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Vio y creyó

En el evangelio hay un pasaje interesante. San Juan dice que corrió al sepulcro un discípulo a quien Jesús quería. ¿Acaso el Señor no quería a todos por igual? Me parece que esa frase nos muestra la relación que todos estamos llamados a tener con Jesucristo.

Juan sentía en su corazón el amor inmenso de su Señor. Había caminado, comido y vivido con Él tantas cosas. Era testigo del amor de Dios. Se le había manifestado la misericordia divina y por eso creía que era “querido” por Jesús. Ese el sentimiento más grande y puro que se pueda experimentar sobre la tierra.

En este tiempo de manifestación gloriosa del Señor Jesús a través de su nacimiento estamos llamados a reconocer su amor. Jesús nació para morir en la Cruz y luego resucitar para que nosotros seamos testigos de su amor. Esto es el centro de nuestra Fe. Cree que Dios te ama. ¡Nunca lo dudes!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

Hoy hemos visto cosas increíbles

Hemos visto cosas increíbles. Un número impresionante de maravillas en nuestra vida y en la de nuestros hermanos. Dios nos ha colmado de bienes materiales y espirituales. ¿Cuál es el más grande de todos ellos? El perdón de nuestros pecados.

Ciertamente hemos tenido muchos sufrimientos, enfermedades y situaciones de conflicto. De todas estas cosas nos salva el Señor mediante el perdón. Experimentar el perdón de los pecados es conocer el amor de Dios. Es sentir que en Él todo tiene sentido. El Señor nos cura de todo con el bálsamo de su amor.

¡Ánimo! Adviento es esperanza. Adviento es sanación. Adviento es fe y amor en nuestro Señor Jesucristo.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,17-26): Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados».

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».

No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial

Edificar sobre arena es un absurdo desde el punto de vista de la ingeniería. Todos los cálculos dan como resultado que semejante obra tendría como consecuencia un desastre. ¿Por qué queremos “edificar” nuestra vida sobre bienes efímeros y proyectos pasajeros?

Este tiempo litúrgico en que vivimos nos invita a poner nuestro corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra. Se nos pide que recorramos el camino de la verdadera felicidad. Amar a Dios por encima de todas las cosas es lo más prudente que podemos hacer. Eso es edificar sobre roca.

La roca verdadera es Cristo que nos ama y da la vida por nosotros. Seamos felices. Seamos ingeligentes. Pongamos nuestra confianza solo en Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Le impuso las manos y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios

Jesús curaba como signo externo del amor de Dios. Todos necesitamos sentir o experimentar el amor de Dios. Esto es curativo. Amar y ser amado cura toda dolencia, malestar o enfermedad.

Con el signo de la imposición de manos, de hace descender el Espíritu Santo sobre aquel que necesita sentir la presencia amorosa de nuestro Dios Padre. Eso está por encima de toda ley o precepto. No tiene nada que ver con nuestros esfuerzos o pretensiones. Dios ama gratuitamente y da a cada quien según le parece.

¡Ánimo! Vivamos del amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

El que practicó la misericordia con él

Un hombre bajó de Jerusalén a Jerico, símbolo del descendimiento que hacemos cuando pecamos. Estaba en el cielo, pero fue precipitado al infierno. Los acontecimientos, sus debilidades o los sufrimientos le hicieron experimentar la muerte, el dolor, el sin sentido de la vida. ¿Quién podrá ayudarle? Ciertamente nadie que le juzgue y le ataque.

La misericordia es la manifestación más hermosa del amor. Dios nos ha dado una ley de amor. Nos ha dicho que si experimentamos su amor en el alma, cuerpo y mente seremos felices. ¿Basta con eso? No! Es fundamental manifestar ese amor en los demás. El nombre de este amor es misericordia.

¿Tienes misericordia con tu esposo, esposa, hijo, hija, compañero de trabajo o estudio, vecino o cualquier otra persona que te encuentres en el camino? Tranquilo, que si tú respuesta es no… Dios te ayudará con su espíritu santo para que sea si. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores

A Jesucristo lo difamaron y calumniaron. Ahora que vivimos en la era digital donde la maldad de las personas se expresan campañas digitales difamatorias, debemos recordar lo que le pasó a Jesús. Si mis queridos hermanos, a Jesús le acusaron de todo. Hasta le dijeron que era “hijo del Diablo”. ¿Qué hacia Jesús ante tanta maldad.

El Señor siguió adelante en su misión. Jamás se amilanó o acobardó. ¡Al contrario! Descubrió que todo ese sufrimiento era necesario y consecuencia lógica de su creciente liderazgo y parte fundamental de la misión. Como dicen popularmente: “solo a los árboles que tienen frutos le tiran piedras”.

¡No teman! Estamos en el mejor momento de la Iglesia. Estamos siendo purificados para que todo lo que no es cristianismo salga y pueda verse con mayor claridad el amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».

Misericordia quiero y no sacrificio

El cristianismo no es una ley. Ser Cristiano no es asumir una serie de dogmas, leyes y normas. Eso sería reducir el cristianismo. Reducir la Fe a un acto voluntario de adhesión a un líder o ideología. ¡Nunca hagamos eso!

Ser cristiano es amar. Amar en la dimensión de la Cruz. ¿Estamos dispuestos a dejarnos juzgar, calumniar, robar? ¿Estamos dispuestos a sufrir las injusticias por amor a Cristo? ¿Estás dispuesto a perdonar? El amor es el centro del mensaje evangélico y el amor es Dios. Si dejamos que Él habite nuestros corazones, entonces en su amor podemos hacer lo que humanamente no podemos.

¡Ánimo! Mostremos disponibilidad para que el proyecto de Dios se realice en nosotros.

No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento

Jesucristo no vino a destruir lo antiguo. Lo que ha hecho es dar sentido pleno a todo. Su lucha no es contra personas o religiones. Su propuesta se basa en el amor y es una invitación a cumplir fielmente los mandatos del Señor con la ayuda de su gracia.

Nuestra vida depende de la realización plena del proyecto de Dios en nuestra vida. ¿En qué consiste eso? En amar como Dios nos ha amado. Esa es la ley más importante. No puede haber otra realidad. Estamos siendo invitados al amor de nuestra familia, vecinos, compañeros de trabajo.

La ley no es un conjunto de preceptos externos que cumplimos para el mundo vea lo “buenos” que somos. La ley es AMAR. ¿Tú amas? ¿Pides perdón? ¿No murmuras ni chismeas? Pidamos a Dios ayuda para que su ley de amor se realice en nosotros. En esto consiste la felicidad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero

Nadie puede amar como Dios ama. El Señor manifestó en Jesús la verdadera naturaleza del amor. El verdadero amor, el llamado cristiano, es amar en la dimensión de la Cruz. Es amar al prójimo aunque en algún momento sea tu enemigo. Amar es dar la vida por los demás. Amar es perdonar siempre, excusar siempre y perdonarlo todo! Es dejarse matar por los demás. Amar es subir a la cruz y dar la vida por todos, malos y buenos, pecadores y justos. ¿Tú tienes ese amor?

Alguno puede ponerse tristes. Decir que “eso no es posible”. Es pensar que el cristianismo es un esfuerzo. ¡Eso no es verdad! Ser cristiano es un don que nos viene de lo alto. No podemos ser justo en nuestras fuerzas. Esa es una gracia que nos da el Señor gratuitamente si abrimos nuestro corazón y estamos dispuesto a hacer la voluntad de Dios.

Pedro lo experimentó. El también dejó solo a su maestro. Lo negó tres veces. No supo dar la vida por su líder. Es por eso que cuando Jesús le pregunta, ¿me amas? el dice tres veces que si… pero en la tercera agrega “tú lo sabes todo”. ¡Claro! Jesús sabe muy bien que Pedro es un traidor, un pecador. Pero más que eso, sabe que su misericordia puede transformar el corazón de Pedro. Para que él pueda amar debe experimentar primero el amor profundo de Dios.

¡Ánimo! Lo que tenemos es creernos y apoyarnos en el amor de Dios. Esa es la clave. Eso es ser cristianos.

Leer:

Jn 21,15-19: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:

- «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»

Él le contestó:

- «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero.»

Jesús le dice:

- «Apacienta mis corderos.»

Por segunda vez le pregunta:

- «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

Él le contesta:

- «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Él le dice:

- «Pastorea mis ovejas.»

Por tercera vez le pregunta:

- «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:

- «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»

Jesús le dice:

- «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.»

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:

- «Sígueme.»

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros

Al recibir el Espíritu Ssnto ya no somos del mundo, somos del cielo. Nuestra naturaleza pecadora ha sido transformada en una naturaleza divina. Nos convertimos en hijos e hijas de Dios. ¿Cómo sucede esto?

Esas palabras muy bonitas nos suenan extrañas cuando vemos todos los días la precariedad de nuestra vida. Nos molestamos cuando alguien no habla mal, nos resentimos cuando nos hacen alguna injusticia, nos quejamos cuando las cosas no marchan como quisiéramos, nos sentimos mal cuando pensamos que las personas nos traicionan. ¿Cómo experimentar esta pertenencia a Dios si con frecuencia sentimos los contrario? Reconociendo humildemente nuestra debilidad y pidiéndole a Dios misericordia y perdón. No hay de otra.

Ser una sola cosa con Dios en el amor consiste en eso. Es saber que todo nos viene de Dios. Que no hay nada que podamos hacer más que recibir de Él las gracias especiales que nos ayudarán en la vida. Abrir nuestro corazón al Espíritu Santo es la condición fundamental para experimentar hoy las maravillas del amor de Dios y su acción en nuestras vidas. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.

»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».