Archivo de la categoría: Evangelización Digital

¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?

¡Por favor! No podemos reducir el cristianismo a una serie de normas morales que debemos cumplir. El cristianismo es otra cosa. Es la experiencia de un Dios que nos ama y se manifiesta en nuestros corazones a través del Espíritu Santo.

En todas las generaciones hay fariseos y escribas. Personas que convierten la religión en un instrumento de beneficio personal. Instrumentalizamos la palabra de Dios para someter a los demás a proyectos e iniciativas que no tienen nada que ver con la voluntad de Dios.

La buena noticia que hoy podemos renovar es que Dios es misericordia y que la gran ley divina es el amor. ¡Ama y haz lo que quieras!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Ven y lo verás

Dios nos conoce profundamente. Nos ha elegido desde antes de nacer. Nos tiene destinado un futuro maravilloso. Nos ha elegido para ser felices.

El problema es que muchas veces no creemos eso. Observamos la historia y nos parece que no va bien. Nuestra razón nos dice que no puede haber amor de Dios sin que las cosas nos salgan exactamente como queremos. Eso es un tremendo error.

El Señor nos invita a tener una mirada de Fe. Nuestro Jesús nos muestra su amor al reconocernos como sus hijos. Nos invita seguirle para que podamos gustar su misericordia. Nunca dudes de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Los últimos serán primeros y los primeros, últimos

La misericordia de Dios es infinita. Nuestro Señor nos ama sin límites. Es tan grande su amor hacia a nosotros que no podemos entenderlo. Muchas veces nos parece que escapa a los parámetros de la normalidad.

En las escrituras se habla de una viña. En ella trabajan los obreros. A éstos obreros se les paga un denario. La Vila es el mundo, los trabajadores somos nosotros y el denario es Cristo. La verdad que en este caso Dios nos paga nuestro “trabajo” de igual manera a todos. Nos entrega a su único hijo Jesucristo a todos por IGUAL, para que experimentemos su amor.

¡Ánimo! Nos alegramos en el porque Dios a tenido misericordia de nosotros aún cuando en realidad no hemos trabajado nada. Nada podemos aportar a la inmensa gracia del amor de Dios. Lo que nos corresponde es abrir nuestro corazón al Señor y poner en práctica su palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a los discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día parados?’. Dícenle: ‘Es que nadie nos ha contratado’. Díceles: ‘Id también vosotros a la viña’.

»Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros’. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor’. Pero él contestó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Para Dios nada hay imposible

¿Qué una Virgen de a luz? ¿Qué una joven del pueblo judío se convierta en la reina del universo? Eso es nada para Dios porque para Él nada es imposible.

A casa de María es enviado un ángel. A nuestra vida mucho ángeles son enviados diariamente. A María se le dice que en ella nacerá el hijo de Dios. A nosotros se nos anuncia que seremos hijos de Dios por el bautismo. María siente que eso que se va a realizar en ella le supera. También nosotros sentimos muchas veces la profunda incapacidad que tenemos de hacer su voluntad.

María es imagen de todo cristiano. Estamos llamados a acoger con alegria, humildad y obediencia el anuncio del ángel que hoy nos dice que para Dios ¡nada es imposible!

Leer:

Lc 1,26-38: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo.

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

-«No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel:

-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó:

-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó:

-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible

Ciertamente es imposible para nosotros vencer al pecado. Si somos sinceros con nosotros mismos y conocemos profundamente nuestra debilidad, nos damos cuenta de nuestra profunda fragilidad. Muchas veces nos sentimos que es imposible que cambiemos. ¿Qué hacer?

El Señor nos conoce. Sabe muy bien lo que sufrimos por nuestros pecados. Es por eso que nos ofrece su apoyo y amor. Lo que a nosotros nos supera, Él lo convierte en algo posible. Con su gracia nos basta.

¡Ánimo! En este momento sólo tenemos que esperar en el Señor. Apoyarnos en Él. Tener la seguridad que nuestro Dios puede darnos la vida a pesar de nuestras debilidades.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».

Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».

¿Qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?

Estamos apegados a tantos bienes. Buscamos seguridad en el dinero, los afectos, el trabajo, la buena reputación y una cantidad grande de realidades buenas pero que nosotros, por nuestros pecados, hacemos uso desordenado de ellas.

Un joven pregunta qué tiene que hacer para tener vida eterna. Es decir, pregunta sobre la felicidad que solo puede dar Dios. La respuesta en clara y contundente. Se le invita a tener una relación con Dios en la libertad. Se le dice que no basta con cumplir externamente con una serie de ritos o devociones. Hace falta tener radicalidad evangélica. Se nos invita al amor a Dios con todo el corazón, la mente y las fuerzas. Es la misma invitación que nosotros tenemos.

¡Ánimo! Respondamos que si a Dios. Digámosles que si a la vida eterna que se le ofrece a todos aquellos que están dispuestos a renunciar a todos sus bienes para tener el gran buen!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?». Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» —le dice él—. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo». Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?». Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Quien pueda entender, que entienda

Jesús siempre hablaba en parábolas. Con esta forma de comunicarse buscaba hacerse entender mejor por los más pequeños y aquellos que de verdad querían escuchar. Por otro lado, de la misma forma, lograba que entendiera el que quería hacerlo y el que no, quedara en evidencia.

Sus enseñanzas entorno al matrimonio fueron radicales y en comunión perfecta con la revelación hasta ese momento. Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre quiere decir que si Dios unió a un hombre y una mujer, ¿Por qué tenemos que estar en contra de la voluntad de Dios?

El mundo necesita hacer suya la palabra de Jesús. Si cumpliéramos su palabra estaríamos construyendo familias simentadas en los mejores principios de unidad y amor. Pidamos a Dios que nos conceda permanecer unidos a los que Dios nos ha dado, sabiendo que su voluntad se cumple en nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 19,3-12): En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?». Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre».

Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?». Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio».

Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse». Pero Él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda».

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno

La naturaleza de Dios se ha manifestado de manera admirable en la tierra. No solo a través de la creación, sino también a través de la encarnación de su hijo. Esta maravillosa y única realidad de la historia de la creación, se realizó mediante una frágil mujer, la Virgen María.

Ella, María madre de Dios, es imagen de todos los cristianos que debemos albergar en nuestros corazones a Jesús y así ser liberados de la corrupción del pecado.

Ciertamente no somos inmaculados como María, pero ella en su pureza nos purifica de las manchas del pecado. Tenemos en la Virgen María la gracia de hacer realidad las maravillas de Dios que nos ama y salva de todos nuestros pecados.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos

¿Qué significa hacerse pequeño? Es una de las llamadas más importantes de Jesús. Él nos dio su ejemplo para poder en práctica esa palabra.

Jesucristo, siendo Dios, no retuvo ávidamente su dignidad, sino que renunciando a su condición divina se hizo “pequeño”… se humilló así mismo. Es el camino que nos muestra Jesús. Es el camino que conduce a la cruz.

Los pequeños confían plenamente en su Dios padre. Reconocen que Él lo ha hecho todo bien. Nunca dudan de su amor. Al ser pequeños no tiene más pretensiones que ser como su padre. Imitarle en todo. Ser pequeño implica reconocer que Dios es amor. Ser pequeño es estar siempre dispuestos a evangelizar.

¡Ánimo! Pidamos a Dios que nos haga pequeños, humildes y evangelizadores valientes que puedan anunciar la buena noticia siempre apoyados en Él.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 18,1-5.10.12-14): En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará

En Jesús podemos encontrar el sentido pleno y profundo de nuestra Cruz. La cruz es símbolo de todo aquello que nos hace sufrir, que quisiéramos quitar de nuestra vida o cambiar. Este sufrimiento es distinto al que produce el pecado.

El sufrimiento de la Cruz es uno que se nos impone en la historia. Muchas veces es permitido por Dios para nuestro bien, en orden a nuestra santificación.

Cuando Jesucristo muere en la cruz nos muestra el verdadero camino del cristiano. Todos estamos llamados a imitarle. Esto quiere decir, a acortar las cruces de cada día y ver en ellas la oportunidad de santificarnos. ¡Aceptemos nuestras cruces! Son gloriosas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 17,22-27): En aquel tiempo, yendo un día juntos por Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho.

Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban el didracma y le dijeron: «¿No paga vuestro Maestro el didracma?». Dice él: «Sí». Y cuando llegó a casa, se anticipó Jesús a decirle: «¿Qué te parece, Simón?; los reyes de la tierra, ¿de quién cobran tasas o tributo, de sus hijos o de los extraños?». Al contestar él: «De los extraños», Jesús le dijo: «Por tanto, libres están los hijos. Sin embargo, para que no les sirvamos de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que salga, cógelo, ábrele la boca y encontrarás un estárter. Tómalo y dáselo por mí y por ti».