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Maestro, queremos ver una señal hecha por ti

Una de las grandes obras que Dios ha hecho es la creación. La naturaleza es tan ordenada y maravillosa que ha inspirado a miles de filósofos e idealistas por generaciones. En ella está la presencia de Dios. Solo con observar el universo bastaría para creer que Dios existe. ¿Por qué se pide señales para confirmar lo evidente?

Lo que vemos y observamos es lo que Dios puede hacer. Lo que pide el ser humano es una señal profunda del amor de Dios. La generación de Jesús no niega la existencia de Dios, lo que no son capaces de aceptar es que el amor se ha hecho carne en Jesucristo.

La palabra de Dios nos invita a reconocer en el Señor al salvador y al amor de Dios. La señal es esa. Dios nos ha amado tanto que ha entregado a su único hijo por amor a todos nosotros. Reconozcamos su amor y su perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 12,38-42): En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti». Mas Él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón».

Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados

En muchos momentos estamos en baja. Esto quiere decir que nuestro estado de ánimo se muestra apático y depresivo. Nos parece que las cosas de la vida no nos llenan o que hay cosas que no funcionan como quisiéramos. En palabras evangélica nos sentimos “cansados y agobiados”.

Jesús nos dice que él entiende muy bien nuestros problemas. Recuerda que Él vivió en nuestra tierra y pasó todas las cosas que un ser humano puede pasar hasta la muerte en la cruz. 

Nuestro Señor te entiende muy bien y quiere ayudarte. El quiere que sepas que te ofrece descanso y paz. Su amor es más grande que todo en esta tierra.  Y puedes sentirte amado o amada en Él.
Abre tu corazón al amor de Dios y siente su paz y descanso.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

El día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti

Nos parece extraño que Jesús se ponga a “maldecir” ciudades. Estamos tan acostumbrados a la imagen de un Dios bondadoso y lleno de misericordia que no podemos imaginar a Jesucristo “quillao” por algo que hagan los seres humanos. Debemos entender Espíriru de estas palabras.

Al Señor le interesa nuestra conversión. El quiere que ni uno de nosotros se pierda. Quiere salvarnos a todos y todas. Es por eso que se pone a “gritarnos” que nos convirtamos.

Los milagros, por ejemplo, tienen esa misión específica: llamarnos a conversión. La idea no es solo esolvernos temas específicos de salud. Él quiere que al ser testigos de su amor, cambiemos de vida y seamos felices.

¡Ánimo! Hoy es el día en que podemos convertirnos. No seamos como Sodoma y Gomorra. Mucho se nos ha dado. No dudemos de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,20-24): En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti».

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará

Las exigencias evangélicas parecen exageradas. La persona promedio diría que lo que pide Jesús es imposible de cumplir. En un mundo donde se promueve el disfrute personal y el éxito material las palabras del Señor nos suenan medievales, arcaicas y carentes de vigencia. ¿Cuál es el sentido hoy del mensaje de Jesús?

Muchos de nosotros hemos tenido una experiencia de amor un tanto desordenada. Hemos querido hacer un proyecto de felicidad basado en cosas pasajeras y perennes. Les pongo un ejemplo. Una joven se casa con la ilusión de que lo ha hecho con el hombre perfecto. Luego descubre que no lo es y empiezan los problemas. Ella construyó un proyecto de vida con alguien que no conocía bien y que no puede darle el amor como ella quiere. En otras palabras, le pidió la vida a algo que no se la puede dar.

El amor de Dios es mas grande y estable que cualquier otra forma de amar. No hay nadie ni nada en el mundo que supere al creador de todo lo que existe. Por tanto, lo correcto sería, ajustar nuestra vida a las indicaciones y mandatos del amor de Dios que está por encima de todo.

La propuesta evangélica de Jesús es poner en orden nuestra vida. Todo ser humano que quiere ser plenamente feliz debería asumir el proyecto divino. Buscar la vida en la voluntad de Dios es el camino de nuestra felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,34–11,1): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. 
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».
Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Gratis lo recibisteis; dadlo gratis

Hay tantos profetas y predicadores en este tiempo que parece que en cada esquina podemos encontrarlos. Cualquier persona que lleve biblia, corán o Torah entiende que puede autoproclamarse representante de Dios aquí en la tierra. También hay algunos “neoprofetas” que intentan profetizar desde una óptica secular y con sus palabras seducen a miles de personas con una doctrina espiritual sin Dios. ¿Cómo se sabe si alguien viene de parte de Dios a tu vida?

Si un hombre y una mujer te entrega gratuitamente la buena noticia y va si por la vida sin buscar intereses personales ni su auto realización entonces estamos, quizás, en la presencia de un verdadero enviado de Dios.

Recuerden que es Dios quiene elige y para confirmar su envío hace que a estos apóstoles suyos les acompañen señales y prodigios.

Acojamos con alegría a los enviados de Dios en este día. Ellos hacen presente al Señor en nuestra vida. Nunca dejemos que pasen de largo sin que se detengan en nuestra casa y podamos recibir su paz.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca

La elección de Dios es un misterio. Dios escoge a aquien quiere, cuando quiere y como quiere. Intentar razonar esta realidad es una perdida de tiempo.

Debemos hacer conciencia, aquellos que nos sentimos elegidos por Dios, que nuestro proyecto de vida depende totalmente de la elección divina. Nuestra vida profesional, familiar y afectiva está en función de lo que Dios quiere con nosotros.

Hemos sido elegidos para una misión muy concreta: anunciar y hacer presente el Reino de Dios. Es cierto que este envío a proclamar la buena noticia puede concretarse de diversas maneras. Ha llegado el momento en que descubras de que manera Dios quiere que seas portador de su mensaje.

Eres discípulo de Cristo y como tal tienes la importante encomienda de predicar en tus ambientes las maravillas que Dios ha hecho. ¡Ánimo! ¡El está contigo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Con sólo tocar su manto, me salvaré

Los seres humanos, desde muy temprana edad, aprende del mundo que les rodea a través de los sentidos. Ver, oler y tocar son algunos de los sentidos que más se emplean para adquirir los conocimientos que necesitan para sobrevivir. Tocar es uno de los más importantes.

Jesús, hijo único de Dios, pasó por este munudo haciendo mucho bien. Siempre se daba su “baño de pueblo”. Acostumbraba a estar rodeado de gente durante todo el día sin descuidar la soledad con su Padre Dios.

Las personas al tocarle sentían su fuerza sanadora. Su sola presencia hacia que los demonios huyeran. ¿Has estado en la presencia del Señor?

Hoy en un buen día para que pidas a Dios el Don de estar en su presencia. Tocarle a través de los sacramentos, los profetas de tu vida, la oración y sobre todo en el amor de los hermanos y hermanas. 

¡Ánimo! Hoy puedes tocar y sanar a Jesús a través de esta palabra.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento. 
Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados

El milagro físico siempre ha causado especial atención para todos nosotros. Nos sorprende ver como algo rompe las leyes física. El que no podía ver, recobra la vista y el enfermo recupera sin una explicación lógica. Estos hechos prodigiosos han impresionado a todas las generaciones.

Sin embargo, existe un hecho mucho más importante que ese. ¿Qué es más importante? ¿Qué podamos caminar o que tengamos felicidad plena y aceptación total de nuestra vida? No nos perdamos. Es una bendición tener salud pero ese solo hecho no nos hace felices.

Abramos nuestro corazón al perdón que nos ofrece Dios en Jesús. ¡Vive el día de hoy con alegría! Tus pecados han sido perdonados.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?

Jesús hizo acompañar el anuncio del Reino de los Cielos con señales y prodigios. Cuando llegaba a un pueblo o aldea sanaba a los enfermos y expulsaba demonios. Su acción salvífica se manifestaba de manera extraordinaria.

Mas sin embargo, a pesar de estas obras extraordinarias, había siempre personas que le rechazaban. Parece mentira pero al hijo encarnado de Dios mismo le renegaron e inclusive muchos no aceptaron su mensaje se salvación.

Cuando los demonios dicen “¿qué tenemos que ver contigo?” se hacen eco de una actitud que pueden tener también los seres humanos. Hoy puedes rechazar a Jesús. Hoy puedes renegar de su mensaje y hacer con tu vida lo que te da la gana. Puedes llevar tu vida como la de un puerco que come basura y se revuelca en el lodo de sus pecados.

¡Ánimo! Jesús vino a salvar. Él quiere liberarte y hacerte feliz. Acepta hoy su mensaje y vive según el amor que Él te tiene.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?

Tener miedos y temores es algo muy humano. Desde que salimos del vientre de nuestra madre nos enfrentamos a un mundo lleno de peligros y cosas que no conocemos.

Tenemos miedo a fracasar, a enfermar, a no tener con que vivir y hasta tenemos miedo de morir. El miedo nos acompaña durante toda nuestra vida. ¿Qué nos dice al respecto Jesús?

Es normal tener miedo. Lo que dice Jesús es que jamás debes dudar del amor de Dios en medio de tus dificultades. El que se apoya el el Señor tiene que tener la seguridad que la “tempestad” siempre será calmada. Jesús es aquel que del mal siempre saca el bien. Confía en Él

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».