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A quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia

¿Cuál es la misión del cristiano? A los que nos toca evangelizar, ¿tenemos alguna situación de privilegio? Juan El Bautista nos ilumina con sus respuestas.

Los que tenemos la Fe cristiana estamos llamados a dar testimonio de Jesús con obras y acciones. No somos los protagonistas de la salvación de nadie. El centro de toda conversión y plan salvífico es Jesús y nadie más.

Juan Bautista, que tenía una buena y extraordinaria fama, lejos de aprovecharse de las ventajas que pueda proveerle su misión, mostrando verdadera humildad, dijo a todos que él era un simple servidor de una misión mucho más grande que él.

¡Ánimo! Que en este nuevo año, Dios nos de el Espíritu del Bautista. Humildad y sencillez en todo.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?

Esta es la era del espectáculo y del “ayante”. Las personas están enfocadas de las apariencias. El como se ven, como visten, estar en forma, en qué dirán y demás vanidades son los elementos dominantes en el comportamiento de los seres humanos. ¿Esto da la felicidad?

Desde siempre ha esto se le ha llamado VANIDAD. El Eclesiastés dice, vanidad de vanidades son todas cosas, haciendo referencia a que las cosas pasan en este mundo y no hay donde aferrarnos y apoyarnos. No los afectos ni el dinero pueden evitar en terminemos en la tumba, destino final de pobres y ricos, de poderosos y humildes.

Si queremos ser felices, VENDAMOS LOS BIENES. Esto quiere decir que no busquemos poder ni dinero, antes bien busquemos ser libres de todas las ataduras de este mundo. Seamos humildes y cultivemos nuestro ser interior. Encontremos a Dios donde podemos encontrarlo… en nuestro corazón.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

Sepulcros blanqueados

La gran dificultad que podemos tener aquellos que hemos nacido en la Iglesia es creernos buenos, superiores a los demás. Ha esto se le llama fariseismo. Es decir, que como cumplimos una serie de normas y leyes religiosas, es vez de ayudarnos a ser más humildes, con el cumplimiento de dichos preceptos aumentamos nuestro ego.

Jesús nos invita a desprendernos de todos estos esquemas falsos. Nos invita a la sinceridad y la humildad. Nos hace un llamado a dejarnos denunciar y acusar de la palabra todos los días para que ella pueda surtir efecto positivo en nuestro camino de conversión.

Dejemos los fariseismos e hipocresías de nuestra vida. Saquemos las actitudes soberbias y puritanas. El mundo necesita de cristianos humildes y enamorados de Dios, no porque lo merecemos, sino porque el en su inmenso amor a dado la vida en Jesucristo por los malvados y pecadores como nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás

El evangelio muestra a Jesús en algunas ocasiones con un lenguaje duro. A los escribas y fariseos les daba respuestas fuertes que señalaban sus actitudes perversas y malintencionadas. ¿También nosotros podemos caer en los mismos engaños que estos señores de los tiempos de Jesús?

En nuestro diario vivir, nos acercamos a la religión o a Dios buscando señales prodigiosas. En algunas ocasiones esperamos que Dios se manifieste con potencia o solucione nuestros problemitas: nos cambie el temperamento de nuestra pareja, nos cura algún ser querido, nos cambie el jefe o que provea mayores recursos económicos. En fin, estamos siempre pidiendo a Dios que los cambie la historia. ¿Cuál es la respuesta de nuestro Señor? La señal de Jonás.

Jonás fue alguien que anunció la conversión a Nínive, ciudad pagana de la antigüedad. Al principio huyó y fue tragado por una ballena pero al tercer día fue salvado de esta situación. Esto es imagen de la resurrección de Cristo que murió y resucitó al tercer día.

Esto quiere decir que más que cambiar la historia el Señor quiere que podamos experimentar que de la muerte el saca la vida. Ese acontecimiento que no quieres aceptar, lejos de matarte te salva. Dios de la oscuridad hace la luz, de la muestre lleva a la vida. ¡Ánimo! La señal de Cristo es que puedes vivir RESUCITADO con Él. Ciertamente puedes experimentarlo si pides hoy que se haga realidad en tu vida. Dios te ama y te resucita.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,38-42): En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti». Mas Él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón».

No he venido a llamar a justos, sino a pecadores

El problema de los fariseos no es su conducta, es su hipocresía. El que se cree bueno, no se conoce y por tanto piensa que no tiene pecados. Esto le constituye en juez de los demás y ahí está la raíz de todos los males.

¿Tienes problemas en tu familia o matrimonio? ¿Piensas que lo que te está sucediendo hoy no te lo mereces o está mal? ¿Cuando piensas en tus compañeros de trabajo o amigos siempre miras sus defectos? Si la respuesta a todas estas preguntas es positiva, revisa en tu interior y te darás cuenta que a lo mejor no tienes iluminados tus pecados.

Jesús dice que ha venido a salvar a los pecadores. Si tú no tienes pecados o no puedes señalar uno solo en este momento eso quiere decir que estás fuera de la palabra de Dios y Jesús no puede venir a salvarte. 

Reconoceré hoy pecador y descubre el inmenso amor de Dios que te salva y perdona. Esa es la buena noticia. Tus pecados son perdonados por el amor inmenso que Dios tiene a los enfermos y pecadores.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?

Jesús hablaba en parábolas. Algunos pensarán que debió de complicar su discurso y decir las cosas de una manera más llana y abierta. La realidad es que hablando de la manera en que lo hacía lograba muchos propósitos. Entre ellos, saber cuál era la intención real de quienes le escuchaban.

Todo podemos tener la actitud de Herodes o de los fariseos. Es decir, podemos oír pero hacerlo con doblez. Ser hipócritas y estar tratando de acomodar el mensaje evangélico a nuestros propios intereses. Esa no es la actitud que quiere Jesús.

Nos invita a descubrir su acción en nuestra vida. A darnos cuenta que Él es quien multiplica los panes y los peces. Esto quiere decir que con su ayuda podemos siempre tener alimento material y espiritual. En su gracia podemos ser verdaderamente felices. 

Recordemos hoy cuanto nos ama Dios. Esa es la clave de nuestra verdadera felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?».

¿Por qué esta generación pide una señal?

Estamos siempre buscando pruebas físicas de realidades espirituales. Los seres humanos de este tiempo requieren de evidencias concretas. La ciencia nos ha acostumbrado a pensar que lo que no se puede ver o tocar no es cierto. 

Hace dos mil años, a Jesús también le piden señales del cielo. El Señor no entra en esta dinámica estrecha y limitada. Invita a todos a “pasar a la otra orilla”. Debemos cambiar de “chip” como se dice modernamente. La señal de Jesús es su victoria sobre la muerte. Su señal es hacernos felices mediante la experiencia de amor de Dios en nuestra vidas. 

¿Qué señal pides hoy? Solo espera la que viene del cielo, la que viene de Dios, es el mismo Jesús que muestra el amor del Padre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 8,11-13): En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí

Jesús, en algunas ocasiones habló muy con cierta dureza a los fariseos y escribas. ¿Por qué hacía esto? Porque quería llamar la atención sobre lo que realmente importa: el cumplimiento del espíritu de la ley.

En nuestra cultura occidental es constumbre el apego a los procedimientos y normas. Nos enfocamos en procesos que a veces no toman en cuenta la dimensión humana, es decir, olvidan que las leyes y reglamentos se elaboran para servir mejor a la persona humana y a la sociedad en general.

Nuestro Señor Jesucristo siempre pone acento o atención en lo que es realmente importante. Es el espíritu de la ley, basada en el amor, lo más importante de una normativa. Por amor hacemos todo. Por amor se establecen las constumbres y se refuerzan los comportamientos. Es el amor la ley de leyes. Si amamos, cumplimos la ley entera. ¿Estás dispuesto a cumplir esta ley de amor? ¡Ánimo! Dios nos ayudará siempre.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 7,1-13): En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y vieron que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-. 
Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?». Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres’. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres». Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte’. Pero vosotros decís: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro “Korbán” -es decir: ofrenda-’, ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas».

¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?

El cumplimiento de normas externas es importante. Las leyes se han hecho para que se apliquen y cumplan. Sin embargo, ¿qué es más importante, cumplir la ley o el espíritu de la ley?. Alguien que esté leyendo este comentario podría decir que es lo mismo. Pienso que no.

 Algunas personas hacen su trabajo y cumplen con los preceptos externos de la Iglesia. Van a misa, oran en los momentos y lugar indicarle, procuran hacer cosas buenas y demás actos de piedad. 
Sin embargo, cuando se analizan sus actos, muchas veces hasta se apoyan en esas cosas para atacar, juzgar y condenar a los demás. Para creerse buenos y así presentarse ante los demás como personas perfectas mientras los demás son, según ellos, los malos.

Mis queridos hermanos, la única ley calidad y buena es la del amor. Decía un hombre santo de la antigüedad, “ama y haz lo que quieras”. El mismo apóstol Juan habló mucho del amor como “ley de leyes”. ¡Ama! Lo demás vendrá por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.

Yo soy voz del que clama en el desierto

Todos hemos tenido momentos en los que alguien nos ha hablado de Dios o de parte de Dios. Hombres o mujeres se nos han pasado al frente y sin ser casualidad han dejado huellas en nuestra vida. Son como ángeles o profetas de parte de Dios. Conviene preguntarnos, ¿los hemos acogido como tales?

Las autoridades judías en tiempo de Jesús no comprendieron lo que estaba pasando. Algunos inclusive pensaban que Juan El Bautista era el Mesías. Al final, quedaron confundidos hasta nuestros días. 

Hoy el Señor quiere que no nos pase como a los fariseos y escribas. Este día es momento propicio para que reconozcamos en nuestros Pastores, sacerdotes o catequistas, ha enviados legítimos de Dios. Amemos a nuestros profetas que el Señor ha suscitado para ser instrumentos de divinos en orden de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». 
Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.