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El que practicó la misericordia con él

El Señor nos invita a practicar la misericordia. La ley se resumen en un mandamiento de amor. Amar a Dios y al prójimo es el centro de nuestra fe. Pero, ¿realmente amamos a nuestro prójimo?

En nuestro diario vivir, nos encontramos con personas heridas, maltratadas y que van por la vida haciendo daño. Nos cuesta amar a ese compañero de trabajo, vecino o familiar que nos hace daño con su forma de ser o acciones. El Señor nos invita a amarle como Él nos ama. Nos dice que debemos dar la vida por él.

Seamos como el samaritano que supo amar hasta el extremo que poner todos sus bienes al serviço de alguien que podría ser su enemigo. Tengamos la misma naturaleza de Jesús que ama y perdona sin límites. Cumplir eso es poner en práctica la ley divina entera. ¡Ánimo!

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha

Escuchemos a los profetas que nos envía el Señor todos los días. No nos hagamos los sordos ante el llamado de Dios. Seamos receptivos y humildes cuando de diversas maneras nos encontramos con personas y situaciones que nos invitan a conversión.

Una persona que nos dice una palabra de aliento. Un hermano que nos corrige y nos invita a cambiar. Un presbitero o catequista que nos acompaña espiritual. Todos son enviados de Dios para ayudarnos en el proyecto de salvación que Él tiene con cada uno de nosotros.

Hoy es un día favorable. Hoy es el día de salvación. Hoy es el momento en el que podemos acoger la palabra de Dios y hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo! ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos

Todos los cristianos tenemos la misión de salir a evangelizar a todas partes. Algunos lo hacen de manera explícita. Es decir, salen en misión evangelizando de dos en dos o de otras maneras que el Señor ha ido inspirando a través de los siglos.

Sin embargo, existe otras formas de evangelización. San Juan Pablo II nos llamó a una nueva evangelización en sus métodos, formas y acciones. Los hay que evangelizan a través de la palabra escrita, otros mediante los medios de comunicación social y las llamadas “nuevas” tecnologías de la información y comunicación. También están los que hacen algún tipo de pastoral. Pero lo más importante es evangelizar con los hechos.

Nuestro mundo necesita ver que somos “corderos en medio de lobos”. Nuestro prójimo necesita experimentar el amor de Dios a través de nuestro perdón, servicio y capacidad de aceptarlos en cualquier condición. Somos evangelizadores de paz. Nuestra misión es manifestar el amor de Dios de todas las formas posibles en todos los rincones de la tierra. Digamos si al llamado de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.

»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

Te seguiré adondequiera que vayas

El llamado de Dios es constante. Nuestro Señor nos invita a seguirle, ¿estamos verdaderamente dispuesto a hacer su voluntad?

La verdad es que tenemos siempre la tentación de mirar hacia atrás. Nos atraen las cosas de este mundo. Estamos muy ocupados en nuestro trabajo, nuestros afectos desordenados, con el dinero y demás ídolos materiales que nos hacen olvidar lo más importante: hacer la voluntad de Dios.

Nuestra misión es amar. Perdonemos a todos los que nos han hecho algún mal. Pidamos a Dios que nos conceda el Espíritu Santo para hacer siempre su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,57-62): En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre

Nuestro Dios, en su inmensa misericordia, ha creado un universo invisible que pone al servicio nuestro. Existe un ejército celeste inmenso que alaba al Señor, día y noche, y que tiene la misión de garantizar nuestra salvación eterna. El Señor ha puesto a nuestro servicio mensajero celestes que cuidan todos los días de nosotros. Ellos son los ángeles de Dios.

Cada mensajero del Señor tiene su misión. Cada uno tiene el encargo de cumplir la voluntad de Dios. La historia de la salvación está llena de momentos en los que un Ángel cambia el curso de la historia.

Igual nos pasa a nosotros. Dios nos ha regalado Ángeles que trabajan en la su viña. Hemos teñido catequistas, evangelizadores, presbíteros y hermanos que en algún momento han sido verdaderos mensajeros del Señor, anunciándonos su palabra y brindándonos un servicio verdaderamente celeste.

¡No dudemos del amor de Dios! Hagamos caso a los ángeles que el Señor nos regala. Sigamos sus sabios consejos. Ellos representan a nuestro. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor

Dios nos invita a la humildad. Nos pide que seamos como niños para entrar al reino de los Cielos. El que reconocer su pequeñez y hace la voluntad de Dios siempre podrá tener al Señor en su corazón. ¿Lo hacemos así?

Lamentablemente, en el mundo se nos invita a las grandezas. Se nos sugiere que el poderoso y famoso es quien puede tener una vida plena. Es por eso que los libros que nos enseñan a “cómo ser feliz en 24 horas” se venden tanto. Buscamos una fórmula mágica para alcanzar una felicidad que se encuentra en la pequeñez, no en las grandezas.

Pidamos a Dios que nos conceda siempre ser dóciles a su palabra. El Señor nos quiere muchísimo y por eso nos envía en misión a todas partes para que como pequeños sepamos mostrar la misericordia de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».

Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

¿Quién dice la gente que soy yo?

Estamos viviendo tiempos extraños. Por un lado las personas en general están rechazando toda forma de religión o adoctrinamiento. Pero por otro lado hay un despertar en el deseo de lo espiritual. Las personas hacen yoga, meditaciones y todo tipo de ejercicios espirituales para alcanzar la paz interior que tanto anhelan. En este contexto tan propio de este tiempo, ¿qué piensa la gente de Cristo?

Se convierte en una necesidad imperiosa conocer verdaderamente a Jesús. Es decir, los hombres y mujeres de este tiempo necesitan hacer un encuentro personal con un Cristo vivo que les ha salvado de la muerte y les lleva a una nueva vida. No es suficiente explicarle verdades dogmáticas y razonadas de la fe. Lo que realmente espera el mundo es poder tener una experiencia profunda de conocimiento íntimo de lo divino, de lo trascendente, de lo espiritual.

Tenemos la invitación de proclamar quien es Cristo para nosotros. Tenemos el deber de testimoniar con fe lo que Jesús ha hecho con nosotros. Es lo que necesita el mundo. Testigos fieles que proclaman con sus vidas el amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

Recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes

¡Oh maravillosa noticia! Jesús iba recorriendo todos los caminos anunciando la buena noticia de que el reino de los Cielos ha llevado ya. Esa proclama se hace hoy también concreta u eficaz. ¿Lo has experimentado?

El Señor elige a sus apóstoles y les da una misión: anunciar, en su nombre y autoridad, la salvación al mundo entero. Igual, el Señor a nosotros, nos da la gracia de cumplir en el tiempo su misión, ¿estás dispuesto?

¡Ánimo! Dios cuenta con nosotros. Si, hombres y mujeres pecadores, son elegidos por Dios para una misión maravillosa que redundan en nuestro propio beneficio. Nuestra paga es tener al mismo Señor en nuestros corazón. Bendiciones.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal

Nos enfrentamos día a día a falsos conceptos de Dios y de lo que supuestamente es ser cristiano. Pensamos que el cristianismo es una religión donde se cumplen una serie de normas morales. Con nuestra formación de primera comunión reducimos la fe cristiana a la práctica litúrgica y la realización de una series de gestos de caridad social. Jesús nos enseña que es no es ser verdadero hijo de Dios.

El mismo Señor, cuando pasó por el mundo anunciando el reino de los Cielos nos mostró la novedad de su mensaje. Con sus acciones nos demuestra que estamos equivocados. Nuestro mesías es uno que se sienta a la mesa con publicanos y pecadores. Nuestro salvador es uno que muestra misericordia con todos, incluyendo a nosotros.

Seamos como Jesús. Seamos verdaderos hijos adoptivos de Dios. Perfectos, como nuestro Padre es perfecto. ¿De qué manera? Amando a todos sabiendo que no somos mejores que nadie. Reconociendo que también con nosotros, Jesús ha tenido muchísima misericordia. ¡Amén!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, cuando Jesús se iba de allí, al pasar vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios

Está de moda decir que debemos tener un plan de vida. Las personas, todos los años, se trazan metas y objetivos profesionales y personales. Nos pasamos la vida definiendo proyectos personales. ¿Algunas vez pensamos en el proyecto de Dios?

El Señor nos ha dado una misión: “acompañar a Jesús en el anuncio del reino de los Cielos por todos los pueblos”. La realidad es que el mundo necesita de nuestro servicio y el mejor de ellos es hacer presente mediante nuestra vida el misterio de salvación de Dios. Somos hombres y mujeres curados, salvados, resucitados por el Señor. Eso debemos anunciarlo a todo pulmón.

Seamos parte del proyecto de salvación. Pongamos a disposición de Dios nuestro tiempo y bienes para que pueda propagarse en todos los lugares el mensaje divino de salvación universal. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.