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Os guiará hasta la verdad completa

Existe una relación perfecta entre el Padre, el hijo y el Espíritu. Es la santísima trinidad que manifiesta la extraordinaria comunión de Dios en el amor. Dios es Padre, Hijo y Espíritu.

Dios se ha ido manifestando y revelando poco a poco. Como a un recién nacido que no puede comer alimento sólido, así Dios nos da en primer lugar lo que podemos asimilar y luego nos empieza a alimentar con cosas más sustanciosas y sólidas.

Necesitamos ahora del Espíritu de Dios. Mediante Él podemos experimentar él amor de Dios, conocer la voluntad de Dios y entender el sentido de nuestros sufrimientos y pruebas de cada día. Pidamos hoy este don precioso de lo alto. ¡Venga sobre nosotros el Espíritu de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».

Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres

En diversas épocas y momentos de la historia de la humanidad se ha luchado hasta la muerte para dar, conquistar y construir la libertad. Uno de los monumentos más emblemáticos del planeta, localizado en la ciudad de New York de Estados Unidos, está dedicado precisamente a la libertad. Todos la queremos y luchamos por ella. Nos podemos preguntar: ¿es la misma libertad de la que habla Jesús en el evangelio?

A la libertad se opone la esclavitud. En las escrituras se dice que la profunda y existencial esclavitud es fruto del pecado. Estar en pecado es como estar encadenado. Es decir, cuando no amamos, nos separamos de Dios y vivimos en tristeza y pesar, es porque hemos pecado y somos esclavos del mal. ¿Quién podrá ayudarnos?

La buena noticia es que tenemos un libertador. Dios ha enviado a Jesús para liberarnos del mal y el pecado. Podemos tener esperanza. ¡Dios nos ama! Y manifiesta su amor sacándonos de nuestras oscuridades existenciales y dándonos la oportunidad de una vida nueva, la vida de un resucitado, de alguien que estaba muerto y ha vuelto a la vida. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 8,31-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en Él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre».
Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado».

Vete, que tu hijo vive

La síntesis de la voluntad de Dios es nuestra vida y felicidad. Nuestro Señor no quiere nuestra muerto. Quiere que vivamos y tengamos vida en abundancia. En definitiva, que seamos felices. ¿Qué cosa podría evitar que esto se realice en nuestra vida? Nuestra incredulidad.

Muchas veces, sin darnos cuenta, dudamos del poder de Dios. Pensamos que el Señor no tiene nada que ver con nuestros sufrimientos. De hecho, algunas veces, le echamos la culpa de todo.  Nada más lejos de la realidad.

Dios quiere que vivas. ¡Que vivamos! El Señor quiere lo mejor para nosotros. ¿Por qué esto no se cumple en algunas circunstancias en nuestra vida? Porque pedimos señales y prodigios a nuestra manera. Queremos que Dios haga el milagro a nuestra medida. 

Lo mejor, para que Dios nos lleve a la vida, es abrir nuestro corazón a su voluntad y dejar que Él haga el milagro a su manera. Confía en Dios, que Él te ama y te quiere salvar.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».
Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado

José, esposo de María madre de Jesús, es modelo de todo cristiano. En él podemos contemplar virtudes que esperamos ver en los que sienten el llamado al cristianismo y así hacer la voluntad de Dios. Es fundamental parecerse a José en nuestro camino de Fe.

En prime lugar, José es ejemplo de castidad. Él siempre se mantuvo fiel a María. La amaba tanto que siempre deseó lo mejor para ella, trabajó y luchó para que siempre estuviera bien.

Por otro lado, José es ejemplo de obediencia a la voluntad de Dios. Siempre dispuesto a cumplir las palabras de Dios que venían a él a través de sueños, apariciones e inspiraciones. 

Y por último, José es ejemplo de maestro y tutor. Él asumió la paternidad terrenal del Señor Jesús, con toda la fidelidad y amor que se merecía tal encargo. Nosotros los padres necesitamos seguir el ejemplo de José que inició a Jesús en la Fe y creó para Él un ambiente propicio para el encuentro con Dios.

En definitiva, José es ejemplo de fe cristiana. Un icono o representación humana de una persona que asume en plenitud el plan de Dios en su vida. ¡Imitarlo es un honor y deber! Con la gracia de Dios podemos hacerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.

No temas

La vida está llena de peligros, frustraciones y sufrimientos. Es verdad que también hay alegrías y bendiciones, más sin embargo, existen momentos en los que nos viene la duda y la decepción. Las escrituras están llenas de personajes que encarnan dicha realidad. Uno de ellos es Zacarías.
Zacarías era un hombre de Dios a quien se le aparece en Angel del Señor y le anuncia algo humanamente imposible: que tendría un hijo que sería precursor del mesías esperado. Esto es algo que sobresalta a cualquiera. Este hombre, que lo había probado todo para ser feliz y tener razones de alegría, nunca lo había podido lograr. Resulta, que la final de sus días, contra toda esperanza, Dios le concedió lo que tanto anhelaba y así lo convirtió en instrumento de salvación para todos y todas.

Hermanos y hermanas. Hoy es el día en que nuestro Dios quiere hacer lo mismo con nosotros. Nunca dudes de esto. Siempre tengamos abierto nuestro corazón a la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. 
Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». 
Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo». 
El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido

Debemos reconocer que es muy difícil para nosotros reconocer que hemos, al igual que hace dos mil años, dado muerte a Jesús con nuestros pecados. Con nuestra mentalidad racional y pragmática nos cuesta trabajo conectar nuestras acciones con semejante acontecimiento. 

Este tiempo de Cuaresma es precisamente momento oportuno para reconvierte nuestros pecados y sus funestas consecuencias. Es obvio que no se pretende que nos quedemos solo en esto.

Somos invitados a cambiar de vida. A no “rechazar o dar muerte” a Jesús. Se nos invita al cambio de vida y amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». 
Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos». 
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

La clave de la curación

Los hijos son lo mas valioso para los padres. Un hijo es una extensión de ti mismo, la esperanza de futuro y la oportunidad de realizar lo que no pudimos en nuestra vida. Los hijos son regalo de Dios, don precioso de lo alto y lo mas cercano a nosotros que existe en el mundo.

En la escritura hay un hombre que tiene su hijo enfermo. El hombre es un poderoso. Tiene dinero y poder. Nada de eso le sirve para sanar a su hijo. Está a punto de morir. ¿Quién podrá salvar a su hijo?

Jesús aparece aquí como salvador y sanador. Salva a un niño pero sana el corazón de un nombre incrédulo. El milagro físico está al servicio del gran milagro que es el milagro moral o interior.

Hermanos y hermanas. Este tiempo de cuaresma es para sanar. Es para que en nosotros se den milagros y prodigios que susciten la Fe. Somos invitados a creer que Jesús tiene poder para curarnos. El quiere resucitarnos. Nuestro Señor nos dará la vida eterna en esta Pascua.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54):En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.


Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».


Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.