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¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Hay algunas cosas en las escrituras que suscitan la curiosidad y el excepticimo de muchas personas. En los tiempos de Jesús sucedía igual. Ya en los primeros tiempos los cristianos eran acusados de canibalismo, sacrificios de niños y beber sangre.

Ciertamente puede confundir a primera impresión, a una persona no cristiana, el hecho de leer que se tiene que comer la carne y la sangre de un “tal Jesús”.

Lo maravilloso de esto es que no hay manera más profunda de hacer comunión con la naturaleza divina que comulgar el cuerpo y sangre de Jesús en la forma de pan y vino. Tenemos la gracia de entrar en comunión con Nuestro Señor en la eucaristía y así participe de manera maravillosa en la vida divina, en la vida eterna.

Celebremos el amor de Dios. Alimentarse del pan del Cielo es una bendición de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,52-59): En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Serán todos enseñados por Dios

En mucha ocasiones queremos saber el porqué de las cosas. Vivimos cuestionando y reflexionando. Tenemos dentro un germen de lógica y razón. Es por eso que algunas veces caemos en crisis existencial.

Los acontecimientos de hoy deben ser explicados, o mejor dicho, iluminados por aquel que puede. Y ese es nuestro Dios y Padre.

No seamos necios queriendo entender el porqué Dios permite ciertas cosas. Comamos todos los días el “pan bajado del cielo”. Alimentate todos los días de la voluntad de Dios. El nos ensaña el camino del Maná. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,44-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

El que venga a mí, no tendrá hambre

La expresión “tener hambre” ha sido utilizada en los evangelios para significar algo profundo, trascendental. Las personas buscan saciar su”hambre” con alimento perecedero. La oferta de Jesús, a pesar que también dio de ese pan, es distinta. 

Nos pasamos la vida con hambre. Y es verdad. Tenemos que hacer mínimo tres comidas y algunos, en dieta eterna, hacen hasta cinco. La alimentación sana y adecuada se ha puesto de moda. Parece que el mundo está obsesionado con el tema del hambre y la buena alimentación. Lo de Jesús no es de este mundo. No tiene que ver con “la carne ni la sangre”.

El Señor nos invita a comer de SU pan, símbolo y realidad del amor de Dios. En la fracción del Pan no sólo reconocemos que ha resucitado. También podemos experimentar que al comer el pan, estamos comulgando la vida misma. Hoy es día de experimentar la vida eterna. Vamos a la Eucaristía contentos porque ha llegado el momento de la vida eterna, de nuestra resurrección.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día».

Señor, danos siempre de ese pan

En de indudable certeza el hecho de que los seres humanos trabajamos para ganar el sustento de cada día. Cada mañana nos levantamos para ir al trabajo y luchar para lograr mejores condiciones de vida, en definitiva, vivir mejor.

El milagro del pan es interpretado mal. Las personas le piden a Jesús señales según sus esquemas materiales. Quiere el pan que le satisfaga su hambre material, que les quiten la cruz, que le resuelvan sus problemas. El Señor aprovecha para dar una palabra importante. El pan que Él da es el que baja del cielo. El que provee Dios para cada uno de nosotros. ¿Estás dispuesto a comer de ese pan? ¡Ánimo! Qué ese si da vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,30-35): En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».

La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado

Tenemos necesidades materiales. Salimos a trabajar todos los días buscando el sustento para nosotros y para los nuestros. Sin embargo, el Señor Jesús nos invita a mirar más allá.

Jesús hizo señales y prodigios. Entre los signos que realizó estuvo uno que causó especial atención a los que le seguían: multiplicó los panes. ¡Eureka! Ya todos los problemas están solucionados. Ya tenemos alguien que nos da de comer sin límites. Una solución a los problemas de alimento y sustento. El Señor aprovecha esto para dar una catequesis especial. 

Trascender a lo material es el mensaje del Señor. Que busquemos ante todo las cosas de arriba. Esa es la clave de la felicidad. De vivir plenamente. Hoy tenemos la oportunidad de levantar los ojos al cielo y no quedarnos sólo con los problemas de aquí. Veamos al Señor en nuestra vida. Pidámosles al Señor que nos de siempre el alimento que no perece y nuestra hambre espiritual siempre será calmada.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. 
Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».

¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?

Una de las actividades más frecuentes de Jesús era predicar. Su doctrina, basada en el anuncio del Reino de Dios, le gustaba a la gente. Muchas veces una muchedumbre le escuchaba. ¿Qué le daba Jesús que tanto les cautivaba?

En uno de los relatos del evangelio se puede observar cómo el Señor se preocupa por la alimentación de la gente. Pareciera que tenía siempre dinero para cubrir las necesidades de la gente. En un momento no tenían suficiente. Se aprovecha esta realidad para dar una enseñanza importante.

Ciertamente nuestro Señor se preocupa por todas nuestras necesidades incluyendo las materiales. Nuestro Dios es Padre y su Hijo, nuestro salvador, también se preocupa por proveernos lo que necesitamos día a día. Pero, ¿qué es lo más importante que nos da Jesús?

Podemos tener resueltas las tres comidas, la vivienda, el vestido, trabajo, y todas las cosas materiales pero si no tenemos dentro de nuestro corazón que Dios nos ama viviríamos con todo eso pero muy tristes.

Hoy se nos anuncia la misericordia de Dios. Se nos dice que el nos da un verdadero alimento que nos hace experimentar la vida eterna: su amor. No más lutos, ni llantos, ni pesares. ¡Resucitó!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 6,1-15): En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna

Dios ha querido revelarse a toda la humanidad mediante tu Hijo. ¿Qué podemos ver de Dios Padre en Jesús? La naturaleza divina.

Los seres humanos experimentamos día a día el cansancio de vivir. Estamos en un sin fin de actividades que agitan y nos hacen pensar que la existencia debería ser algo más. Es por eso que con el tiempo de ocio queremos hacer siempre cosas extraordinarias. Llenar nuestro tiempo de actividades que nos permiten “disfrutar” un poco del gozo de vivir.

La clave en este tiempo de Resurrección es acoger a Jesús Vivo en nuestro corazones y así participar de la vida eterna que él nos ofrece. ¿Cómo se logra esto? Pues pídeselo al Señor. Pídele humildemente que te permita vivir aquí en la tierra un pedacito del Cielo. Él te escuchará.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,31-36): El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

El que obra la verdad, va a la luz

La resurrección es como una potente luz que se enciende en medio de una habitación a oscuras. Lo ilumina todo y no hay tinieblas que pueda resistir a su influjo y poder.

El misterio pascual de un Jesús que muere y resucita no se entiende por muchos. Inclusive es rechazado por varias personas especialmente los del pueblo de Israel.

En el evangelio se aprovecha esta realidad para llamar a la Fe a todos y todas. ¡Dichoso aquel que cree! Su vida quedaría iluminada.

Es buena obra creer en que nuestro Dios nos ha salvado y resucitado en Jesús. Abrir nuestro corazón a la resurrección para que la alegría pascual perdure siempre con el sol que sigue iluminado el día por millones de años.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,16-21): En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».

Tenéis que nacer de lo alto

Jesús, como dicen los evangelios, conversaba y sostenía diálogos con muchos personajes de su tiempo. En ellos podemos observan contenidos teológicos que nos sirven de mucho para nuestras realidades actuales.

Nicodemo, como cualquiera de nosotros, no entiende el discurso del Señor. Es normal. Las cosas de Dios no son para entenderlas desde la razón. Más bien son para vivirlas y experimentarlas.

Hoy somos invitados a experimentar la resurrección desde el bautismo en el espíritu. Es sus aguas podemos morir y luego resurgir a una vida nueva. Jesús ha este anuncio a Nicodemo y también hoy nos lo hace a nosotros. ¡Ánimo! ¡Resucitó!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 3,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu». Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna».

Lo nacido del Espíritu, es espíritu

Escuchando la homilía de un presbítero amigo quedé profundamente impactado. Al ser una persona de la razón nos cuesta trabajo entender el misterio de la resurrección. ¿Cómo así que alguien muerto se levante y vuelva a caminar y comer como antes? ¿Estamos en alguna forma presenciando una versión buena del Zombie de las películas?

Me gustó escuchar que la resurrección no es para que se entienda, es más bien para que se experimente y se viva. Resucitar es como nacer de lo alto. Resucitar es como nacer nuevamente donde lo terrestre ha pasado y ahora reina lo celeste. Esto se hace gracias al don inmenso del Espíritu Santo. Pidamos a Dios ser cada día más participes de la resurrección del Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,1-8): Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él». Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios». 
Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?». Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu».