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Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes

El Señor se revela a todos los hombres y mujeres del mundo. El se hizo carne y caminó sobre la tierra para salvarnos a todos y todas. ¿Cuál es el principal impedimento para reconocer a Dios en Jesús y en nuestras vidas? Que nos creemos sabios.

Tenemos la tendencia de pasar todo por la razón. Nos creemos más sabios de Dios, ¿qué no es así? Pues porque siempre preguntas “por qué” a Dios y no “para qué” permite ciertas cosas. Dime, sinceramente, la razón por la cual siempre está mal quejándonos de como a la vida, el país, los hijos, y demás aspectos de nuestra vida. La queja, murmuración, y juicio de todo solo demuestra que pensamos que las cosas podrían diferentes según nuestros esquemas. 

Mi querido hermano y hermana. Seamos sencillos, humildes y pequeños. Dejemos nuestra vida en manos de Dios como niños que confían absolutamente en su padre. Él sabe lo que nos conviene. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos

El servicio es una esencia una fundamental del cristianismo. En mundo donde todos buscan ser los primeros y gobernar a los demás con poder y dominio absoluto el Señor nos presenta un camino distinto.

La aspiración de todo cristiano debe ser servir hasta dar la vida por los demás. Jesús siempre puso ejemplo en este sentido. Acojamos también con alegría al que viene a hacernos el más grande de todos los servicios: anunciarnos el amor de Dios.

Hermanos y hermanas, seamos servidores todos. Que el espíritu de servicio la gente reconozca que somos de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 9,30-37): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».

Quien acoja al que yo envíe me acoge a mí

En el mundo hay muchas religiones. De hecho, un porcentaje alto de los seres humanos que habitamos este planeta estamos en una religión. Nosotros somos cristianos. ¿Qué significa serlo?

Nuestro Jesús nos dio ejemplo. Ser cristiano es ser otro Cristo aquí en la tierra. Y, ¿qué hace Él para que podamos imitarlo? 

Jesús es uno con Dios. En Él conocemos la naturaleza de Dios. Nuestro Señor muestra el amor misericordioso del Padre. Nos hace ver que el mismo Dios que ha creado todo es capaz de hacerse “pequeño” para que nosotros podamos experimentar la grandeza. 

Realicemos día a día con nuestras obras las maravillas de Dios. Seamos humildes, siervos, los más pequeños entre los grandes. Solo así vamos a disfrutar de la vida eterna en Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 13,16-20): Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».

El que no está contra vosotros, está por vosotros

Los seres humanos somos a veces tan sectarios. Hacemos constantemente acepción de personas. Juzgamos a todos según su raza, religión, ideología o grupo a quién pertenece. Estamos haciendo comparaciones de quién es más importante. Tenemos lamentablemente esa inclinación.

En las escrituras encontramos que Jesús no hacía eso. Con su ejemplo nos muestra el verdadero camino cristiano. Nadie es más importante que nadie. De hecho, los más pequeños, los despreciados, los que la sociedad juzga no deberían ser rechazados jamás por una persona de Fe.

Lo más importante es el bien que podamos hacer. Si hay alguien que ama verdaderamente, que sirve a los demás y que procura hacer el bien, debe ser respetado y aceptado como cualquier hermano en la Fe aunque no comparta nuestro mismo credo.

El Papa Francisco lo acaba de demostrar en Estados Unidos. Con un lenguaje universal demuestra amor a todos y todas. Muestra con sus palabras el verdadero amor divino. Sigamos su ejemplo. Amemos como verdaderos cristianos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». 
Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños

Los misterios de Dios nunca podrá entenderse con la razón. El “porqué” Dios ha hecho las cosas de una forma determinada es muchas veces algo que escapa a nuestro entendimiento. Los “sabios” no pueden decifrar las maravillas de Dios.

El sufrimiento, por ejemplo, es algo que para todos resulta inadmisible. En la mente de Dios, resulta que puede ser la mejor manera de purificarnos, salvarnos o llevarnos a la vida.

Es por eso que solo en el Señor podemos encontrar sentido a nuestra vida. En Él todo tiene su propósito o fin. Abrir nuestro corazón a su sabiduría es clave para alcanzar felicidad aquí en la tierra y vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes

Este mundo está lleno de sabios. En República Dominicana decimos que alguien es un “sabio” no necesariamente porque tenga sabiduría sino porque se la “sabe buscar”. Hay tantos “sabios” que creen que pueden definir como debe ser la vida en este mundo. Ahí están los que crean leyes en contra el orden divino y lo más elemental de la razón.

¿Cómo piensan los pequeños? Como humildes hijos de Dios se ajustan a la ley del creador de todo el universo. Reconocen que la vida la da Él y solo Él la puede quitar. Dios ha creado el feto y ha puesto en él “aliento de vida” desde su concepción.

Hermanos y hermanas. Defender la vida es fundamental en la vida cristiana. No dejemos que la CULTURA DE LA MUERTE impere en el mundo. Alcemos nuestra voz a favor de la Vida! Esa es la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?

Todos los padres que lean el evangelio de hoy saben muy bien que los niños no son tan angelitos como parecen. Las tías, tíos, abuelos y hasta los hermanitos mayores saben que un niño es travieso y que muchas veces se porta mal. Entonces, ¿cuál es la cualidad de un niño a la que Jesús hace referencia?

Los niños, más que cualquier cosa, confían absolutamente en sus padres. Ellos gritan, lloran, son crueles con sus amiguitos y hasta hacen rabietas, pero si hay algo que verdaderamente los caracteriza es que para ellos su padre y madre son todo. Un niño o niña sabe muy bien que si está en los brazos de su padre nada malo le pasará. Jesús toma ese rasgo de un padre y lo refiere al padre de los padres. ¡A Dios mismo!

Seamos sinceros. ¡Nadie abandona 99 ovejas para salir a buscar una sola! Es como decir que dejamos 99,000 pesos para ir a cobrar 1,000. Jesús propone esta palabra porque hace referencia a la confianza desmedida que un hijo pone en su padre. Para un niño, su padre lo sabe todo y lo puede todo. Un padre, a los ojos de su hijo pequeño, es capaz de darle la vuelta al mundo entero con tal de complacerlo. Es lo más parecido a un súper héroe. Es lo más cercano a Dios.

El Señor hoy nos propone que tengamos esa confianza en Él. Que pongamos nuestra seguridad en su amor. Dios, nuestro padre, provee y nos cuida. ¿Tienes alguna dificultad? Espera en el Señor, Él te cuidará y rescatará como un “súper padre” salva a su niño pequeño.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14): En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».

Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños

En el lenguaje popular dominicano, dependiendo de las circunstancias, se dice que una persona es “sabia” cuando queremos decir que “sabe demasiado…”. En otras palabras, que se la “sabe buscar”. Se dice: “ese e’ un sabio” para decir que se tiene que tener cuidado porque fácilmente te puede engañar.

Los sabios e inteligentes del mundo creen que entienden todo pero al final se equivocan en lo más fundamental: Dios. Lo más importante no es tener conocimientos profundos de como funciona el universo, como debe ser nuestra sociedad o la mejor manera de “salirse con la suya”.

Muchas veces nos encontramos en situaciones parecidas. Pensamos que “sabemos” mejor que Dios como llevar nuestra vida, nuestro matrimonio, nuestra profesión, nuestras amistades, nuestro noviazgo. Queremos que estás realidades funcionen según nuestra “sabiduría”. Nos equivocamos.

La base de la felicidad en nuestra vida es ser lo bastante humildes como para reconocer que Dios es nuestro padre y Él sabe como llevar adelante nuestras vidas. El sabio según Dios es aquel que se ajusta a sus leyes.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,25-27): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».