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Yo soy voz del que clama en el desierto

Todos hemos tenido momentos en los que alguien nos ha hablado de Dios o de parte de Dios. Hombres o mujeres se nos han pasado al frente y sin ser casualidad han dejado huellas en nuestra vida. Son como ángeles o profetas de parte de Dios. Conviene preguntarnos, ¿los hemos acogido como tales?

Las autoridades judías en tiempo de Jesús no comprendieron lo que estaba pasando. Algunos inclusive pensaban que Juan El Bautista era el Mesías. Al final, quedaron confundidos hasta nuestros días. 

Hoy el Señor quiere que no nos pase como a los fariseos y escribas. Este día es momento propicio para que reconozcamos en nuestros Pastores, sacerdotes o catequistas, ha enviados legítimos de Dios. Amemos a nuestros profetas que el Señor ha suscitado para ser instrumentos de divinos en orden de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». 
Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

He aquí que envío mi mensajero delante de ti

Dios siempre provee profetas a nuestra vida. Un catequista, tu párroco, un amigo, un vecino o familiar que en algún momento el Señor pone sus palabras en la boca para darte una palabra. ¿Aceptas siempre la palabra que viene de Él a través de personas que pone en tu camino?

Todos tenemos nuestro Juan El Bautista. Tenemos personas que nos molestan con su “profetismo” pero que realmente vienen de parte de Dios. Animo, que el Espíritu Santo nos ayude a tener oído y corazón abiertos a las palabras y acciones divinas. 

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,24-30): Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, Jesús se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él».
Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de él, frustraron el plan de Dios sobre ellos.

Y buscaba verle

El mundo tiene ansias de honestidad, integridad y verdadero amor. Los avances y el desarrollo de la humanidad nos han metido en un activismo impresionante. Todo el mundo está corriendo. Vamos de un lado a otro sin parar. Necesitamos paz, tranquilidad, amor.

El rey Herodes, símbolo del mundo en las escrituras, también sintió especial atracción y curiosidad por los profetas que con su accionar marcaban una nota diferente en las actividades diarias del mundo. Buscaba a Jesús para conocerle. Le llamaba la atención ese estilo diferente, ese profetismo auténtico, ese desprendimiento absoluto y entrega total al otro.

La buena noticia de hoy es que podemos buscar y encontrar a Jesús. El puede dar respuesta a todas nuestras inquietudes y problemas. Nos ama muchísimo y quiere ser nuestro salvador. Hoy podemos abrir nuestro corazón al Señor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.

Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio

El profetismo es importante para la relación nuestra con Dios. Todos los que tenemos Fe o estamos abiertos a tenerla necesitan de un profeta que le hable o anuncie de parte de Dios. Es gracias al profeta que se siente la presencia del Señor entre nosotros.

El gran dilema es que mucho pueden caer en el error de rechazar al profeta. Esto se debe a que como el profeta anuncia y denuncia puede hacerse incómodo para aquellos que les gusta el anuncio pero no la denuncia.

Aceptemos lo que el profeta que Dios ha puesto en nuestra vida (presbítero, catequista, padre o madre, amigo) nos tiene que decir. Dejemos aún lado nuestros bloqueos y dejemos que la acción de Dios senadora actúe a través de sus siervos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Se pedirán cuentas a esta generación

En algunas ocasiones tenemos la respuesta a nuestro problemas en frente de nosotros y no nos damos cuenta. Miles son las señales que nos da Dios y no logramos identificarlas. En algunas ocasiones somos ciegos y sordos al llamado de Dios.

Dios permite acontecimientos en nuestra vida que nos llama a conversión. Alguna humillación u objetivo no alcanzando nos pone en una situación excelente para crecer y ser mejores. Para ver estas cosas con los ojos de la Fe necesitamos siempre de ayuda.

Los profetas son esas personas que envía Dios a nuestra vida para que puedan ayudarnos. No son seres especiales. Puede ser hasta un enemigo que en algún momento nos señala una debilidad que no conocíamos y por tanto nos da la oportunidad de corregir. 

No seamos como los expertos del tiempo de Jesús. Seamos humildes y aprendamos a reconocer y acoger las enseñanzas de Jesús que nos vienen muchas veces de personas que actúan como profetas en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,47-54): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».
Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio

Mirar las apariencias es algo muy humano. Cuando vemos algo automáticamente nos hacemos una idea de que debe ser o debería ser. Nos inclinamos siempre a realizar juicios de valor a todo lo que vemos o las personas que observamos.

Dios se vale de muchas vías y formas para hacernos llegar su mensaje. Un compañero de trabajo, amigo o simplemente una persona que nos encontramos en la calle puede ser en un momento dado un enviado de Dios en nuestra vida.

Por tanto, es un error juzgar por la apariencia a las personas que Dios ha puesto para nuestra salvación. Podemos fijarnos en los defectos del presbítero o del catequista que nos anuncia la buena de Dios y desestimar el mensaje de Dios que nos ofrece. 

Aprendamos hermanos a ver más allá de las apariencias. Del que menos esperamos puede venir ser el mensajero que Dios ha elegido para darnos su mensaje de amor. 

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 13,54-58): En aquel tiempo, Jesús viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?». Y se escandalizaban a causa de Él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

Ningún profeta es bien recibido en su tierra

Los seres humanos somos como la luna. Cuando nos ven de lejos parecemos luminosos. Solo podemos contemplar las bondades y aspectos positivos de la personalidad. La mayoría de las personas muestran en publico su mejor cara. Pero, al igual que la luna, cuando nos acercamos podemos ver los defectos. La luna en su superficie está llena de cicatrices y cráteres que forman una vista bastante fea y desértica. La luna es un lugar inhóspito que visto desde lejos parece un astro de luz que maravilla a todos pero visto desde cerca le podemos descubrir sus imperfecciones.

Los familiares, amigos, y vecinos son los que mas nos conocen en nuestra justa dimensión. Conocen muy bien nuestras virtudes pero también nuestros vicios. Ellos, digamos así, saben muy bien quienes somos en realidad.

Jesús también tuvo un entorno familiar. El Señor creció como un individuo normal en un pueblo normal del antiguo Israel. Es por eso que cuando llega a evangelizar su pueblo nadie le ve como un profeta. Le cuestionan su autoridad en base a su origen natural. ¿Qué nos quiere decir este relato?

Todos nosotros hemos sido constituidos profetas por nuestro bautismo. Por obra y gracia de Dios somos enviados a dar testimonio en todos los lugares o ambientes. Muchos de nuestros cercanos pueden cuestionarnos y con muchísima razón. La clave de nuestra misión no está en nuestras cualidades o logros personales. Lo que da autoridad a nuestro “profetismo” o testimonio es la verdad de nuestro mensaje. Es Dios el importante, NO nosotros.

Hermanos y hermanas. Evangelicemos con humildad sabiendo que es Dios el que debe aparecer con fuerza en nuestro testimonio de amor y la gran obra de Dios en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,24-30):En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».


Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio

Muchos líderes de nuestro pueblo han dicho que aquí tenemos un “complejo de Guacanagarix” refiriéndose al hecho de que pensamos que todo lo extranjero es mejor que lo dominicano. Sin entrar en detalles de si esto es cierto o falso, lo que si se puede afirmar es que muchas veces no hacemos mucho caso a los de nuestra casa cuando emiten una opinión o realiza algún trabajo.

Cuantas veces en nuestras familias intentamos decirle algo a nuestros padres pero no nos escuchan porque piensas que “a este muchacho lo crié yo, ahora viene a darme consejos”. En el ámbito político y empresarial se dice que si viene “uno de fuera” y dice algo todo el mundo le cree pero si eso mismo dice uno de los nuestros lo ponemos en duda o no le hacemos mucho caso. A Jesús puede haberle pasado algo similar.

El Señor predica en su tierra y los suyos no le acogen. Se fijan en su apariencia externa pero no se dan cuenta de las señales que confirman que su pariente, vecino o amigo es en realidad el profeta de Dios que vino a salvarles. Jesús vino a dar la Fe a su pueblo. Los milagros son solo instrumentos que utiliza Dios para suscitar en nosotros la Fe que es lo más importante.

También nosotros muchas veces somos rechazados en nuestras familias o ambientes porque la gente ve nuestra debilidad o “apariencia”. El Señor nos ha constituido profetas y por eso obra muchos milagros en nosotros y a través de nosotros. El objetivo de la obra de Dios es que los que nos rodean puedan descubrir su amor en nosotros y eso resulta un tanto difícil para nuestros cercanos que pueden quedarse en las apariencias.

¡Animo! No podemos desfallecer. Sigamos haciendo la voluntad de Dios y oremos por aquellos a los que hemos sido enviado como profetas para que puedan escuchar y creer en el Señor que les quiere y ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,1-6): En aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán

Algunos dirán que ya el tiempo de los profetas terminó. Pensamos que el tipo de apóstol del tiempo de Jesús es algo del pasado. ¿Hay algo de profetas y apóstoles en estos tiempos?

Muchas religiones cristianas dan la categoría de apóstoles y profetas a personas que predican por televisión, radio o estadios. Mucha publicidad que vemos en las calles los presentan como verdaderas celebridades del mundo cristiano. ¿Es esto realmente ser profeta?

Es importante que reflexionemos que ser profeta o apóstol es un don de Dios. Es el Señor quien elige a algunos cuantos, los más débiles, y les envía en su nombre a anunciar su Reino. NADIE, puede auto proclamarse profeta.

Por otro lado, en algunos momentos específicos, cualquier hermano en la Fe puede ser instrumento de Dios para llamarte a conversión y anunciarte el amor de Dios.

Te invito hoy a escuchar y amar a tus profetas y apóstoles. Dios no te ha dejado solo y ha suscitado para ti personas que te ayudan en este encuentro con Dios. Bendice a Dios por ellos y ellas. Ha ellos nuestra devoción, respeto y amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,47-54): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación?

En el mundo hay “palo si boga… Palo si no boga”. Buscamos excusas para no dar crédito a las personas. La envidia nos ciega y nos impide reconocer en los demás sus éxitos y talentos. Jesús fue víctima de lo peor de esta realidad humana.

Juan el Bautista y Jesús eran primos. El primero preparó al segundo. Juan, con ayuno y limosna, llamaba a una conversión en preparación de la venida del Señor.

Jesús, el Mesías esperado, inaugura una nueva realidad. Una etapa de fiesta y alegría. Nos invita a unas “bodas” y “banquete”. No es necesario ayunar mientras el novio está con nosotros.

El evangelio nos invita a reconocer en las palabras y obras del profeta su importancia con respecto a nuestra conversión. Tu amigo, jefe, compañero de trabajo, o colaborador puede en un momento dado jugar el rol de profeta, de enviado por Dios para darte su mensaje o llamarte a conversión. No mires las apariencias, que si “come o ayuna” o que si “bebe vino o es abstemio”. Dios utiliza como instrumentos suyos diversos tipos de personas. ¡No juzgues al profeta! Escucha su mensaje con apertura de corazón y conviértete.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».