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Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos

El cielo es para los que han sido salvados por Dios. La vida en el espíritu es para aquellos que han experimentado la muerte pero abren su corazón al Señor y cambian de vida. Esa es la buena noticia que se nos anuncia todos los días.

Los ciegos, cojos y mudos son imagen de todos los que hemos estado en la muerte espiritual. Venimos de la gran tribulaciones. El Señor nos ha sacado de las tinieblas del pecado y nos introduce día a día en su reino de luz.

Nunca dudemos del amor de Dios. Nunca nos neguemos a la invitación de Jesús. Entremos en el banquete divino con alegría. Aprendamos a renunciar a la falsa felicidad que nos ofrece el mundo y aceptemos de buena gana la nueva vida en el espíritu. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!

En diversas situaciones nos comportamos como si no quisiéramos entrar en el banquete al que Dios nos invita. No rezamos, no vamos a la iglesia y ni siquiera nos acordamos de nuestro Señor en el día a día. ¿Cuáles son las prioridades que tenemos?

En el día a día estamos pendientes de temas materiales. Nos afana el trabajo, los temas de los hijos, los bienes que quisiéramos tener, el afecto que exigimos de los demás, en fin, estamos pendientes de los material y lo de hoy. No nos damos cuenta que Dios nos invita a trascender y mirarle en cada acontecimiento de cada día.

Entremos en el banquete del Señor que significa que estemos en comunión permanente con Dios, contemplando su amor en cada cosa y en cada acontecimiento. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!

En varias ocasiones Jesús utilizó la figura del banquete para explicar en qué consiste el reino de los Cielos. Es hermoso imaginar la realización del reino de Dios como una fiesta. ¿Todos los que somos invitados a participar de ella valoramos igual el significado de dicho encuentro?

Muchos de nosotros sabemos dar muy buenas excusas para faltar a la iglesia, no poner en práctica su palabra o simplemente no incluir a Dios en las decisiones importantes de nuestra vida. Nunca tenemos tiempo, estamos muy ocupados o tenemos tareas mucho más importantes que hacer las tareas de Dios.

El Señor nos invita a ponerle por encima de todas nuestras prioridades. ¡Somos invitados a una fiesta! ¿Cómo puedes perdértela? El reino de los Cielos es para tí. No te lo pierdas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

Te recompensará en la resurrección de los justos

A los organizadores de eventos les encanta hacer eventos con invitados famosos. Si ayudan a unos novios, empresa o persona en la planificación de un evento siempre les sugieren, como elemento fundamental para que tengan un acto exitoso, procurar tener en la lista de invitados personas importantes y famosas. Vivimos en la civilización del espectáculo, como diría el escritor Vargas Llosa. ¿Qué nos dice el cristianismo?

Jesús nos invita a no construir nuestra vida en las cosas de este mundo. Nos dice que pongamos nuestro corazón en las cosas de cielo, no en las de la tierra. Nos muestra su poder amando y curando a los enfermos y pecadores. Los más débiles son los beneficiarios privilegiados de las maravillas que nos ofrece Dios en Jesucristo.

¡Alégrate! Dios te prefiere a ti y me prefiere a mí. Nos ama precisamente porque somos los últimos, los más débiles, los más pecadores. ¡Bendito sea el Señor!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo también a aquel hombre principal de los fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!

Para ser feliz en la vida hay que querer serlo. Parece curiosa esta afirmación pero no deja de tener sentido. Dios quiere la dicha y la felicidad para todos y todas, más sin embargo, como una cosa curiosa, muchas personas se niegan al tipo de dicha que les ofrece Dios.

La clave está en la importancia que le damos a las cosas de Dios. El Reino de los cielos y ser invitados al banquete del Señor debe ser valorado por todos. Si se te invita a una fiesta y para ti no tiene trascendencia dicha invitación no vas a ir.

Eso quiere decir que si no le damos importancia a Dios no responderemos a su llamada. Muchas veces, en el día a día, Dios nos llama a participar en su reino mediante las buenas obras que podamos hacer y dar los signos que quiere que demos. Seamos dichosos porque nuestro Dios lo quiere. Participa en el banquete de Dios en el amor de la familia, el trabajo, los vecinos, y todos tus ambientes.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ?Venid, que ya está todo preparado?. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ?He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses?. Y otro dijo: ?He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses?. Otro dijo: ?Me he casado, y por eso no puedo ir?.
»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ?Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos?. Dijo el siervo: ?Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio?. Dijo el señor al siervo: ?Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa?. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

Esta misma noche te reclamarán el alma

Uno de los errores que todos hemos cometido es vivir como si la muertr no existiera. Pasamos la vida sin pensar o hacer conciencia que un día moriremos. Buscamos darnos placer en todo pero a ninguno se nos ocurre vivir plenamente preparando una muerte buena.

El cristianismo siempre ha dado respuesta a esta problemática. Las personas se pelean, asesinan, traicionan y son capaces de diez mil diabluras con tal de conseguir dinero y fama. Piensan que nunca morirán. En el momento que llega la hora se dan cuenta que han sido necios.

Dios nos llama a atesorar riquezas en el cielo que significa que nuestro proyecto de felicidad no puede sustentarse sobre la base del amor desordenado del dinero. Nuestra felicidad radica en un vida llena de amor y bendición con nosotros mismo y con nuestro prójimo.

Vivamos poniendo nuestros bienes al servicio de lo demás. Disfrutemos lo que Dios nos da cada día. Seamos felices de la forma correcta que es la manera en que Dios quiere que vivamos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

Para todo el que está en Dios la vida es una fiesta. Los banquetes son expresiones culturales presentes en todas las sociedades y culturas del mundo. Son la expresión máxima de alegría y regocijo. Cuando es tiene a Dios en el corazón esto se hace necesario, natural y oportuno. ¿Qué se tiene que hacer para participar de la alegría y banquete del Señor?

Debemos tener lo apropiado para una fiesta. El traje es fundamental. El protocolo determina que llevar puesto para cada ocasión. En el caso de la “fiesta” del Señor debemos llevar con nosotros la naturaleza misma de Dios. Estar adornados con las “joyas” de las buenas obras realizadas mediante su gracia.

Todos estamos invitados a la fiesta que nos ofrece nuestro Dios. El único requisito es estar dispuesto y entrar con corazón humilde y disposición total a dejar los “trajes feos” y ponerte el mas bonito de los “vestidos” que es el amor de Dios hecho obras en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».

Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa

El reino de los cielos es semejante a un Banquete o una Fiesta. El anuncio recibido por todos los cristianos nos hace entrar en alegría. ¡Imagínate! Estamos invitados a unas bodas, a un banquete… ¡A una fiesta! ¿Cuál es el dilema? Por alguna razón no nos damos cuenta de la importancia de dicho evento.

Ser cristianos NO es fastidiarse la vida. Pensamos que los hombres y mujeres de Fe son algunos que eligen “sacrificarse” y abstenerse de todos los placeres de la vida. Nada más lejos de la realidad.

Ser cristiano SI es vivir en fiesta. Disfrutar la vida en plenitud como Dios nos la ha regalado. Ser libres para disfrutar todos los bienes materiales y espirituales. En fin, bendecir en todo momento por las maravillas de la vida que Dios nos ha regalado. Ser cristiano es ser plenamente consciente de lo bueno que es vivir.

Hermano, entremos hoy en el banquete. No seamos necios. Acepta la invitación que Dios te hace hoy para vivir la vida en fiesta.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,15-24): En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».

Cuando des un banquete, llama a los pobres

El “lambón” es una palabra fea que hace referencia, en la cultura dominicana, a una persona que adula a cambio de algún favor o preferencia. El adulador, sinónimo de “lambón”, busca que le devuelvan el favor de alabar las acciones de la persona objeto de sus lisonjas. ¿Qué nos enseña las escrituras respecto a este tema?

Jesús ataca siempre la falsedad. Muchos de nosotros, muchas veces al día, actuamos según las circunstancias. Le hacemos favores a personas de quién esperamos agradecimiento. Nuestra actitud hacia lo demás está condicionada por nivel social o poder que posea la persona con quién tratamos. Todos hemos caído en este error.

El Señor nos invitar a amar a todos por igual. La naturaleza misma de Dios consiste en amar a los buenos y malos, justos e injustos. Si hacemos esto seremos verdaderos hijos de Dios. Amar a los pobres y pecadores es la actitud cristiana por excelencia. Ellos son el objeto de nuestro accionar. El “banquete” y la “fiesta” se prepara para los últimos de la tierra. Para aquellos que no nos pueden devolver ese favor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo también a aquel hombre principal de los fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».