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Pedid y se os dará

¿Qué pedimos en la oración? ¿Dinero, fama y poder? Quizás alguna no quiera admitirlo, pero casi siempre pedimos cosas mundanas, que nos vaya bien en algo o que se nos sea retirado el sufrimiento. Son peticiones entendibles pero podemos tener aspiraciones mayores.

La mejor oración es la que surge de un corazón humilde que suplica perdón y amor. La persona que reconoce su precariedad, ora con humildad y suplica que le sea concedida la gracia de hacer siempre la voluntad de Dios.

Pidamos al Señor lo más importante que es el Espíritu Santo que nos concede entrar en la voluntad de Dios y acoger todo lo que acontece en nuestra vida como una bendición. En la oración pidamos, busquemos y supliquemos siempre con el corazón abierto y dispuesto a cumplir fielmente el proyecto de Dios en nuestras vidas. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,5-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Señor, enséñanos a orar

La oración es fundamental para la vida de un cristiano. No hay posibilidad de crecer en la fe si no se ora incesantemente. Ser asiduos en la oración es una característica clave en la conducta de toda persona espiritual. Ahora bien, ¿todos sabemos orar cómo conviene?

La mayoría utilizan la oración como un medio, mediante el cual, solicitan a Dios que haga la voluntad de aquellos que se lo piden. Cuando oramos, le pedimos al Señor que cambie a las persona que nos rodean, que cure a alguien enfermo o que nos vaya bien en algún proyecto personal. Eso no está mal. Lo que sí debemos tener claro es que la oración es para hacer la voluntad de Dios. Es decir, el que ora se pone en la presencia de Dios, pide su misericordia de manera humilde y solícita, y manifiesta su disponibilidad para poner en práctica la palabra divina. La verdadera oración es hacer la voluntad de nuestro Dios.

Supliquemos al Señor que nos enseñe a orar. Pidamos que seamos iniciados en la oración del corazón que pide, incesantemente, que se haga su voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,1-4): Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

Padre nuestro que estás en los cielos

La oración, mas que palabras, es acción. Orar es comunicarse con Dios, aceptar su voluntad y vivir en íntima comunión con Él. La oración transforma el corazón y hace que nuestras acciones se ajusten a la ley de Dios.

El cristiano ora en todo momento porque sabe que su Padre que está en el cielo siempre escucha su súplica y le da consuelo. Ora porque reconoce que es débil y necesitado del auxilio divino. La oración nos hace hacer la voluntad de Dios que consiste en que amemos a todos incluyendo a nuestros enemigos.

La oración es acción. Nos conduce hacia el descanso en el amor de Dios. Nos ayuda a amar como Dios ama. No invita a personar como el Señor nos ha perdona. Pidamos en la oración la posibilidad de amar como Cristo nos amó y así seremos verdaderos hijos de nuestro Padre celestial. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos

El ayuno, la oración y la limosna son armas poderosas contra los enemigos del alma. En manos humildes pueden ahuyentar al demonio y hacernos verdaderos hijos de Dios. ¿La utilizas asiduamente?

La verdad es que muchas veces dejamos de un lado las gracias que el Señor nos regala para podamos ser felices. No buscamos tiempo para orar, nos da perece y dificultad ayunar y nos apegamos al dinero de tal manera que no soltamos un solo peso en limosna. Eso no es ser Cristiano.

Estemos contentos. El Señor no nos ha dejado solos. Nos ha dado los medios para ir seguros por un camino que conduce a la vida. Ayunemos, demos limosna y sobre todo, oremos a Dios para que su voluntad siempre se realice en nosotros

Al orar, no charléis mucho

Toda oración conduce a la voluntad de Dios. Al rezar ponemos nuestra vida en manos de Dios. Es un acto de comunicación con nuestro Señor que siempre parte del reconocimiento de que somos unos pecadores necesitamos de ayuda divina.

Lamentablemente no sabemos rezar como conviene. Pedimos que Dios nos cambie la historia y nos escandalizamos cuando las cosas no suceden como la esperamos. Es por eso que necesitamos ayuda de lo alto y asistencia del Espíritu Santo para saber orar como conviene.

Pidamos a Dios el don de la oración. Tengamos una profunda disposición para estar siempre en comunión con nuestro Señor. Oremos constantemente. Ese es el camino de unión definitiva y profunda con el amor divino. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos

El cristianismo no es un conjunto de ritos externos que construyen muestra buena fama. No busquemos en nuestro “cumplimiento” normativo el edificar nuestro ego espiritual para juzgar a los demás y sentirnos mejores que ellos.

Es por eso que nuestra caridad debe ser practicada en lo secreto. Es decir, debe nacer de un corazón que se reconocer débil y quiere hacer la voluntad de Dios con humildad y amor. La limosna, el ayuno y la oración son armas espirituales poderosas en manos de personas pecadoras que saben que sin Dios nada pueden.

¡Ánimo! Ha llegado el momento de renovar nuestra fe. De hacer ejercicios espirituales. De dejarnos amar por el Señor. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Si quieres, puedes limpiarme

Dios tiene poder para curar todas nuestras enfermedades físicas y espirituales. No solo puede, también quiere. Es su voluntad que estemos sanos y libres de todo mal. ¿Cómo se puede realizar su voluntad en nosotros? Pidiéndole con fe que la realice.

Muchas veces oramos sin fe. Creemos que es un acto individual de diálogo con Dios. En cierta medida es cierto, pero no debemos olvidar que también nuestro Señor quiere escuchar nuestras necesidades y problemas. Nuestros gritos de súplica siempre son escuchadas.

Redoblemos nuestras oraciones. Pidamos con fe a Dios. Él escucha y siempre está atento a sus hijos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,40-45): En aquel tiempo, vino a Jesús un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».

Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.

Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios

La oración es fundamental. Sin ella no se puede realizar ningún milagro. Y el más grande de todos los milagros es nuestra propia conversión.

Todos vivimos en un eterno afán. No tenemos tiempo para nada. Nos enfocamos en nuestro trabajo y gustos que olvidamos las cosas más importantes. El mismo Señor Jesucristo nos muestra el camino. Se levantaba muy temprano. ¿Y qué hacía la mayor parte de ese tiempo? Orar.

Nunca dejemos de lado la oración. Pongamos todo nuestro enfoque en hacer siempre la voluntad de Dios. La fuerza para hacerlo nos llega a través de la oración. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá

La oración es fundamental. Ningún proyecto divino puede realizarse en nosotros sin la oración. Nuestra súplica o acción de Gracias debe ser dirigida a Dios día y noche. ¿Lo estamos haciendo?

Lamentablemente las ocupaciones diarias nos hacen olvidar las cosas más importantes. Si surgen compromisos nos es fácil decir: “hoy no tengo tiempo para rezar”. Todos los días comemos y bebemos pero nos pasa mucho tiempo sin hacer oración a Dios.

No nos dejemos engañar. No perdamos la esencia del cristianismo. Pidamos, busquemos, oremos… sólo tendremos la vida eterna que tanto anhelamos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,5-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Cada día trae su propio afán. Estamos sometidos a un activismo diario que perturba nuestra tranquilidad interior. Nos parece que el tiempo no nos y la ansiedad es la norma en nuestra vida. ¿Cómo afrontar esta situación desde la fe? Con la oración.

La comunicación asidua y continua con el Señor es fundamental para vivir en plenitud. Necesitamos estar siempre en la presencia de Dios. No quiere decir que dejemos de trabajar o de atender los asuntos de nuestro tiempo. Lo que significa este llamado urgente a la oración es que todo es vanidad y que lo más importante es saber que Dios es el principio y fin de todo lo creado.

Pidamos al Señor la gracia de la oración. Necesitamos vivir en su presencia. Vivir en su gracia es lo más importante. Estemos a sus pies contemplando siempre su amor eterno. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».