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Mirarán al que traspasaron

Con una lanza traspasaron el costado de Cristo. De su corazón salió sangre y agu, símbolo de la eucaristía y del bautismo. Su corazón es el centro de toda vida cristiana. La vida de los sacramentos comienza y termina en el corazón amoroso de Cristo.

En el corazón de Jesús, de su amor, se originan todas las gracias y dones. Su amor lo llena todo, lo invade todo, lo sana todo. ¿Qué necesitas hoy? Experimentar su amor. ¡Cristo te ama! ¡Nunca lo dudes!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 19,31-37): En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él.

Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: ‘No se le quebrará hueso alguno’. Y también otra Escritura dice: ‘Mirarán al que traspasaron’.

Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas

La mentalidad materialista de la sociedad actual nos hace entender mal muchas de los pasajes bíblicos. Hemos legislado y organizado nuestros pueblos con una idea distorsionada de lo que es el ser humano. Legislamos por “fuera” sin tomar en cuenta lo de “adentro”.

Vivimos la Fe como el cumplimiento de una serie de normas y regulaciones. Vamos a misa, visitanos funerarias y somos amigos de dos o tres curas y pensamos que ya con eso hemos ganado el cielo.

La Fe no es cumplir normas externas. Vivir la Fe es hacer experiencia seria y profunda de conversión. Es amar a Dios con todo el corazón, Alva y cuerpo. Es vender los bienes, amar a los enemigos y estar dispuesto siempre a hacer la voluntad de Dios. ¿Estás dispuesto? Sigamos a Cristo y pidamos que la gracia nos permita renunciar al pecado y acogernos a la palabra de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,14-23): En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí

Las leyes existen para ordenar la vida social. Ellas, se supone, ayudan a la convivencia fraterna y nos animan al respeto mutuo. ¿Todas las leyes cumplen con este noble propósito? No siempre.

Existen leyes injustas que lejos de tomar en cuenta el bien de las personas existen para servir a los intereses particulares de personas o grupos. Existen leyes que violentan la dignidad humana y hacen un flaco servicio al bien común. ¿Qué es lo más importante? Que se cumpla siempre el espíritu de la Ley.

La ley divina, puesta por Dios, busca que los hombres y mujeres amen a Dios, se amen entre ellos y que cada quien puedan encontrar su desarrollo pleno. El corazón de un cristiano debe ser fuente de todo bien y de amor para todos. La ley es una ayuda esa importante tarea. Amemos a Dios de corazón y cumpliremos todas las leyes. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,1-13): En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-.

Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro “Korbán” -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas».

Porque mi yugo es suave y mi carga ligera

Dios nos llama a la sencillez y la humildad. La llamada de Dios consiste en seguir las huellas de Jesús, y ¿cuál es este camino que debemos recorrer? El camino de la pequeñez, de reconocer pecadores y de abrir nuestro corazón al Señor.

En muchas ocasiones nos cuesta trabajo aceptar las precariedad de la vida. Nos enfrentamos a sufrimientos y situaciones que no entendemos. ¿Quién puede aceptar la historia como la permite Dios? El humilde. La persona que con sencillez, acordándose de las maravillas que Dios ha hecho en su vida, acepta el amor de Dios que se manifiesta en todos los acontecimientos, incluyendo aquellos que pensamos nos son adversos, es feliz. La felicidad es reconocer que el yugo de Dios es ligero y llevadero porque lo en Jesús tenemos la gracia de encontrar nuestra verdadera santificación en el.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

No se turbe vuestro corazón ni se acobarde

Vivimos en una época de grandes y pequeñas amenazas. La inseguridad en todos los órdenes nos hacen sentir desprotegidos y con miedo. Jesús a sus discípulos nos da una palabra.

El Señor viene a nuestra vida y nos da La Paz. Nos hace ver que Dios es bueno y todo lo hace bien. Tener la seguridad que nuestro Dios no permitirá en nuestra vida algo que nos deje en la muerte. De todo lo que nos pase, nuestro Padre Dios sacará el bien.

Hoy es un buen día para entrar en La Paz y bendecir a Dios. Hoy es un buen día para recibir en nuestro corazón el Espíritu Santo y gritar a los cuatro vientos que nuestro Señor lo ha hecho todo bien. ¡Nunca dudes del amor de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón

Si vas a una librería te darás cuenta de la gran cantidad de libros relacionados con la riqueza y el dinero. Es típico encontrarse con los ya repetitivos títulos “como hacerte rico en 21 días” o “como ganar tu primer millón. Las redes sociales, Internet y los medios de comunicación tradicional están constantemente anunciando cursos, talleres, conferencias y charlas con “gurús” que prometen darte las claves de la famosa libertad financiera y así poder ser plenamente feliz. ¿Qué dice el Señor al respecto?

Jesús tiene la costumbre de desalinear a las personas. Con su sabiduría divina desmonta los falsos conceptos de felicidad que hemos ido creando en el tiempo. La verdad es que la felicidad no está en la abundancia de los bienes ni en el éxito material. Si fuera así, no se suicidarian los ricos ni tendría que tomar drogas para aliviar sus penas. Entonces, ¿cuál es la clave de la felicidad?

Poner nuestro corazón en los bienes celestes. Tener un corazón libre qu permita disfrutar lo que tenemos sin perder la frescura de vivir sin limites o esclavitudes. El dinero no es malo. El problema radica en la obsesión en la que vivimos por conseguirlo y acumularlo. Esta es la raíz de todos los males como la corrupción, los pleitos familiares y los demás odios y resentimientos.

¡Ánimo! El Señor viene con poder para bendecirte e invitarte a vivir la vida como él lo hizo. Disfrutando de los vienes que Dios nos da sin convertirlos en ídolos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,19-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. 

»La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!».

Os dejo la paz, mi paz os doy

 Qué maravillosa es la escritura que contiene el mensaje de nuestro Señor para nosotros. Jesús habla a sus discípulos y les da un mensaje de paz y amor.

Hoy, ¿tú corazón está turbado? ¿Te sientes preocupado o cansado? ¿Sientes que algo te falta o que tu vida podría ser mejor? En el Señor podemos encontrar descanso, paz y consuelo.

El centro del mensaje de nuestro Dios es que Él nos ama y quiere que seamos verdaderamente felices. ¡Ánimo! Ha llegado el momento de que te lo puedas creer.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida

Jesús siempre ha dado un mensaje de esperanza. Nos asegura que el que crea en Él tendrá vida eterna y un lugar en su reino. Nos ofrece recorrer el camino de vida a través de Él y así vivir en la verdad desde hoy. La verdad es el amor.

Hoy nuestro Dios dice: no se turbe nuestro corazón. Tenemos la alegría de vivir un tiempo maravilloso donde vivimos la resurrección día a día en nuestra vida.

¿Cuál es el camino? El amor. Amemos a los nuestros y hasta nuestro enemigos. Resucitar significa que podamos amar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Os dejo la paz, mi paz os doy

Todos queremos tener paz. Nuestra vida está llena siempre de agitados momentos y acontecimientos. Vivimos en un afán diario. El trabajo, los compromisos familiares, las situaciones inesperadas que se nos presentan absorben nuestra atención y ocupan nuestra mente. Nos hacen permanecer en un estado constante de intranquilidad.

Jesús nos ofrece y nos da Paz. Esta paz no es como la que da el mundo. La Paz cristiana no significa ausencia de preocupaciones. La Paz que nos ofrece Jesús consiste que podemo estar seguros que Él jamás nos dejará solos en medio de los peligros y “tormentas” de nuestra vida.

Podemos estar tranquilos. Estemos en Paz. El Señor nunca nos deja solos. Confía en Él. Estarás siempre seguro si te apoyas en su amor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas

Hay en nuestra humanidad una tendencia a “satanisar” las cosas. Vemos con recelo la televisión, la radio y hasta las redes sociales. Afirmaciones radicales y apocalípticas como que “las redes sociales son instrumentos del diablo” son escuchadas en varios ambientes cristianos. Esto no refleja la enseñanza de Jesús.

La obra de Dios se realiza en el corazón de la persona. Es ahí donde todo ocurre, de donde sale lo bueno pero también lo malo. Por eso el gran milagro de Jesús es convertir el corazón de piedra y hacerlo de carne. La obra del Señor se hace en el corazón.

¿A qué nos llama esta palabra? A vivir en libertad. Hay oficios y cosas que normalmente se entienden incompatibles con la enseñanza cristiana. Para discernir debemos ver si esto daña el corazón o si son catalizadores de la maldad que hay en el interior humano. Por ejemplo, si la política la ejerce un hombre o mujer sin valores éticos es obvio que será un corrupto pero si en cambio la práctica un hombre justo y bueno será el mejor servidor público e instrumento en manos de Dios para hacer mucho bien.

Purifiquemos nuestro corazón y actuemos como verdaderos hijos de Dios, lo demás es “monte y culebra”.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,14-23): En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga».

Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».