En el mundo se nos enseña, por diferentes medios, que para triunfar en la vida debemos ocupar puestos importantes, ganar mucho dinero y tener salud para disfrutarlo. Se nos ofrece un modelo de felicidad terrenal y temporal. ¿Nuestro Dios nos invita a algo mejor?
Los llamados al cristianismo por Dios somos bautizados en agua y en Espíritu para nuestra salvación. La primera buena noticia es que Dios, creador de todo el universo, se hace cercano y presente en nuestra vida mediante su hijo Jesucristo. En Jesús nuestra vida cambia y se transforma para alegría nuestra y de todos los que nos rodean. Pero esta salvación no es solo para nosotros.
El “puesto” o lugar que Dios quiere que todos los cristianos ocupemos es el de ser sal, luz y fermento de la tierra. Somos invitados a dar testimonio valiente de nuestra Fe. Si, el Señor nos da el poder de expulsar los demonios de tantos amigos, parientes y personas que necesitan de nuestro testimonio de vida para sanar y recuperarse de tanta angustia que existe el mundo. ¿Estás dispuesto? ¡Ánimo! El Señor va contigo y solo necesita tu disponibilidad. Todo lo demás, lo pone Él.
Leer:
Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».