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Dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios

¡Tantos ritos y poco amor! En las religiones se nos presenta un camino espiritual lleno de acciones externas y prácticas rituales y muchas veces dejamos de lado el amor y la misericordia. El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, nos insiste sobre ese peligro, el de reducir el cristianismo a una práctica religiosa carente de profundidad sin centrarnos en lo importante: el amor.

Debemos preguntarnos hoy: ¿hay alguien a quien odio o rechazo? ¿He pedido perdón a los que he ofendido o a los que me han ofendido? ¿Practico todos los días actos de humildad que me ayuden a ponerme al servicio de los demás incluyendo a mis enemigos? No seamos necios. No seamos como los fariseos y legistas. Ellos se creían superiores a los demás porque cumplían los rituales de la ley pero olvidaban el amor.

Hoy es un buen día para comenzar de nuevo. Hoy es un día maravilloso que nos hace pedir a Dios la gracia de ser cristianos en un sentido pleno de la palabra. Dios nos concederá, si se lo pedimos con humildad, la gracia de ser verdaderos hijos suyos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!». Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».

Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros

Nada material dura para siempre. No vale la pena acumular de manera desenfrenada en la tierra si faltamos al amor y a la misericordia. Nuestro recorrido terrenal debe servir para estar al servicio de los demás no para despreciarles sobre la base de exigencias humanas fabricadas para dominar voluntades.

El cristianismo es precisamente la experiencia de salvación en Cristo que nos hace libres para amar sin medida. ¿Tienes alguien a quien no soportas? ¿Te cuesta trabajo entender el temperamento de tu prójimo? Perdónale, ámale, excúsale… ese es el verdadero camino de la salvación cristiana. El amor hasta el extremo.

Pidamos la gracia de ser libres en plenitud. No reduzcamos el cristianismo a un montón de leyes externas que debemos cumplir. Hagamos más bien de nuestra fe un espacio de amor para con todos los hermanos y hermanas del mundo. ¡Fratelli Tutti!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

No se le dará otra señal que la señal de Jonás

Estamos ciegos. No vemos el amor de Dios: nos cuesta trabajo reconocer la presencia y acción divina en el día a día de nuestra vida. ¿Cómo podemos tener fe? Teniendo un corazón dispuesto y abierto a la acción de nuestro Señor.

Tenemos un esquema implantado en nuestra cabeza de lo que debe ser el cristianismo. Nuestras ideas están por encima de la realidad. Nos creemos sabios e inteligentes. Reducimos la experiencia cristiana a un esquema de ritos, celebraciones y dogmas.

La verdad es que el centro de la fe a la que Dios nos llama es la resurrección de Jesús. La señal que nos muestra el Señor de su presencia y acción es la experiencia pascual. Jesucristo ha muerto y resucitado por nosotros. De esa manera nos hace partícipe de su amor. Pidamos a Dios que se haga realidad en nuestra vida la experiencia de resurrección. Pidamos que también nosotros podamos pasar de la muerte a la vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,29-32): En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente alrededor de Jesús, Él comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».

Si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios

Tres enemigos, dice San Pablo, tiene el alma humana: la carne, el mundo y el demonio. Y dice otro salmo, “de todos ellos nos libra el Señor”. No debemos tener miedo. En Jesús podemos superar cualquier adversidad, vencer cualquier ataque demoniaco y someternos solo a la voluntad de Dios.

El Espíritu Santo que se nos da en Jesús nos fortalece. Su naturaleza divina habitando en nuestros corazones nos capacita para reconocerle como único Señor y Dios nuestro. Al darnos esa gracia nos aleja del mal y nos conduce por caminos de felicidad verdadera.

¡No tengan miedo! Dios nos ama. Nos defiende del mal. Nos concede la gracia de vivir en la verdad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,15-26): En aquel tiempo, después de que Jesús hubo expulsado un demonio, algunos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo.

Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.

»Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio».

Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá

La oración es fundamental. Ningún proyecto divino puede realizarse en nosotros sin la oración. Nuestra súplica o acción de Gracias debe ser dirigida a Dios día y noche. ¿Lo estamos haciendo?

Lamentablemente las ocupaciones diarias nos hacen olvidar las cosas más importantes. Si surgen compromisos nos es fácil decir: “hoy no tengo tiempo para rezar”. Todos los días comemos y bebemos pero nos pasa mucho tiempo sin hacer oración a Dios.

No nos dejemos engañar. No perdamos la esencia del cristianismo. Pidamos, busquemos, oremos… sólo tendremos la vida eterna que tanto anhelamos. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,5-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Señor, enséñanos a orar

La oración es fundamental para poder tener vida plena en el Señor. Si algo es propio del cristiano es la oración. Es imposible que podamos ser verdaderos hijos de Dios si no oramos constantemente. Por eso los discípulos pedía a Jesús que les enseñara a rezar.

Los judíos oraban a Jesús es su forma. Algo les faltaba que veían que el Señor tenía. Jesús se dirigía a Dios como a su padre. Había una relación íntima, profunda y personal con Dios. El fruto de esa conexión vital con Dios es una existencia plena y feliz. Eso lo querían los apóstoles. Eso, creo, lo queremos todos nosotros.

Pidamos a Jesucristo que nos enseñe a orar cómo conviene. Pidamos con humildad que nos dé la gracia de rezar en el Espíritu Santo y eso nos permita hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,1-4): Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

Te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

Cada día trae su propio afán. Estamos sometidos a un activismo diario que perturba nuestra tranquilidad interior. Nos parece que el tiempo no nos y la ansiedad es la norma en nuestra vida. ¿Cómo afrontar esta situación desde la fe? Con la oración.

La comunicación asidua y continua con el Señor es fundamental para vivir en plenitud. Necesitamos estar siempre en la presencia de Dios. No quiere decir que dejemos de trabajar o de atender los asuntos de nuestro tiempo. Lo que significa este llamado urgente a la oración es que todo es vanidad y que lo más importante es saber que Dios es el principio y fin de todo lo creado.

Pidamos al Señor la gracia de la oración. Necesitamos vivir en su presencia. Vivir en su gracia es lo más importante. Estemos a sus pies contemplando siempre su amor eterno. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

El que practicó la misericordia con él

El Señor nos invita a practicar la misericordia. La ley se resumen en un mandamiento de amor. Amar a Dios y al prójimo es el centro de nuestra fe. Pero, ¿realmente amamos a nuestro prójimo?

En nuestro diario vivir, nos encontramos con personas heridas, maltratadas y que van por la vida haciendo daño. Nos cuesta amar a ese compañero de trabajo, vecino o familiar que nos hace daño con su forma de ser o acciones. El Señor nos invita a amarle como Él nos ama. Nos dice que debemos dar la vida por él.

Seamos como el samaritano que supo amar hasta el extremo que poner todos sus bienes al serviço de alguien que podría ser su enemigo. Tengamos la misma naturaleza de Jesús que ama y perdona sin límites. Cumplir eso es poner en práctica la ley divina entera. ¡Ánimo!

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha

Escuchemos a los profetas que nos envía el Señor todos los días. No nos hagamos los sordos ante el llamado de Dios. Seamos receptivos y humildes cuando de diversas maneras nos encontramos con personas y situaciones que nos invitan a conversión.

Una persona que nos dice una palabra de aliento. Un hermano que nos corrige y nos invita a cambiar. Un presbitero o catequista que nos acompaña espiritual. Todos son enviados de Dios para ayudarnos en el proyecto de salvación que Él tiene con cada uno de nosotros.

Hoy es un día favorable. Hoy es el día de salvación. Hoy es el momento en el que podemos acoger la palabra de Dios y hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo! ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos

Todos los cristianos tenemos la misión de salir a evangelizar a todas partes. Algunos lo hacen de manera explícita. Es decir, salen en misión evangelizando de dos en dos o de otras maneras que el Señor ha ido inspirando a través de los siglos.

Sin embargo, existe otras formas de evangelización. San Juan Pablo II nos llamó a una nueva evangelización en sus métodos, formas y acciones. Los hay que evangelizan a través de la palabra escrita, otros mediante los medios de comunicación social y las llamadas “nuevas” tecnologías de la información y comunicación. También están los que hacen algún tipo de pastoral. Pero lo más importante es evangelizar con los hechos.

Nuestro mundo necesita ver que somos “corderos en medio de lobos”. Nuestro prójimo necesita experimentar el amor de Dios a través de nuestro perdón, servicio y capacidad de aceptarlos en cualquier condición. Somos evangelizadores de paz. Nuestra misión es manifestar el amor de Dios de todas las formas posibles en todos los rincones de la tierra. Digamos si al llamado de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».