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No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos

La clave de nuestra felicidad es poner en práctica la palabra de Dios. La gran diferencia en los cristianos es que algunos ponen hacen la voluntad de Dios y otros se resisten. Estamos llamados a ser prudentes, es decir, saber que la palabra del Señor tiene poder para defendernos de cualquier adversidad.

En la Iglesia también hay mucha hipocresía. Es decir, personas que profesan la fe con los labios que con sus acciones se pone en evidencia que están lejos del mensaje de salvación.

Pidamos a Dios que nos enseñe a ser íntegros. A qué nuestras acciones estén en perfecta armonía con lo que dicen nuestros labios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas

El Señor da de comer un alimento espiritual que sacia toda hambre y sed. Su amor se concretiza en la curación de todos los males y dolencias. Entrar en contacto con él supone un cambio radical de vida.

Acércate a Cristo. Abre tu corazón al poder sanador de su presencia. Pídele que te cure y que te de comida buena y abundante. Un pan que baja de cielo que es su cuerpo y sangre que se parte y derrama para el perdón de todos nuestros pecados. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 15,29-37): En aquel tiempo, pasando de allí, Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y Él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?». Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos». El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!

Lo más grande que puede pasar en la vida nuestra es recibir el anuncio del amor de Dios. Ser beneficiarios del anuncio del evangelio es un regalo inmenso que nuestro Padre Dios nos hace. No hay en el mundo cosa más bella y excelsa.

Hace muchos años que escuché por primera vez el Kerygma. Hace ya décadas que pude ser testigo de la acción de Dios en la vida de muchos hermanos y hermanas que permanecen todavía fieles a esos primeros amores. ¡Qué alegría saber que Dios nos ama profundamente!

Benditos aquellos que nos anunciaron el amor. Paz a aquellos que lo dieron todo para que pudiéramos conocer a Dios en plenitud. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Yo iré a curarle

Jesús cura. Sana todo tipo de dolencias. Sin embargo, el mayor milagro es cuando cambia nuestro corazón.

El Papa Francisco a dicho: “Navidad eres tú cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma”. Es decir, que para vivir el adviento y la navidad es fundamental nacer de nuevo. Es necesario transformar nuestros corazones para que desde la humildad saber abrir nuestro corazón a Dios.

El Señor nos ama profundamente. Quiero que seamos felices. Nos quiere bien. Pidamos a Dios que sane nuestro corazón y que Cristo habite dentro de nosotros. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,5-11): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

Todo pasa. En este mundo, nada dura para siempre. Si miramos a nuestro alrededor vemos que la naturaleza mantiene un ciclo vital que siempre se repite: nace, crece, se reproduce y muere. Nadie escapa a dicha realidad. ¿Cuál es la esperanza que tenemos en Cristo?

El amor de Dios nunca pasa. La misericordia del Señor es eterna. Y eso es una buena noticia para nosotros. Es la victoria sobre la muerte. Es la respuesta definitiva a nuestras ansias de eternidad. Dios nunca nos dejará en la muerte. Nos ofrece vida eterna, ¿quieres tenerla? ¡Vive en Dios y lo podrás experimentar desde hoy! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación

¡Ánimo! Vivamos alegres porque ya viene el Señor a salvarnos de todas dolencias y sufrimiento sin sentido. Esa es la promesa que cumple Cristo hoy. Es lo que nos ofrece en cada momento. Dios nos ama y quiere nuestra felicidad. ¿La quieres?

Deja tu apego a los bienes materiales. Abandonemos nuestras prácticas de pecado. Estemos en comunión de amor con todos y con todo. Ese es el camino de la vida eterna que nos ofrece nuestro Padre Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

Yo os daré una elocuencia y una sabiduría

El Espíritu Santo asiste a todos los que se enfrentan con adversarios que quiere apartar a las personas del amor de Dios. Es el defensor por excelencia que defiende el proyecto de salvación con cada uno de nosotros.

La clave es apoyarse el el Señor. ¡No tengamos miedo! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida

Todo pasa. La vida es precaria. Un día todo acabará. El mundo es finito. Lo material nace, crece y muere. ¿Quién nos podrá salvar de la caducidad de la vida?

En Jesús la muerte ha sido vencida. En Cristo podemos encontrar una eternidad de amor y misericordia. El Señor nos ha abierto el cielo para que podamos experimentar la vida eterna desde aquí. Esa es la buena noticia que se nos ofrece a través del cristianismo.

Vivamos el tiempo de adviento con alegría y esperanza. Cantemos el salmo que dice “viene el Señor vestido de majestad”. Reconozcamos hoy que la vida innmortal solo se encuentra en Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos

La mayor de nuestras ofrendas al Señor es todo nuestro ser. El Señor ha dicho que para seguirle debemos renunciar a nuestra vida y tomar nuestra cruz. Seguirle implica un compromiso de la vida entera.

La viuda es imagen de aquel que frente a Dios no se reserva nada. El amor al Señor es tan grande que todos los días en la mañana dice “aquí estoy mi Dios para hacer tu voluntad”. Recorre el camino de la felicidad que implica ajustar totalmente su vida a Jesús.

Seamos felices. Entreguemos todo a Dios. Él nos devolverá el ciento por uno y la visa eterna. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Jesús subió a Jerusalén como signo de recorrido espiritual que concluye realzando la voluntad de Dios. La misión de Jesús es salvar al mundo entero. Por eso, se encarnó, murió y resucitó para con su resurrección llevarnos a todos a la vida eterna. Eso se realiza mediante la pasión, la subida a Jerusalén a morir por todos. La salvación pasa por la cruz.

El mundo necesita de Dios. Hoy más que nunca estamos necesitados del mensaje de salvación. La vida necesita tener el sentido que solo Dios puede dar. Esa es la buena noticia que anuncia el Señor en Jesucristo.

Hoy ha llegado la salvación a nuestra vida. Necesitamos del auxilio de Cristo para entrar Embaja Jerusalén sin miedo y seguros que Dios nunca nos deja en la muerte. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».