutos son la realización plena del Espíritu Santo obrando en nosotros. Eso es “oír con los oídos”.

¡Ánimo! Hoy podemos ser luz del mundo si estamos dispuesto a poner en práctica la palabra de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,21-25): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».

Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento

El sembrador en Cristo. La semilla es imagen de la palabra de Dios. La tierra somos nosotros y los frutos son las obras que Dios quiere hacer a través de nosotros. ¿Has entendido?

Jesús hablaba en parábolas porque era una forma sencilla con que llevar su palabra a las personas de su tiempo pero también conseguía de esa manera poner en evidencia a aquellos que le escuchaban con doblez. Por eso Él decía “el que tenga oídos que oiga” que significa que aquel que quiera oír y poner en práctica lo que escucha, ese es él que verdaderamente oirá.

Hoy tenemos la oportunidad de poner en práctica la palabra de Dios. Escuchemos la voz de Dios y no cerremos nuestro corazón. El mundo necesita de los frutos que produce la palabra cuando es acogida en el alma de una persona que quiere hacer la voluntad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 4,1-20): En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».

Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento».

Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

¡Qué maravilla! Todos tenemos la oportunidad de ser hijos de Dios. El milagro se realiza cuando acogemos a Dios en nuestro corazón y cumplimos su palabra. El Señor nos hace sus hijos cuando somos obedientes a su voluntad y transformarnos nuestras vidas.

Ajustar nuestro comportamiento a la palabra de Dios es el camino de la vidaz tenemos la gracia de ser parte de la fmailia divina mediante la acción de la palabra de Dios en nuestra vida.

El mundo necesita de verdaderos cristianos. Tu y yo tenemos la oportunidad de ajustarnos a la ley divina. En la gracia de Jesús podemos lograrlo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres

El perdón ofrecido por Dios en Jesucristo es universal. Todos nuestros pegados son perdonados en la cruz de Cristo. Su sangre ha sido derramada para que podamos alcanzar la salvación. Si es tan grande la misericordia de Dios, ¿Por qué algunos quedan fuera de su gracia? Porque se cierran a este regalo divino.

Dios ha venido a salvar a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Su amor tiene como destinatarios a todos aquellos que quieren aceptar a Jesús en su vida. La única forma de que esté regalo no sea recibido es cuando nos cerramos conscientemente a la gracia divina.

Hoy, al comienzo de la semana, se nos invita a acoger con alegria y sinceridad el Amor de Dios en nuestras vidas. Que nada ni nadie nos aleje de Dios y su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación

Cuando un corazón acoge la buena noticia de Dios, permite que el Espíritu Santo transforme radicalmente su vida, ¿lo crees?

Es impresionante contemplar las señales y prodigios que Dios obra a través de una persona que cree. Sin embargo, el mayor de los milagros que produce la buena noticia acogida en una persona es el amor al enemigo. Quien dice si al Señor se convierte en su hijo porque tiene su misma naturaleza. La naturaleza divina consiste fundamentalmente en el amor. Amor como Dios solamente puede amar: en la dimensión de la Cruz.

Un cristiano ama a sus enemigos, bendice a los que lo maldicen, hace el bien a todos los que le hacen algún mal. Un cristiano lo perdona todo, lo excusa todo, lo olvida todo… ¿tú haces todo eso? ¡Ánimo! Dios te lo quiere dar, si verdaderamente lo quieres.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».

Tú eres el Hijo de Dios

Todo aquel que reconoce en Jesús al hijo de Dios puede experimentar en su vida un profunda y verdadera transformación. Una muchedumbre seguía a Jesús. Una gran cantidad de enfermos y posesos se acercaban buscando sanación. Reconocían que el Señor tenía el poder de dar lo que buscaban.

También nosotros hoy podemos hacer los mismo. ¿Qué nos aqueja? ¿Estamos enemistados con alguien o no aceptamos alguna situación de nuestra historia? En Jesús estas preguntas encuentran respuesta. Él es la fuente de todo bien. Él es el origen de toda nuestra salvación.

Acudamos al Señor con humildad. Hoy nos espera con los brazos abiertos para darnos lo que verdaderamente necesitamos: el amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.