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Para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos

¿Cómo se sabe si el amor de Dios habita en nosotros? Si amamos como Dios no ha amado. El Señor quiere habitar en nuestros corazones con la fuerza de su Espíritu Santo que nos da la gracia de amar como Jesús.

En el mundo solo hay rencillas, peleas, individualismos, búsqueda desenfrenada de fama y dinero. Con Dios las cosas son diferentes. El Señor no ha revelado el verdadero camino de la vida eterna. Es el camino del amor en la dimensión de la Cruz. Un amor que da la vida por los demás, incluyendo a nuestros enemigos.

Pidamos al Señor que nos regale su Espíritu Santo. Pidamos a nuestro Señor que nos dé su naturaleza divina para que podamos perdonar a todos los que nos han ofendido. Tengamos la seguridad que Él nos ama y nos dará su don más precioso. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 17,20-26): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado

¡Tenemos quien nos cuide! Dios mismo vela por nosotros. El Señor nos defiende de los peligros que enfrentamos día a día en el mundo, ¿de qué nos libra nuestro Salvador?

En el mundo enfrentamos amenazas y peligros para nuestra alma. Somos invitados de muchas maneras a pecar y separarnos de la voluntad de Dios. Estamos sometidos a la prueba. Se nos presentan muchas tentaciones que nos invitan a hacernos ídolos materiales y afectivos. ¿Quién nos libra de todo mal?

La buena noticia es que nuestro Señor Jesucristo no nos ha dejado solos. Nos envía un Espíritu Paráclito que nos defiende de las acechanzas del demonio. Un Espíritu que purifica nuestro corazón y nos hace amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas. ¡Pidamos que este abogado nuestro habite por siempre en lo profundo de nuestro ser! ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.

»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».

Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo

Dios nos quiere dar vida eterna. ¿Cómo podemos tenerla? Si tenemos Fe, si creemos verdaderamente que Dios ha sido glorificado en Jesucristo. Esa es la clave, creer que Jesús ha muerto y resucitado para que también nosotros podamos morir al pecado y vivir para Dios. En esta experiencia pascual queda glorificado Dios Padre.

¿Por qué a veces no tenemos vida eterna? Porque no glorificamos a Dios con nuestras acciones. Cuando alguien nos trata mal buscamos venganza, cuando tenemos algún bien nos hacemos un ídolo de él y cuando alguien nos quiere aquí en la tierra nos olvidamos del verdadero amor que viene de Dios.

Renunciemos a nuestras malas acciones. Vivamos para Dios. Dejemos que el amor del Señor manifestado en Jesucristo penetre toda nuestra vida. Solo así podremos experimentar desde ya la vida eterna que se nos ofrece. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

¡Ánimo! yo he vencido al mundo

Nunca te sientas solo y sin protección. Dios está pendiente de nosotros y nos defiende del mal. Envía al Espíritu Santo para que nos defienda del maligno y de sentido a nuestra vida, ¿tú te lo crees?

A pesar de lo bueno que nos ofrece Dios, en muchas ocasiones preferimos otras cosas. En el fondo no queremos cambiar y nos sentimos cómodos en nuestros apegos y egoísmos. Pensamos que la felicidad es estar “light” sin muchas preocupaciones haciendo lo que pensamos está bien. De tal menta que estamos como dispersados en nuestras preocupaciones materiales.

Lo que nos ofrece Dios es mucho mejor. De hecho, es el verdadero camino que conduce a la vida. Solo en Dios podemos seguir una vía segura a la felicidad plena. Él nos defiende cada día de los peligros del alma y nos conduce hacia aguas tranquilas donde se puede beber de una fuente que brota para la vida eterna. ¡Vamos a beber en ese manantial de vida que es Dios! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,29-33): En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».

Vuestra alegría nadie os la podrá quitar

¡Vivid alegres! ¡El Señor está cerca!. Este es el anuncio que hace la Iglesia a toda la humanidad. Los cristianos somos aquellos que damos testimonio de que Dios es aquel que convierte la oscuridad en luz, la tristeza en alegría y la muerte en vida. La experiencia pascual es fuente de alegría plena.

Lamentablemente, vivimos en el mundo en combate espiritual. Todos los días, si nos dejamos engañar, se nos presentan acontecimientos que nos hacen dudar o nos meten en la tristeza. Siempre hay algo inesperado que nos saca de la paz o tranquilidad. La clave no está en cambiar las vidas y pretender una felicidad utópica sin sufrimientos. Las cruces de cada día o momentos de adversidad son parte de la vida. No los rechaces. Acéptalos y vívelos como pruebas que te hacen crecer en la fe.

¡Vivíamos alegres! ¡Cristo ha resucitado! Ya la muerte no tiene más poder sobre nosotros. Jesús nos enseña a subirnos a la cruz y desde ella vivir una vida de amor y comunión perfecta con nuestro Dios. Así sea.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».

Vuestra tristeza se convertirá en gozo

Todos nosotros hemos perdido algún ser querido o cercano. Nos ha tocado despedir algún familiar en su lecho de muerte. ¡Que tristeza tan grande ver morir a alguien que amas!

Es normal que lloremos al que muere. Somos seres afectivos que nos da nostalgia la separación física. ¡Hasta Jesús lloró a su amigo Lázaro! Sin embargo, la buena noticia es que dicha partida no es una separación definitiva. ¡Existe el cielo! Y nuestro Señor Jesús resucitado ha vencido la muerte y nos abre de par en par las puertas de nuestra morada celeste.

Como un amigo querido se despedía Jesús de sus discípulos en la última cena. Les anunciaba lo que iba a pasar. Les decía que no estuvieran tristes porque lo volverían a ver. Esa es la esperanza y nuestra alegría. Dios es un dios de vivos no de muertos. Quiere que estemos alegres y que vivamos hoy la esperanza de un futuro mejor. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,16-20): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».

Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa

El cristianismo se presentaba en la Iglesia primitiva como un camino. Es decir, los cristianos emprendían una vía que les conducía a Dios. Este camino es Jesús que les llevaba a conocer al Dios Padre que nos ama y nos ha elegido para una misión importante. El salmo 16 dice “me enseñarás el camino de la vida”. ¿Cómo podemos seguir ese camino? Si andamos con la fuerza del Espíritu.

Existen otros caminos que no son buenos. Ellos nos conducen a la tristeza, al agobio y la desesperación. Nos llevan a pelear con nuestro prójimo, a guardar rencor, a apegarnos de las cosas materiales. El camino que conduce a la vida nos lleva a una liberación total sobre la base del amor de Dios.

El Espíritu Santo nos manifestará el amor de Dios todos los días. Nos dará luz para entender que Dios todo lo ha hecho bien en nuestra vida. Necesitamos recorrer este camino ayudados por el Espíritu de la verdad. Verdad que consiste en el amor gratuito del Señor. ¡Nunca dudes del amor de Dios! ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».

Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito

En la antigüedad se tenía una preocupación especial por los huérfanos y las viudas. Llegar a ser huérfano o viuda era signo de quedar sin protección alguna, desamparados en la vida. Es por eso que en el pueblo de Israel y hasta en la práctica de la comunidad cristiana primitiva se les ayudaba de manera muy especial.

También nosotros, en algunas ocasiones, nos sentimos como huérfanos. No en el sentido literal de la palabra. Nos sentimos que frente a las situaciones diarias de luchas y combates no tenemos una ayuda interior adecuada. Nos sentimos desprotegidos contra la adversidad. Nadie nos puede proteger del sufrimiento.

Jesucristo no nos deja huérfanos. Nos envía, si lo deseamos, un paráclito o defensor que nos ayuda día a día. Es el Espíritu Santo que viene a nuestro corazón y da sentido a toda nuestra existencia. Este Espíritu de la verdad testifica a nuestro espíritu que el juicio de Dios contra nosotros ha sido la misericordia, el perdón y el amor. ¡Nunca dudemos del amor de Dios! El Señor nos ama ciertamente. ¡Ánimo!

Leer:
Texto del Evangelio (Jn 16,5-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado».

Él dará testimonio de mí

Los expertos en comunicación social han declarado que estamos en la era del FakeNews o noticias falsas. Los WhatsApp, las redes sociales, las páginas de Internet y los demás medios muchas veces difunden noticias, artículos y datos que distorsionan la realidad, difaman a inocentes y confunden a la población. ¿Cómo podremos encontrar la verdad entre tantas mentiras? A través del testimonio.

Los testigos son aquellas personas que con sus palabras y acciones comprueban que algo es verdad, cierto, real. Hablan porque han visto y oído. Se supone, a menos que den “falso testimonio”, hablan de algo porque los han visto y oído. ¿Quienes son los que hoy dan resto mío de la verdad? Los cristianos.

La verdad mas grande de todas las verdades es que Dios nos ama. Su amor es tan grande que da sentido a toda nuestra existencia. Es una verdad que ilumina nuestras tribulaciones y las convierte en momentos de gracias. ¡Oh maravillosa verdad la del amor de Dios manifestado en su hijo Jesucristo!

¿Qué necesita el mundo inmerso en el fakenews? Verdaderos testigos de la verdad. ¿Cómo podemos dar testimonio de la verdad? Si abrimos nuestro corazón a la influencia del Espíritu Santo que testifica a nuestro espíritu que todo lo que hemos recibido de Dios es cierto, es verdadero, es vida eterna. Digamos si al Señor y podemos ser liberados por la Verdad de Cristo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando

¡Es una gran bendición tener un amigo! Los libros sapienciales hablan del valor de la amistad y de la importancia de tener alguien a quien uno pueda amar y confiar. Se dice en la Palabra de Dios que “el amigo fiel no tiene precio” Eclo 6,15. Pero claro, la relación de amistad humana es un simple reflejo de la más grande amistad que podemos establecer: ser amigos de Dios.

Nuestro Dios, en Jesucristo, ha querido estar cerca de nosotros. Ya no es un Dios lejano, aprendido en la escuela o en la casa, que vive en el cielo y está ajeno a nuestros problemas. No, no es así en el cristianismo. Nuestro Dios se manifiesta en la historia, se hace presente amorosamente en nuestra vida, con él podemos dialogar todos los días a través de la oración.

Seamos amigos de Dios. ¿Cómo puede ser esto? Amándonos como Él nos ama. Perdonando todos los días a los que nos ofenden y amando a todos como a nosotros mismos. Hermanos, quien ama es un verdadero amigo de Dios. ¿Estás dispuesto? ¡Pues adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».