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El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama

Podemos tener algo seguro en la vida: Dios nos ama. Nuestra existencia está marcada por grandes bendiciones aunque no lo queramos ver. Estamos vivos, podemos disfrutar de toda la naturaleza y las maravillas del universo, tenemos la posibilidad de avanzar y progresar mediante el trabajo y el esfuerzo diario; en fin, son varias las razones por las que podemos bendecir. ¿Qué nos falta?

La clave de la felicidad consiste en que hacemos con esas bendiciones y dones que Dios nos ha regalado. ¿Cual es la respuesta que das al amor de Dios? 

Guardar los mandamientos de Dios y ponerlos en práctica es amar a Dios. Lo que espera Dios de ti no es que te esfuerces, hagas grandes cosas o vivas una vida de perfección ficticia. Lo único que espera Dios es que le ames y lo demuestres con algo que te beneficia solamente a ti: guardar los mandamientos de Dios.

El Señor quiere que cumpliendo el amor de Dios puedas ser feliz, porque la felicidad cristiana es el amor. Sentir profundamente el amor de Dios y proyectar dicho amor de tu corazón en los demás.

En este día tan especial te pido que vivas para el amor y así el amor nunca dejará tu corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,21-26): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». Le dice Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho».

No se turbe vuestro corazón

Todo el que ha leído el evangelio se da cuenta que se puede observar a Jesús en diferentes estados de ánimo. En un momento habla de una forma erudita a sabios de Israel y por otro lado de forma severa a los que desea salvar.

El Evangelio de San Juan pone en los labios la siguiente frase maravillosa: “No se turbe vuestro corazón”. Es una llamada a la calma y La Paz. Con inmenso amor y ternura Jesús anuncia a sus queridos discípulos que les espera algo mucho mejor: el cielo.

Jesús les anima en medio de las dificultades y sufrimientos presentes y futuros. Él nos prepara una “mansión” y un “lugar”. Nos anuncia que creyendo en Dios podemos recorrer el camino que nos lleva a la vida. Jesús nos ama y quiere que estemos con Él junto al Padre.

¡Ánimo! ¿Por qué estás triste? No hay nada que temer. Sea cual sea tu problema, en el Señor todo tiene solución. Abra tu corazón hoy y siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,1-6):En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Mis ovejas escuchan mi voz

El evangelio de San Juan dedica varios versículos a la figura de Pastor y ovejas. Jesús se les presenta muchas veces a sus discípulos como el Buen Pastor que cuida de sus ovejas. ¿Cómo podemos ser miembros de su redil?

Para aquellas culturas de pastoreo frecuente la figura del pastor está llena de importante significado. Realmente, en las ovejas de un rebaño conocen la voz del Pastor. Entre ellos se da una realicen cercana, especial. El pastor, dueño de sus ovejas, las ama y cuida porque sabe muy bien los peligros que acechan sobre ellas. 

Una oveja escucha y conoce muy bien la voz de su pastor. Nosotros los cristianos estamos invitados constantemente a escuchar la voz de Jesús. ¿Por qué? Porque esta es la palabra de Dios. Jesús y nuestro Padre Dios son uno. Sabemos que la voz de Jesús da vida, resucita.

Hoy es un buen día para renovar nuestro amor y cercanía con Jesús. ¡Ánimo! Seamos ovejas fieles de Jesús nuestro buen Pastor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 10,22-30): Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».

El Hijo da la vida a los que quiere

La iglesia está viviendo en este tiempo la cuaresma. Podríamos decir que estamos en la “hora” de Dios. Es un tiempo oportuno de conversión y de reencuentro con nuestro Padre Dios.

La voluntad de Dios no es que nos quedemos en el ayuno, oración y limosna como práctica cuaresmal ascética. La cuaresma es muy bonita pero mucho más importante es su finalidad. La cuaresma está en función de la Pascua. El querer de Dios es que TODOS tengamos vida en abundancia.

Hermanos y hermanas. ¡La gran noticia es que Dios quiere resucitarte! Alégrate, porque este misterio que debe darse todos los días lo vamos a celebrar en breve. Nunca te desanimes.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,17-30):En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. 


Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 


»En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».

El mayor entre vosotros será vuestro servidor

Todos los seres humanos quieren ser importantes. Si estas en tu sano juicio jamás rechazarías la oportunidad de ser reconocidos por otros o por la sociedad. Nuestra aspiración es ser importantes para los demás y es por eso que nos esforzamos tanto para tener dinero, fama o poder y así convertirnos en personas destacadas. ¿Cómo se vive en el cristianismo este afán?

Jesús nos enseñó que nadie puede colocarse en el lugar de Dios. El Señor, que conoce muy bien el pecado del ser humano, sabe que en el fondo de nuestro ser hay una inclinación hacia lo que pueda constituirnos “dioses” o dueños absolutos de nuestra vida. El pecado de Eva es precisamente ese. Dice la serpiente “no es que morirás… Es que Dios no quiere que seas como Él”. En definitiva Eva, imagen de todos nosotros, quiere ser “como Dios” para poder hacer lo que le plazca y así ponerse en el centro de todo. 

Los matrimonios se divorcian, los hijos rechazan a sus padres y los seres humanos se pelean porque todos quieren ser “señores” y no servidores, “mayores” y no menores. La raíz del mal y del pecado en el mundo radica en ese deseo desordenado de querer ser  el centro de todo y por tanto aplastar a los demás.

¿Quieres ser mayor? ¿Quieres ser el primero? Se el último y el servidor en tu familia, trabajo, universidad o escuela. En ocupar el último lugar amando a los demás está la perfecta felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,1-12): En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí”.


»Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí”, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Doctores”, porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».