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Hoy ha llegado la salvación a esta casa

Todos somos Zaqueo. Hombres y mujeres con complejos, debilidades, deseos y luchas. Zaqueo es la encarnación del que ha hecho con su vida lo que le ha dado la gana. ¿Y por qué lo ha hecho? Porque era lo único que le ofrecía la vida. Algo cambio de repente. Un día por su vida pasó alguien que lo transformó. Alguien que por primera vez en su vida lo amó verdaderamente. Le amó como era, lleno defectos y eso transformó toda su vida.

Hoy Jesús quiere hacer eso mismo contigo. Hoy es el día en que debes estar atento para encontrar ese mismo amor. ¿Cómo te darás cuenta? Si haces lo mismo que Zaqueo. Súbete al Sicomoro de tu vida, de los hecho ordinarios, del día a día y pídele a Dios que se te manifieste al igual que Jesús se le manifestó a Zaqueo. Pídelo con Fe y veras! Él se mostrará.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Éste acoge a los pecadores y come con ellos

¡Podemos alegrarnos! Resulta que el hijo de Dios, nuestro Señor, siendo lo más puro e inmaculado, ama al pescador. Si, mis queridos hermanos, te ama a ti y me ama a mí también.

Jesús no sólo anunciaba el reino de Dios a todos y todas. Él con sus acciones y hechos demostraba su inmenso amor al pecador, al que sufre, al cansado y agobiado.

Hoy es día para celebrar porque Dios nos recuerda lo mucho que nos ama. Tenemos un Dios que ama al alejado, al débil, al rechazado y al que no puede más con su vida. En Él podemos encontrar consuelo y amor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 15,1-10): En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». 
Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.
»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha

Dios lo ha creado todo. Tiene poder para hacer nuevas todas las cosas. Somos en este universo criaturas de Dios y por su inmensa misericordia estamos llamados a ser hijos de Dios. ¿Puede Dios hacer su obra de salvación sin nuestra ayuda?

Ciertamente, Dios ha decidido salvarte y salvar a la humanidad con nuestra ayuda, con tu ayuda. Nos elige como enviarnos y darnos una misión. Es hacer presente en medio de esta generación el mensaje de salvación. Ya tenemos en Jesús la posibilidad de ser felices. El cielo está abierto para nosotros y podemos empezar a experimentarlo desde aquí.

Hoy el Señor te invita a hacer presente al mismo Dios con tus obras y acciones. Bendice a Dios con el perdón, amor, servicio y con tus palabras. Que el mundo sepa que Dios existe y ama a todos los que te rodean porque si lo haces así  quien “te escuche a ti, escucha al mismo Dios”.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

El día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti

Nos parece extraño que Jesús se ponga a “maldecir” ciudades. Estamos tan acostumbrados a la imagen de un Dios bondadoso y lleno de misericordia que no podemos imaginar a Jesucristo “quillao” por algo que hagan los seres humanos. Debemos entender Espíriru de estas palabras.

Al Señor le interesa nuestra conversión. El quiere que ni uno de nosotros se pierda. Quiere salvarnos a todos y todas. Es por eso que se pone a “gritarnos” que nos convirtamos.

Los milagros, por ejemplo, tienen esa misión específica: llamarnos a conversión. La idea no es solo esolvernos temas específicos de salud. Él quiere que al ser testigos de su amor, cambiemos de vida y seamos felices.

¡Ánimo! Hoy es el día en que podemos convertirnos. No seamos como Sodoma y Gomorra. Mucho se nos ha dado. No dudemos de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».

¿Por qué esta generación pide una señal?

Ya el tiempo donde todo el mundo tenía Fe pasó. Los hombres y mujeres de este tiempo son incrédulos. El ateísmo o indiferencia ha minado las bases cristianas de la sociedad de Occidente. Piden una Señal… Que no se le dará.

La Señal que se pide no es la de Jesús. Quieren signos a su medida y la que se da es la de la Resurrección del Señor.

La señal de la Cruz escandaliza a los inteligentes de este mundo. En un mundo donde todo es relativo y las personas buscan su propio interés, la Cruz de Jesús les parece absurda: Un hombre que obedece la voluntad de Dios de forma radical.

El Señor nos invita a convertirnos. Ha esperar de Él la verdadera señal que da sentido a nuestra vida. A descubrir en su muerte y resurrección el misterio de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,11-13): En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Las malas noticias nunca serán bien recibidas. Nos mete en depresión contemplar el futuro de forma incierta. Al portador de mensajes catastróficos se le rechaza. Jesús en algunas ocasiones asumió ese rol.

Para el Señor lo más importante no es que Jerusalén se hunda y quede desolada. Su mensaje es de paz, amor y salvación. ¿Por qué habla “tan duro” en algunas ocasiones? Porque como un padre corrige a su hijo así Dios nos recuerda que vamos por mal camino y las consecuencias devastadoras de nuestros actos.

Jerusalén es la “ciudad preferida de Dios”. Tú, al igual que Jerusalén, es ¡su hijo predilecto! ¿Cómo no indicarte el final que puedes tener si HOY no te conviertes a Él. Cambiar de vida es descubrir su amor y vivir en consecuencia. Una persona que haya hecho encuentro personal con el Señor jamás vuelve hacer igual. Su amor transforma, cura y salva.

Te invito hermano y hermana a que HOY puedas ser la diferencia. Eres “Jerusalén”, actúa como tal. Si ella es la llamada “ciudad tres veces santa” que tu también lo seas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha

Escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica es la clave de la felicidad y una vida plena en este mundo. ¿Podemos escuchar la voz del Señor como si nos hablara un amigo o conocido? ¿Dios interviene de manera milagrosa o extraordinaria y se nos aparece para escribirnos en una libreta lo que tenemos que hacer?

Ciertamente Dios utiliza medios para ayudarnos y llamarnos a conversión. Un instrumento fundamental para Dios son los misioneros. Los apóstoles son los que llevan el anuncio de que el Reino ha llegado ya y hacen el correspondiente llamado a conversión. Son ellos los ángeles (mensajeros) de parte de Dios para llevarnos a su camino y darnos su mensaje de amor.

¿Cuáles son hoy estos ángeles o apóstoles de parte de Dios en tu vida? Presbíteros, pastores, catequistas y misioneros nos han hablado de parte de Dios, ¿le has escuchado? Amigos, esposos y conocidos también pueden ser en un momento particular idóneos instrumentos de Dios.

¡Ánimo! Es importante estar pendiente de que medio hoy utilizará el Señor para hablarnos y llamarnos a conversión. Dios está presente en todo y todos. Debemos escuchar su voz.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación?

En el mundo hay “palo si boga… Palo si no boga”. Buscamos excusas para no dar crédito a las personas. La envidia nos ciega y nos impide reconocer en los demás sus éxitos y talentos. Jesús fue víctima de lo peor de esta realidad humana.

Juan el Bautista y Jesús eran primos. El primero preparó al segundo. Juan, con ayuno y limosna, llamaba a una conversión en preparación de la venida del Señor.

Jesús, el Mesías esperado, inaugura una nueva realidad. Una etapa de fiesta y alegría. Nos invita a unas “bodas” y “banquete”. No es necesario ayunar mientras el novio está con nosotros.

El evangelio nos invita a reconocer en las palabras y obras del profeta su importancia con respecto a nuestra conversión. Tu amigo, jefe, compañero de trabajo, o colaborador puede en un momento dado jugar el rol de profeta, de enviado por Dios para darte su mensaje o llamarte a conversión. No mires las apariencias, que si “come o ayuna” o que si “bebe vino o es abstemio”. Dios utiliza como instrumentos suyos diversos tipos de personas. ¡No juzgues al profeta! Escucha su mensaje con apertura de corazón y conviértete.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».

¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida!

La escritura habla de un Jesús maldiciendo… Si, como lo oyes… Dice: “se puso a maldecir”.

Todos nosotros tenemos o hemos tenido la imagen de un Jesús amoroso, de buen trato, cariñoso… Todo amable y lleno de caridad. ¿En qué momentos le vemos en la escritura con una actitud diferente? Cuando los que se suponen están llamados a tener una conducta santa, no la tienen.

Jesús compara ciudades. Las compara con otros pueblos paganos. De un pueblo idólatra no se espera nada, pero de uno que pertenece al pueblo de Dios se pide que por lo menos de signos de conversión.

Parecen duras las palabras de Jesús. ¡Ánimo! Van dirigidas a todos nosotros que estando en la Iglesia algunas veces tenemos una actitud “cerrada” a la conversión. Cuando no queremos perdonar o pedir perdón, cuando guardamos rencor o resentimiento, cuando hablamos mal a alguien; en definitiva, cuando nos comportamos como Corozaín o Betsaida.

Esta es una llamada firme a la conversión. ¡A tener hoy el mismo espíritu de Jesús!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».