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Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo

¿Qué piensas o haces cuando alguien hace algo malo? ¿Se despierta tu justiciero interior y quieres verlo condenado y castigado? Debemos reconocer que muchas veces nos falta la compasión y misericordia.

Dios es misericordioso porque perdona todos nuestros pecados. Nos muestra su amor a través del perdón. ¿Has perdonado a tus enemigos? ¿Sabes excusar los errores de los demás? Si así lo haces serás un verdadero hijo de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,36-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal

Practicar el amor es la mejor manera de preparar la pascua en esta cuaresma. Si queremos ser buenos cristianos, amemos a nuestro prójimo como Cristo nos ama: en la dimensión de la Cruz.

Amar a todos implica no maltratar, insultar ni hablar mal de nadie. Ese es un mandamiento radical. No tiene ninguna interpretación fuera de que miremos primero nuestra viga en el ojo antes de mirar la paja en el ojo del prójimo. ¿Dispuesto a cumplir esta palabra? Empieza ahora. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano “imbécil”, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame “renegado”, será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás

No busquemos milagros. No pidamos demostraciones extraordinarias de la existencia de Dios. Nuestro Señor se ha manifestado de forma clara y maravillosa. Lo ha hecho en Jesucristo. Mirar a Cristo es mirar a Dios. ¿Te lo crees?

El camino de la fe no es la ausencia de sufrimiento. La vida cristiana es reconocer que Dios es amor y dicho amor se ha manifestado plenamente en Cristo que ha muerto y resucitado por nosotros para hacernos partícipes de su vida inmortal. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,29-32): En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, Jesús comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre

No existe un Cristiano sin oración. La vía segura para llegar a Dios es rezar incesantemente. Es vital tener una relación íntima con Dios. Al orar, ¿experimentas la presencia del Señor?

La clave para tener un encuentro personal con Dios en la oración es hacerlo con el corazón. En nuestro interior tiene que existir una especie de predisposición positiva para hacer de Dios el centro de nuestra vida. ¿Estás dispuesto? Nuestro Dios Padre te espera. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.

»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos

¿Quienes son los pequeños de que habla Jesús en el evangelio? Ciertamente son los más pobres y desamparados de la tierra. También son aquellos que tiene hambre y sed espiritual. Es definitiva, son aquellos que están necesitados del auxilio de Dios. Son aquellos que deben ser objeto de nuestras obras de misericordia. ¿Hay algún pequeño a tu lado?

El Señor nos dice a todos que demos de beber y comer a los que necesitan de nosotros. Es fundamental vestir, acoger y visitar a los más pequeños. Somos enviados para dar a los que padecen necesidad física y espiritual una palabra de aliento y amor. ¡Seamos ovejas! ¡Nunca cabritos!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos

Dios ve en lo secreto. Nuestro Señor conoce lo que hay en nuestro corazón. Sabe cuál es la intención con que hacemos la cosas y por eso nos invita a tener coherencia. Es decir, nos llama a practicar “la justicia” o buenas obras por amor a Dios y no por piadosa vanidad.

La oración, el ayuno y la limosna son prácticas cristianas que nos conducen a una profunda intimidad con Dios. No son actos para mostrar a los demás lo “bueno” que somos. Son armas espirituales que nos purifican y transforman en verdaderos hijos de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!

La oración es poderosa. Hacerla todos los días puede salvarnos de muchos males. Su fuerza está en hacerla creyendo firmemente que Dios viene a salvarnos, ¿te lo crees?

El mismo Jesús oraba siempre. Bajaba siempre de la montaña, símbolo de lugar de oración, lleno de Espíritu y dispuesto a sanar todo tipo de enfermedad o dolencia. Nuestro Jesús, lleno de fuerza divina, quiere suscitar en nosotros la fe que tiene el poder de transformar nuestro corazón. ¡No seamos incrédulos! ¡Tengamos Fe! ¡Dios nos ama y salva!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 9,14-29): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y, al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?». Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido».

Él les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!». Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!». Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!».

Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él». Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración».

¿Quién dicen los hombres que soy yo?

En las escrituras se dice que todo aquel que “confiese con su boca que Jesús es el Señor, será salvo”. Es decir, se hace necesario que manifestemos públicamente que creemos en Dios y estamos dispuesto a cumplir su palabra. Entonces, ¿por qué hay cristianos que tienen miedo de proclamar en todos los escenarios su fe? Porque no queremos ser perseguidos, rechazados o desconsiderados.

En el mundo actual existen tantas corrientes ideológicas contrarias a las enseñanzas de Jesús, que obliga a que fijemos posición. No es tiempo para querer quedar bien con todo el mundo o hacernos los graciosos. Es momento para defender fielmente nuestra fe. Es tiempo de manifestar públicamente la misericordia de Dios, que quiere a todos y nos invita a La Paz. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,27-33): En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado

¿Estás enfermo? No me refiero al coronavirus. Hablamos de las enfermedades que afectan el alma. Son “fiebres” que nos llevan a dejarle de hablar a la pareja, un amigo, un hijo o compañero de trabajo. Son “gripes” que nos quitan el deseo de orar, servir o amar. Son “malestares” que nos hunden en la depresión, tristeza o depresión. ¿Quién puede curarnos? Nuestro Señor Jesús.

El evangelio está lleno de acontecimientos, de hechos concretos donde se manifiesta el poder de Jesús. Su saliva, símbolo de su palabra, lo cura todo, lo alivia todo, lo transforma todo. Dejemos que Cristo nos toque, nos ame, nos perdone. Así podremos sanar y volver a la plenitud de la vida que Dios nos quiere regalar. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,22-26): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?». Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan». Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».