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Tú eres el Hijo de Dios

La naturaleza divina se manifiesta en la liberación del Alma. Muchas son las enfermedades físicas y espirituales que agectan nuestra vida. Muchos males nos aquejan. Es decir, hemos experimentado el pecado y la muerte que produce. ¿Quién puede salvarnos?

Dios ha enviado a su hijo Jesucristo para liberarnos y sanarnos. Se ha manifestado en nuestra vida con poder para otorgarnos la posibilidad de una nueva vida. Su acción salvadora puede vencer todas nuestras dificultades.

Pidamos hoy al Señor que nos permita ser receptivos de su gracia abundante y así poder disfrutar hoy de su gracia y amor. ¡Amén!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad

La palabra de Dios tiene poder. La misma puede cambiar la vida, de forma radical, de aquellos que la escuchan y la ponen en práctica.

Dios nos invita a escuchar las palabras de Jesús. Ellas curan todas las enfermedades, expulsan todos los demonios, reconcilian todo conflicto y transforma el corazón de todos aquellos que la escuchan con rectitud de intención.

Su palabra es fuerza divina aquí en la tierra. Bendigamos a Dios por eso. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva

La buena noticia es que todos somos receptores de la liberación prometida por Dios a través de Jesús. La salvación ofrecida por Jesús es universal. ¿En qué podemos darnos cuenta?

Los que hemos tenido un encuentro personal con Jesús podemos decir que la acogida del amor nos ha transformado profundamente. El conocimiento de un Dios cercano y misericordioso nos ha permitido entrar en una nueva realidad de felicidad y vida plena. En la Cruz de Cristo toda nuestra historia adquiere sentido profundo.

Hoy es un buen día para no resistirnos a la acción de Dios. En nuestra vida debe notarse que hemos sido perdonados. Dejemos que Dios invada nuestro corazón con su Espíritu Santo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,16-30): En aquel tiempo, Jesús se fue a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír». Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?». Él les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».

Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Sabiendo que era hombre justo y santo

Los justos son capaces de mantenerse firmes inclusive cuando debe arriesgar sus vidas. La fe les lleva a dar testimonio valiente en cualquier circunstancia. El justo sabe que la vida le viene de amar a Dios con todo el corazón, con toda el almas y la fuerza. Eso supone arriesgarlo todo con tal de ganar a Cristo.

Hoy también debemos ser mártires y dar testimonio valiente. Los cristianos somos atacados y ridiculizados constantemente. Ahora resulta que somos la encarnación del fundamentalísimo e intolerancia. ¡Qué barbaridad!

¡Ánimo! No desfallezcamos. Seamos con Juan el Bautista. Seamos mártires del siglo XXI. Ganemos así la vida eterna. ¡Firmes!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad

Jesucristo denunció insistentemente el pecado de la hipocresía. Por la predicación de Jesús parecería que era el más terrible de todos. Los fariseos y escribas eran el modelo de dicha falta. ¿En qué consiste?

El hipócrita es aquel que muestra por fuera una apariencia que no corresponde con la realidad. El hipócrita es alguien falso, mentiroso y manipulador. En su exterior da la impresión de hombre justo pero en su interior está lleno de pecado contrarios a lo que habla o hace por fuera.

Jesús nos invita a tener integridad y coherencia de vida. Nos llama a buscar cumplir la ley como fruto de la gracia de Dios. Nos da el camino de la santidad y de la verdad basado no en el cumplimiento de una ley externa.

¡Ánimo! Seamos sinceros y verdaderos ante los ojos de Dios. Busquemos siempre la verdad en Dios. Amén

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar

El Amor es más que una ley escrita. Las enseñanzas de Jesús no son un moralismo ni legalismo. Jesucristo no ha venido a exigir el cumplimiento de una norma externa. Lo que nos ofrece es el camino de una liberación gratuita mediante la transformación de nuestro corazón. ¿Cómo lo hace el Señor?

Jesús nos invita a entrar en la Iglesia y en algunos casos volver a entrar. Nos invita a profundizar en nuestra Fe hasta hacerla crecer. Nos invita a recibir el Amor de Dios en nuestros corazones para poder compartir el mismo con los demás. Esa es la ley que quiere Dios. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?

La biblia está llena de mandamientos. En el antiguo testamento hay libros enteros dedicados a las diversas normativas de la ley de Dios. Es natural que alguien que quiera verdaderamente ser una persona justa se pregunte sobre las mejores formas de serlo. En consecuencia puede preguntarse: ¿Cuál es el más importante de ellos?

La respuesta que da Jesús a esa misma pregunta es maravillosa. Dice que el Amor es lo más importante. Amar es la base de toda las leyes. Si amas, cumples la ley entera. Es por eso que cada día tenemos la oportunidad de cumplir la ley. Cada día estamos llamados a amar a los demás, incluyendo a nuestros enemigos. ¿Estás dispuesto? Dios te ha amado primero, y esto significa que podemos responder a ese amor dando amor a los demás.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,34-40): En aquel tiempo, cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

La palabra de Dios está llena de símbolos y signos. El Señor Jesús utiliza siempre un lenguaje sencillo para poner hacer entender su mensaje. Por ejemplo, la figura de una boda nos hace entender mejor el reino de los Cielos al que estamos invitados.

La boda es símbolo de la nueva vida a la que Cristo nos llama, pero que muchas veces despreciamos ocupándonos en las cosas de este mundo. En muchas ocasiones no valoramos la importancia que tiene la invitación que nos hace Dios.

¡Ánimo! Vistámonos con el traje de bodas. Renunciemos a nuestras preocupaciones terrenales. Ha llegado el momento de cambiar para mejor. ¡Dios nos ama!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.

»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

Los últimos serán primeros y los primeros, últimos

¿Qué los últimos serán primeros? ¿Cómo así? De hecho, un dominicano no entiende para nada esa afirmación. Luchamos por llegar primero a la fila y defender con “uñas y dientes” nuestro espacio. ¿Cómo es posible que Dios le dé prioridad al último que llego?

Es importante entender el sentido de esta palabra. Lo que se quiere decir es que no tenemos meritorios para ganar lo que Dios nos quiere dar gratuitamente. La paga, el salario, la recompensa que nos da no tiene nada que ver con lo que podamos hacer. Más bien es un don de Dios que se regala a todo aquel que trabaja para el Señor, es decir, que hace su voluntad.

¡Ánimo! Trabajemos en la viña de Dios. Seamos sus humildes seguidores haciendo siempre su voluntad. Hoy es un buen día para poner en práctica la palabra de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros

Los últimos del Señor son aquellos que renuncian a todo lo material para seguir a Jesús. Alguno puede preguntarse, ¿eso también aplica a todos los cristianos laicos que no hemos hecho voto de pobreza o algo parecido? La respuesta es si.

El desprendimiento radical de las cosas de este mundo y poner nuestro corazón en las cosas del cielo es la verdadera experiencia cristiana. Todos los cristianos estamos llamados a tener a Dios como único Señor de nuestra vida. ¿Tú lo tienes? Pues demuéstralo con obras.

El Cristiano vende los bienes, no busca su propio interés, no sacrifica todo con tal de tener dinero. El cristiano es aquel que tiene una relación libre con el dinero y los demás bienes materiales.

Hoy es un día oportuno para pedir la gracia de poner en práctica la palabra de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».