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No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado

Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. No podemos llenarlo de lujurias, soberbias, murmuraciones y odios. Esa es la llamada que nos hace el Señor.

Todos somos creados a imagen y semejanA de Dios. Somos un diseño único y hermoso del creador. Nuestro Señor siempre nos destina para que seamos felices. ¿Por qué muchas veces no lo somos? Porque llenamos nuestro espíritu de mundanidad.

Hoy es la oportunidad de ordenar nuestra vida. De hacer un compromiso de pureza y humildad del Señor. No manchemos nuestro templo, porque es el templo de Dios. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 2,13-22): Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.

Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Éste acoge a los pecadores y come con ellos

Jesús vino a salvar lo que estaba perdido. Vino al mundo a perdonar a los pecadores. ¿Cómo dices que no tienes pecado?

El mayor de los desafíos a la hora de llevar a las personas a Dios es que se reconozcan pecadores. La mayoría de las personas tienen un alto valor de si mismos. Todos se creen muy buenos. No tienen conciencia de sus pecados y debilidades.

El problema con esta realidad es que nunca conoceremos el amor de Dios si no nos conocemos a nosotros mismos. La verdad es que somos grandes pecadores. ¿Le puedes poner nombre a tus debilidades y maldades? Si es así, entonces eres consciente de quien eres. Estás en el inicio de una verdadera conversión.

¡Alégrate! Cristo viene a salvar a los pecadores. El Señor te muestra el maravilloso amor de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 15,1-10): En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos».

Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

Podríamos decir: “¡más claro! Ni el agua”. Jesús puso a sus seguidores condiciones muy claras. Si quieres ser cristiano, debes renunciar a todos sus bienes. Nada ni nadie puede estar por encima de Dios y su voluntad. ¿Estás dispuesto a renunciar a todos tus bienes?

El tema es que nunca hemos pensado seriamente en esto. Vivimos un cristianismo “a la medida” de nuestra razón. Pensamos que suena muy bien el evangelio pero que tampoco debemos exagerar. Adaptamos el mensaje de radicalidad evangélica a nuestra mentalidad chata y gris. Somos unos cristianos mediocres.

Hermanos y hermanas. No tenemos otra opción que renuncia a nuestros bienes afectivos, materiales y sociales. Ese es el camino de Cristo, ¿estás dispuesto a seguirlo? ¡Demuéstralo con hechos!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 14,25-33): En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

»Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Luchad por entrar por la puerta estrecha

¿Cuál es la puerta estrecha? La cruz. Y, ¿qué significa la Cruz? Todo aquello que quisieras cambiar en tu vida y nos hace sufrir. ¿Por qué debemos entrar por ella? Porque eso implica aceptar la historia y descubrir que ha sido todo una bendición.

La puerta estrecha nos hace humildes porque para entrar por ella tenemos que hacernos pequeños y dejar toda soberbia. Es reconocer que no somos dioses, que solo hay un solo Dios y que Él lo ha hecho todo bien. Todo aquel que acepte enfermedad, vejez, perdona que te humilla o cualquier otra cosas que te hace sufrir aprende que la historia es lo que es y nos toca descubrir la presencia del amor de Dios en nuestra vida.

¡No estes triste! ¡Se feliz! Dios te invita a entra por una puerta estrecha que conduce a la vida. ¡Nunca lo olvides! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,22-30): En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

¿A qué compararé el Reino de Dios?

El reino de Dios es semejante a un grupo de personas, que no conocen entre sí, que hacen Jonás catequesis en una parroquia e inician un proceso de renovación de las promesas bautismales. Ellos son unos grandes pecadores, llenos de egoísmos, soberbias y lujurias.

Al principio de pelean y manifiestan sus debilidades, pero poco a poco, por la gracia a Dios, van descubriendo quiénes son y experimentando el perdón y el amor de Dios. Sin darse cuenta y sin esfuerzos humanos, se van amando, perdonando y queriendo. Siguen siendo precarios en lo espiritual, pero algo ya es diferente: aprendieron a apoyarse en el Señor.

Al transcurrir los años se casan entre ellos porque quieren hacer la voluntad de Dios. Algunos renuncian al matrimonio para ser misioneros donde el Señor les indique. Los matrimonios se abren a la vida y están dispuesto a partir también en misión. Las chicas se mantienen en castidad. Poco a poco empiezan a ser sal, luz y fermento d ella tierra en sus trabajos. Al final terminan amándose en una nueva dimensión, la dimensión de la Cruz y tienen una comunión que viene del cielo. Ésto mis hermanos es el Reino de Dios aquí es la tierra: una comunidad cristiana. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

Le impuso las manos y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios

Jesús curaba como signo externo del amor de Dios. Todos necesitamos sentir o experimentar el amor de Dios. Esto es curativo. Amar y ser amado cura toda dolencia, malestar o enfermedad.

Con el signo de la imposición de manos, de hace descender el Espíritu Santo sobre aquel que necesita sentir la presencia amorosa de nuestro Dios Padre. Eso está por encima de toda ley o precepto. No tiene nada que ver con nuestros esfuerzos o pretensiones. Dios ama gratuitamente y da a cada quien según le parece.

¡Ánimo! Vivamos del amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 13,10-17): En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

Dios muestra su presencia de diversas maneras. Muchas veces en las cosas más sencillas está la presencia divina. En el saludo de un amigo, en la corrección de un padre o en la enfermedad de un ser querido. En los momentos de alegría y tristeza, también se encuentra nuestro Señor. ¿Quién puede descubrir éstas presencias?

Aquel que tiene rectitud de intención y quiere, verdaderamente, conocer a Dios, seguro podrá descubrirle siempre presente en su vida. La gracia divina se revela en el corazón de alguien que tiene la suficiente apertura como para acogerle en su corazón.

¡Dios nos ama! Aprende a descubrir este amor en tu vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,54-59): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

Tengo que pasar por un bautismo

¿Quieres seguir a Jesús? De verdad, ¿estás dispuesto a obedecer a Dios haciendo siempre su voluntad? Pues el Señor te revela en qué consiste ese seguimiento: bautismo de fuego.

Los cristianos hemos sido elegidos para dar la vida por los demás. Para mostrar la naturaleza misma de Dios, que ama al enemigo, al pecador. Esa es la clave y el centro de todo seguimiento a nuestro Señor Jesús.

¿Vas a amar al enemigo hoy? Tranquilo, no podemos en nuestras fuerzas. Él nos ayudará con su gracia. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,49-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre

El mandado de velar y orar no implica quedarse mirando al cielo como unos locos alienados. Todo lo contrario. Consiste en la preparación activa a la venida de Jesús, que en cualquier momento puede visitarnos con algún acontecimiento o incluso… con la muerte física.

Los llamados a ser verdaderos hijos de Dios se nos ha concedido los medios para realizar ese proyecto en nosotros. Entonces, ¿Por qué muchas veces no nos comportamos de acuerdo a ese llamado? Porque en nuestra libertad elegimos no hacerlo. Contemplamos nuestra debilidad y tiramos la toalla. ¡No nos dejemos engañar! Dios ha puesto los medios para nuestra santificación.

Velar y orar es una de las actitudes fundamentales del cristiano. Tengamos nuestro espíritu preparado para que Dios habite en el. Ánimo

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas

El mundo necesita de personas “vigilantes”. ¿Qué significa eso? Pues que individuos que vivan conscientes de que un día vendrá la muerte y que todo pasará. Los seres humanos que asuman la vida tal como es, tendrán la oportunidad de vivir de una forma más plena.

En nuestra vida nos pasamos afanados por acumular y construir prestigio o fama. Somos capaces de arriesgar todo con tal de obtener aquello que pensmaos es clave en nuestra felicidad. La gran paradoja es que todo eso es como arena. Es como un viento qué pasa. No hay en este mundo nada estable o eterno. ¿Donde podemos encontrar felicidad definitiva? En Dios.

Estemos vigilantes. No sabemos el día ni la hora. Dios vendrá y nos llevará con él. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».